17 julio, 2013

San Pedro de Abanto II. El escenario del combate.

En el Tomo II de los Anales de la Guerra Civil (España desde 1868 a 1876), escrito por Nicolás María Serrano en 1.876 podemos leer una descripción del escenario de la batalla: “El valle de Somorrostro tiene dos leguas y media de E. á O., y una y cuarto de N. á S., con siete de circunferencia, y confina al N. con el mar, al E. con Portugalete y Baracaldo, al S. con Galdames y al O. con el partido judicial de Castro Urdiales. Contiene muchos montes, poblados de madroños, encinas, robles y carrascos, sobresaliendo la famosa montaña de Triano y otras dos de forma exactamente cónica y de elevación no pequeña, que se alzan como dos hermanas y son conocidas con el nombre de Serantes el Grande y Serantes el Chico. El terreno es áspero y cortado por varios manantiales, principalmente por el río que procede de San Sebastián de Colsa y desemboca en el Océano.”



Ése era el lugar elegido por Serrano para avanzar hacia Bilbao y liberar la ciudad. En una carta de Miranda de Ebro, fechada el día 19, que publicó un periódico, se leía lo siguiente: “La calzada que partiendo de Castro Urdiales como base de operaciones, sigue la costa por San Juan de Somorrostro y Nocedal, es de todos los caminos por donde se puede marchar sobre Bilbao el que menos dificultades ofrece, no porque no haya en él terribles posiciones, altas montañas y ríos importantes, que protegen al faccioso, sino porque la mar, que es nuestra, sirve de vía de aprovisionamientos, resguardada de los ataques de aquel, y ahorra al ejército el inmenso convoy de carros y bagajes que, encajonados en cualquier otra marcha en las angostas carreteras que cruzan las montañas de este país, distraen cuantiosas fuerzas para su resguardo, prolongan y debilitan los flancos del ejército, dificultan ó debilitan los movimientos y comunicaciones de las diversas partes de la columna de marcha, y son, en fin, para el general y para el Estado mayor, una fuente constante de complicaciones y un motivo perenne de inquietud. Por eso eligió Espartero este camino en 1836; por eso lo eligió también hace mes y medio el general Morriones”.

Se puede imaginar el campo de batalla que se veía desde las posiciones liberales en el siguiente dibujo de la época y en una foto actual que tomé desde un lugar próximo. Como se puede comparar el paisaje ha cambiado mucho por culpa sobre todo de la central petroquímica.

Acciones de 25, 26 y 27 de marzo delante de San Pedro de Abanto. Vista panorámica del campo de batalla. Dibujo de José Luis Pellicer para la edición de 8 de abril de La Ilustración Española y Americana.




El mando liberal descartó otras opciones como un desembarco en Algorta, junto a la margen derecha de la ría, con tropas que partirían desde San Sebastián o una acción a través del valle de Carranza. Pero en Somorrostro tampoco existían puntos débiles porque el enemigo dominaba las colinas y las tropas de Serrano, que estaban en la cuerda exterior, se vieron obligadas a desplegarse en una línea demasiado larga. Los carlistas, más agrupados y en situación favorable, defendían las cimas que rodean el valle y lo convirtieron en un embudo a la altura de San Pedro de Abanto, donde se habían estrellado una y otra vez los ataques republicanos de Morriones un mes antes.

La revista La Ilustración Española y Americana nos describe así el frente que habían establecido los batallones de don Carlos: “La línea de San Pedro Abanto se apoyaba en su derecha sobre Montaño, elevadísima prominencia de pendientes muy ásperas, y que impedía un movimiento envolvente de nuestro ejército por aquel lado, por hallarse muy próximo al mar. Seguía á éste otra depresión del mismo monte llamado Montaño chico, é inmediatamente una derivación del mismo aún más baja llamada Monte Mantres. A continuación se halla la colina en cuya cúspide está situada la iglesia de San Pedro Abanto. Sigue, marchando hacia la izquierda, aunque un poco retrasada, otra colina en cuyo vértice se alza la ermita de Santa Juliana. Ésta va siendo dominada por alturas sucesivas hasta llegar al monte Triano, célebre por sus minas de hierro, y luego á los montes de Galdames. Esta línea, de unos 10 kilómetros, aunque la parte principal desde Montaño á Triano sólo comprende la mitad, estaba fortificada del modo siguiente: En Montaño, y sobre todo en Mantres había trincheras guardadas con poca fuerza. En la colina de San Pedro Abanto había una trinchera en ángulo que abarcaba, no sólo el frente, sino también la izquierda que domina la carretera: tenía fuegos desenfilados, poseía caminos cubiertos y formaba con la pequeña pero fuerte iglesia un buen reducto. La vertiente de Santa Juliana había sido desprovista de los árboles que la cubrían; desde ella hasta Triano había varias trincheras, así como varías cortaduras en el ferrocarril minero de Galdames que por allí pasa. Había también trincheras avanzadas en toda esta parte izquierda, cuyo suelo es muy quebrado. Ninguna de éstas tenía foso ni aspilleras, aunque sí camino cubierto y banqueta para subir á disparar.”

Se puede imaginar el campo de batalla que se veía desde las posiciones carlistas en el siguiente dibujo de la época y en una foto actual que tomé desde un lugar próximo.
El Estandarte Real: revista político-militar ilustrada. Edición correspondiente a Marzo de 1890.



La estrategia de la batalla pasaba porque las tropas a las órdenes de Primo de Rivera consiguieran avanzar lo suficiente por el lado derecho para envolver a los carlistas y enlazar en San Pedro de Abanto con los soldados de Loma que avanzarían por el centro y los de Letona que debían hacerlo por la izquierda.

Combate de Somorrostro: 25 de marzo de 1874. Cuerpo de E[stado] M[ayor] del Ejército 

La artillería debería jugar un papel clave porque tenía la misión de cubrir la avanzada de la infantería. El grueso de la misma, diez piezas Krupp, estaba situada en el Monte Janeo, mientras otras cuatro baterías Krupp estaban situadas a una altura cercana al jardín del Marqués de Villanas. Eran las encargadas de batir el centro del frente enemigo con el apoyo de una batería Krupp, una de a 12 y otra de a 10 que se habían situado cerca de las tropas. El avance de Primo de Rivera por la derecha debería estar cubierto por una pieza Krupp y otra Plasencia situadas en el cerro de las Arenillas.


El Duque de la Torre visitando las posiciones del ala del ejército. Batería en el cerro de las Arenillas.


Pieza de artillería de a 16 centímetros, dispuesta para las baterías avanzadas. Dibujo de José Luis Pellicer para la edición de 15 de abril 1.874 de La Ilustración Española y Americana
El día 20 el Ejército del Norte ya había recibido casi todos los refuerzos esperados y comenzaron a situarse en los puntos a los que se les destinaba. Dos días más tarde llegó a Castro Urdiales la división del mariscal Loma, compuesta por ocho mil hombres, que había sido trasladada desde el frente en Navarra.

A la espera de conocer con más detalle qué está pasando, la edición del 30 de Marzo de la Ilustración Española y Americana describe cómo el país espera esas noticias: “En el momento en que empezamos á trazar estas líneas, España entera signe con ansiedad los resultados de los grandes sucesos militares que se desarrollan alrededor de la invicta Bilbao. La lucha está empeñada; ella anuncia tal vez el término decisivo de la guerra civil que, como un legado sangriento de nuestras disensiones políticas, ha venido á sembrar de luto nuestro suelo y á devorar los recursos del país. Ilustración.


Antonio López Martín iba a enfrentarse a su primera batalla sólo unas semanas después de haberse alistado en el ejército.

3 comentarios:

  1. Es increíble cómo se mataban y total, para ver si al final reinaba Isabel o Carlos, que encima me parece que eran hermanos o hermanastros, así que tal para cual. La verdad es que no lo sé bien, tampoco me interesa, pero lo notable es la capacidad de dejarse la piel, las manos, las piernas, la vida... y todo para una mentecatez de semejante calibre. En España somos muy dados a esas boludeces. Bueno, colegui, saludos desde Granada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Emilia: En los próximos días publicaré más entradas sobre la evolución de las 3 jornadas de lucha. Los detalles son dramáticos: brigadas diezmadas en su intento por conquistar una colina para que, después de la carnicería, los soldados liberales y carlistas pudieran compartir cigarros y aprovechar para abrazar a familiares y amigos que estaban al otro lado. Todo para resolver los intereses dinásticos de pretendientes incapaces de pensar en su pueblo. En ese momento frente a Don Carlos estaba una República que sólo tardó unos meses en poner al frente al futuro Alfonso XII. Una guerra fraticida para defender los interés de dos inútiles, aunque detrás de ella también estaba la lucha contra los restos del absolutismo y los anticuados fueros que defendían el carlismo retrógrado.

      Eliminar
  2. Digo también esto porque estuve en Morella (Castellón) con idea de ver una ciudad medieval. Y qué va: casi todo agujereado, cual queso de Gruyère, por las balas de cañón de las guerras carlistas. Una pena.

    ResponderEliminar