26 abril, 2011

El sueño hecho añicos

Hace unos días fue el ochenta aniversario de la proclamación de la Segunda República y la noticia pasó desapercibida entre la mayoría de los medios de comunicación de nuestro país. Los mismos medios que dedican centenares de páginas de prensa y de horas de radio y televisión a temas que, al menos según mi opinión, no merecen tanto espacio, ya se trate de minoritarios referéndums independentistas, exabruptos apocalípticos de ex presidentes amargados o cotilleos rosas sobre personajes irrelevantes, pasaron de puntillas sobre lo que ocurrió el 14 de abril de 1.931. Al parecer eso sólo interesa a cuatro carcamales y yo debo ser el quinto. Pero los acontecimientos que se sucedieron durante los años posteriores a aquella fecha, fueron el mayor intento por modernizar nuestro país que se haya realizado nunca.

Durante los cuarenta años de dictadura franquista se calumnió hasta la extenuación los logros republicanos. Con la llegada de la democracia, algunos de los herederos del franquismo, disfrazados de demócratas en el Partido Popular, siguen vilipendiando aquel legado. Muchos hoy miran lo sucedido durante aquel período, no desde la perspectiva de aquel abril de 1.931, sino de la del golpe de estado de julio del 36 que inició la Guerra Civil o, incluso peor, desde la de abril del 39 cuando ese conflicto finalizó. Los historiadores revisionistas de extrema derecha exponen sin tapujos que para ellos la guerra comenzó el día en que se proclamó la República. Con ello, han tratado, y al parecer están a punto de conseguir, que todos los avances que se produjeron durante la etapa republicana queden ensombrecidos por los horrores de la guerra.

Muchos quieren hacernos ver que, durante aquel periodo, el gobierno estuvo cautivo de los elementos de extrema izquierda, cuando en realidad fue una época de alternancia democrática del poder. El primer gobierno republicano estaba formado por ocho liberales moderados de partidos de centro, incluso de centro derecha y por tres socialistas, todos ellos fueron los que trataron de poner en marcha las reformas urgentes que necesitaba nuestro país para superar su atraso de siglos. Ese gobierno dio paso, dos años más tarde y después de unas nuevas elecciones, a un periodo de gobiernos de derechas que, durante el conocido como bienio negro, trataron de parar y hacer fracasar todas las reformas emprendidas. Mientras los partidos de centro y de izquierdas supieron aceptar el juego democrático y cedieron el poder, como correspondía por ley tras su derrota, cuando en las siguientes elecciones de 1.936 fue el Frente Popular el que se alzó con la victoria, los elementos más derechistas de nuestro país no aceptaron el resultado y comenzaron de inmediato a conspirar para el estallido de la guerra.

Pero ¿cuáles fueron las reformas iniciadas? ¿Qué importancia tenían para nuestro país?

En abril del 31 comenzó un proceso de lucha por la igualdad entre sexos y clases. Por primera vez se otorgaba el derecho de voto a las mujeres y se promulgaron leyes para subir los salarios de las clases más desfavorecidas. Se inició un proceso de reforma agraria para permitir que grandes extensiones, que estaban en las manos de unos pocos latifundistas, que en ocasiones ni siquiera las estaba explotando debidamente, fueran cultivadas por los campesinos en mejores condiciones laborales. También se trató de reformar un ejército que se había quedado anticuado y en el que había un exceso de oficiales para convertirlo en un cuerpo moderno adaptado a las nuevas circunstancias. Se legisló para separar la Iglesia del Estado e intentar acabar, de una vez por todas, con el poder eclesiástico. Se permitió el matrimonio civil y el divorcio. En el campo educativo, en el que también la doctrina de la iglesia actuaba con amplia jurisdicción, se iniciaron reformas educativas que acabaran con el atraso cultural, apostando por una enseñanza pública y laica. Durante la república se construyeron la mitad de escuelas de las que se habían construido en toda la historia de nuestro país. Se crearon las Misiones Pedagógicas para acercar la cultura a los lugares más pobres e inaccesibles. Durante aquellos años se produjo una de las mejores generaciones de poetas, músicos, científicos e intelectuales que ha dado nunca España. Incluso se tomaron las medidas económicas adecuadas para que la crisis mundial provocada por el crack del 29 apenas afectara a nuestro país. También se inició una modernización y descentralización de las administraciones del Estado, con la aprobación del Estatut de Catalunya.

¿Qué pasó entonces para que todo aquello estallara por los aires? Sencillamente que aquellos cambios que beneficiaban a la gran mayoría, perjudicaban a una minoría que no estaba dispuesta a perder sus prebendas de siglos. La iglesia, los altos oficiales del ejército, los terratenientes, los grandes empresarios se opusieron con todo a aquellas reformas. También los elementos de extrema izquierda incendiaron la situación, no tuvieron la paciencia y el temple necesario para unas reformas que se ralentizaban. Lo cierto es que los extremistas de uno y otro bando callaron con sus gritos a la gran mayoría silenciosa. A menudo analizamos la historia desde la perspectiva de los años y caemos en la trampa de pensar que las cosas fueron como acabaron y perdemos de vista que, en su inicio, todo pudo llegar a ser muy diferente.

Cuando me fui adentrando en la investigación histórica para mi novela fue descubriendo cosas que me sorprendieron, que bien desconocía o que no sabía en todos sus detalles. Después de leer decenas de libros sobre aquella época y cientos de crónicas de periódicos publicados durante aquellos días, he ido ratificando algunas cosas que ya sabía, pero también he ido variando mi posición en algunas conclusiones. El 14 de abril de 1.934 un estallido de alegría recorrió España de forma generalizada y muchas ilusiones tuvieron cabida, cuando estalló la guerra en 1.936 los partidos más extremistas de ambos bandos eran minoritarios, pero, pese a todo, tres años más tarde, aquel sueño se había hecho añicos. Tras una guerra cruenta que produjo centenares de miles de muertos, que destrozó el país, se inició una larga y negra dictadura.

Los pueblos que no aprenden de su historia están condenados a repetirla. La situación hoy es completamente diferente. Con la llegada de la democracia la mayoría de aquellos sueños rotos acabaron por cumplirse, pero sigue habiendo extremistas, quizás de otro tipo, gritando cada vez más y más alto y una mayoría cada vez más cansada, cada vez más silenciosa.

14 abril, 2011

14 de abril de 1.931. El estallido de la alegría

El 14 de abril de 1.931 un estallido de alegría desbordó las calles y plazas de nuestro país. Acababa de proclamarse la República. Ochenta años después, la mejor manera de sumergirse en aquel momento es a través de las crónicas que publicaron los periódicos. En ocasiones, el paso de los años acartona los acontecimientos que estudiamos en los manuales de historia. Releer aquellas noticias nos da la perspectiva inmediata de lo que estaba pasando en aquel preciso instante, la inquietud de un futuro que aún desconocían y, que desde hace décadas, forma parte de nuestro pasado. Esas páginas se convirtieron en testigos mudos de la historia, pero cobran vida cuando volvemos a ella y nos cuentan una explosión de felicidad contagiosa, un entusiasmo compartido, como muy pocas veces ha ocurrido en la historia cainita de nuestro país.

La mejor manera de entender, con todos sus detalles, lo que ocurrió aquella tarde de abril es oírlo a través de unos testigos privilegiados, los periodistas de El Defensor de Granada, que, en la edición de la mañana del día siguiente, contaron lo que habían vivido. Esa voz narradora tiene una capacidad descriptiva que carecen los libros de historia e incluso las mejores novelas que han tratado de describir el momento. Os dejo aquí con esa voz…


A las tres de la tarde recibimos, por teléfono, en nuestra redacción la noticia de que el rey abdicaba sus poderes de soberanía nacional. Poco después la noticia circulaba rápidamente por Granada, causando la natural emoción. Cuando fue de dominio público el acontecimiento, la multitud invadió las calles, comentando, pidiendo informes y mostrando su júbilo. A poco, el chispazo de cohetes en distintos puntos de la ciudad anunciaba con alborozo el triunfo de la República. Una gran ansiedad se reflejaba en todos los semblantes. Algunas gentes ponían en dudad la veracidad de los informes que por ahí se propalaban y acudían a nuestra redacción en demandas de noticias. Inmediatamente, se organizaron las primeas manifestaciones, compuestas en su mayoría por estudiantes.

Alrededor de las cuatro de la tarde comenzaron a llegar a la Plaza del Carmen numerosos grupos, congregándose frente al Ayuntamiento en actitud expectante, pero tranquila. La muchedumbre fue engrosando por momentos hasta llenar la plaza. Un grupo muy numeroso de jóvenes entró en el Ayuntamiento sin dificultad, subió al primer piso y se asomó al balcón al balcón central, izando la bandera roja. El entusiasmo de la muchedumbre fue indescriptible. Se dieron delirantes vivas a la República. El momento fue verdaderamente emocionante. Instantes después aparecían en dirección al Ayuntamiento la mayoría de los concejales republicanos elegidos.

Apareció en la Plaza del Carmen una sección de la Guardia Civil a caballo, que se mantuvo en todo momento en una actitud mesurada y de respeto al público. Por el contrario, una sección del Regimiento de Caballería Lusitania, al mando del capitán Rubio, entró de forma violenta en la plaza, hiriendo a tres jóvenes republicanos, hecho que causó suma indignación. Se dieron vivas al Ejército Republicano.

Mientras tanto, en la plaza la fuerzas de Seguridad y Guardia Civil y Caballería quedaron formadas frente al Ayuntamiento y la muchedumbre seguía ocupando la plaza. El señor Palanco, desde el balcón central, dirigió la palabra a la multitud, recomendando orden y disciplina, para que la naciente República no se viera manchada de sangre. La tranquilidad renació con las palabras de los oradores. El teniente coronel de Infantería, don Santiago Taboada Goyos, que llegó a la plaza en los momentos de máxima agitación, fue subido en hombres de varios ciudadanos, siendo ovacionado y viéndose precisado a dirigir unas palabras al público y a las fuerzas. Dijo que él estaba al servicio del poder legal constituido y del orden, que tantos unos como otros debían mantener, observando todos la máxima corrección para evitar incidentes y actos de violencia. Asimismo ordenó a las tropas de caballería que envainaran los sables, puesto que el pueblo procedía con cordura y había que evitar a toda costa el derramamiento de sangre.

A las cinco, las escuadrillas de Aviación del aeródromo de Armilla sobrevolaron sobre Granada, causando gran expectación entre la gente, que a los pocos momentos la miró con simpatía, pues los aviadores saludaban a las masas. Las palabras del teniente coronel Taboada fueron recogidas con una grandiosa y entusiasta ovación, aumentando la tranquilidad al ver que los de Caballería obedecían a dicho jefe.

A las cinco de la tarde, parte del numerosísimo público que estaba en la Plaza del Carmen se dirigió enarbolando la bandera tricolor y dando calurosos vivas a la República, a la Plaza de Mariana Pineda. Un grupo se destacó, introduciéndose en el jardín de la plaza y escalando la estatua de Mariana Pineda, rodearon el monumento con la bandera republicana. Pocos momentos después la plaza quedó invadida completamente de público. El entusiasmo era delirante en general. Se enarbolaron banderas rojas al mismo tiempo que se entonaba La Marsellesa. A poco, del pie del monumento de la heroína de la libertad surgió espontáneamente un joven afiliado a la Casa del Pueblo, pronunció un largo discurso, vehemente y fogoso, que fue contestado con numerosos vivas y aplausos.

Cinco minutos más tarde la Guardia Civil de Caballería hizo su aparición en la plaza en actitud hostil, provocando el pánico en las masas. Algunos grupos se dispersaron, pero los tricornios no lograron que el entusiasmo se sucediera y engrandeciera, rehaciéndose otra vez la manifestación y pronunciándose otros discursos.

A las ocho de la noche se formó en la Plaza del Carmen una imponente manifestación, en la que figuraban todas las banderas de los gremios de Granada y de la Banda Municipal. La manifestación con la música recorrió los distintos barrios de la ciudad, siendo en todas partes recibida con cariño y alegría enormes.

Las crónicas no aparecen firmadas. No sabemos si fue una sola persona o varias las que escribieron esos acontecimientos. Muy probablemente una de ellos sería Constantino Ruiz, el último director de El Defensor de Granada, que murió en los días posteriores al golpe de estado, desangrado en una celda, con los cristales de sus gafas incrustados en sus ojos, después de que un guardia le diera un culetazo de fusil en su cara.

Fue el final de un sueño que se inició una tarde de abril. El de un país democrático, moderno, culto que rompiera con el retraso atávico de siglos. No lo permitieron. Aquel país dejó de existir el día en el que la iglesia, el ejército, los terratenientes, los partidos conservadores culminaron una conspiración que habían iniciado desde el mismo momento en que la República fue proclamada.

Ochenta años más tarde trato de imaginar la ilusión en el corazón de mis abuelos y d toda una generación. Creo que es una magnifico momento para volver a recordarles y para gritar con ellos ¡Viva la República!