Durante los últimos cuatro años del siglo XIX, mi bisabuela Antonia vivió en Málaga, esperando el regreso de su padre de la Guerra de Cuba. He tratado de documentarme para poder ambientar el escenario de aquellos años
A finales de siglo, Málaga arrastraba una larga decadencia económica. La crisis de la siderurgia había cerrado numerosas ferrerías. Las deficiencias estructurales, la competencia extranjera y la plaga de la filoxera habían hundido el comercio de pasas y vinos, que había sido la principal actividad económica de la provincia. La industria de la caña de azúcar también se había derrumbado por la competencia de Cuba y la introducción del cultivo de la remolacha azucarera. En ese momento, quedaba muy atrás la época de riqueza de la ciudad, que había atraído a comerciantes, tanto extranjeros como de otras regiones del país y que había hecho que apellidos como los Temboury, Loring, Grund, Gross, Larios, Bolín o Huelin formaran parte de las familias más pudientes y conocidas de la sociedad malagueña. La pobreza que se extendió por el mundo rural produjo una gran expansión demográfica, que trajo como consecuencia la expansión urbanística.
LA CALLE LARIOS
El eje principal era la calle Larios, que se finalizó en 1.891. Allí se encontraba el Círculo Mercantil, que era el club que contaba con más socios. En sus salones, exquisitamente decorados, se realizaban tertulias y actos culturales. En la misma calle se encontraban los cafés Inglés y España y la pastelería La Dulce Alianza. La plaza de la Constitución ya constituía el centro de la ciudad y en ella se encontraba el café de la Loba, que tenía una nevería en verano. La burguesía elitista vivía en la Alameda, que ya en aquella época contaba con filas de grandes árboles, estatuas, fuentes y bancos. Iluminada desde mediados de siglo, era el escenario social y de ocio por excelencia, muy apreciado por los malagueños por la brisa de las mañanas de verano. La antigua aristocracia se había trasladado al el Paseo de Reding y las familias adineradas se habían asentado más allá, en las mansiones de la Caleta y el Limonar. Los barrios populares se extendían hacia el norte hasta llegar al río, Goleta y Molinillo, o bien al otro lado del Guadalmedina, en torno a las fábricas de los barios del Perchel y la Trinidad. Otro barrio humilde era el de “chupa y tira”, que se levantaba entre la calle de la Victoria y el Camino Nuevo. Le llamaban así porque la dieta de sus habitantes eran las almejas y los productos del mar, que eran los más baratos y que consumían casi a diario. La mayoría de sus hogares estaban formados por los corrales de vecinos.
LA PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN
Todos los malagueños de abolengo pertenecían al Liceo. En sus salones, decorados con cuadros de pintores malagueños, se celebraban tertulias, se llevaban a cabo labores de beneficencia, concursos literarios, efemérides, representaciones teatrales, ópera, conciertos y exposiciones. Su tono cultural decayó a partir de 1890, haciéndose más recreativo y social. Los oficiales del ejército se reunían en el Centro Militar, cuyos salones estaban decorados con lienzos de escenas militares. Era un recinto severo, muy alejado del círculo de recreo que había sido años antes y donde, en ese momento, se lloraban las pérdidas de soldados en la guerra de Cuba.
El periódico de la época era La Unión Mercantil, de tendencia conservadora, que publicaba en 1.896 la evolución diaria de la suscripción popular para erigir una estatua al Marqués de Larios, que había muerto el año anterior. Su realización fue finalmente encargada a Benlliure y sería finalizada en 1.899. También recogía el diario la evolución de los planes para la construcción del Parque realizados por la Sociedad Propagandista del Clima y el Embellecimiento de Málaga. Esta sociedad se constituyó en 1.897, pero ya en 1.896 La Unión Mercantil se hace eco de sus actividades. La explotación del clima y de la actividad turística surgió como preocupación social frente a la crisis económica que padeció la ciudad a raíz de la desindustrialización. La propuesta era la construcción del parque unida a la prolongación de la alameda donde se ubicaría la estatua de Larios, mientras en el parque habría una de Cánovas del Castillo.
LA ALAMEDA
La proyección de películas se inició en Málaga en 1.896, sólo nueve meses después de que los hermanos Lumiere lo mostraran al mundo en París. La proyección de imágenes animadas se hizo por primera vez para un reducido grupo de personalidades en un salón del Hotel Victoria, pero el nuevo entretenimiento alcanzó un rápido éxito entre la población y, pese a que a finales de 1.897 hubo un cierto letargo, debido a las reticencias que la burguesía de toda Europa, manifestaba tras un grave incendio ocurrido en un pabellón parisino en el que proyectaban películas, un año más tarde la exhibición de las mismas se había convertido en una actividad estable en Málaga. Los cafés España, La Loba y El Siglo se habían apuntado a la nueva moda y en ocasiones acompañaban las imágenes con música de piano en vivo. El precio de las entradas de había ido reduciendo desde la peseta a los cincuenta céntimos conforme aumentaba su popularidad. En la temporada veraniega de 1.899 se realizaron proyecciones incluso en barracones que se situaron en los terrenos ganados al mar, en la zona denominada Marqués de Guadiaro, en la cual se iba a construir el Parque. El cinematógrafo es un invento que encuentra su lugar en una sociedad dinámica que tiene inquietudes nuevas, donde el exotismo y los descubrimientos científicos y las novedades causan furor y la cultura de masas posibilita la existencia de tiempo de ocio para una población ávida de emociones.
En el verano del 98 hubo protestas, rayanas al desorden público, contra la calidad del pan. Aquellos bonetes y roscos empequeñecieron. Nacieron rápidamente dos celebridades taurinas: Lolita Pretel y Ángeles Pagés, mujeres y catalanas, pero fueron fugaces. Ese otoño empezaron a triunfar dos jóvenes toreros: Machaquito y Lagartijo. La navidad del 98 trajo un aumento de la petición de aguinaldos. A final de año se temió un golpe de estado, que no se produjo. Aquella Nochevieja pasó con tristeza motivada por la crisis económica y política que había provocado la derrota en Cuba, que había sumido a la ciudad, como a todo el país, en un estado de depresión.
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