A las
cuatro de la mañana del 25 de marzo, día de la Encarnación, más de veinticinco
mil hombres, distribuidos en cuarenta y dos batallones, estaban dispuestos para
comenzar la batalla. Para ello contaban con la ayuda de una cincuentena de
cañones de diverso calibre situados en las colinas que tenían a su espalda.
Cuartel general durante la acción del 25 de marzo - Batería de Monte Janeo. Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición del día 25 de marzo de 1874. |
Dos horas más tarde, todas las
baterías republicanas abrieron fuego “con
estrépito horroroso” y las tropas comenzaron a avanzar. El Primer Cuerpo,
al mando del Teniente General López de Letona, debía hacerlo por el centro,
mientras el Segundo Cuerpo, comandado por el Mariscal de Campo Fernando Primo
de Ribera y Sobremonte, lo haría por el flanco derecho, donde el avance era
mucho más difícil, ya que debían conquistar las alturas de las montañas. Por
eso contaban con 16 Batallones que representaban más de la mitad del ejército
republicano y uno de ellos era el de Zamora donde estaba mi tatarabuelo Antonio
López. Formaba parte del 1º División que debía esperar emboscada a que la 2ª
División y la Brigada de Vanguardia, comandadas en persona por Primo de Ribera,
ocuparan las trincheras sobre el ferrocarril para iniciar su avance.
Combate de Somorrostro. 25 de Marzo de 1874. Cuerpo de Estado Mayor del Ejército. Publicado por el Depósito de la Guerra |
Las tropas de Primo de Rivera
cruzaron el puente de Somorrostro y comenzaron a avanzar protegidos por el
fuego de la batería situada en Las Arenillas. La respuesta del enemigo no se
hizo esperar: “Los carlistas rompieron el
fuego, hostilizando a nuestras tropas, que con heroico arrojo hicieron retirar a
los carlistas a sus primitivas posiciones, que hablan abandonado momentos
antes. Los soldados, a pecho descubierto, subían por aquellas pendientes y
perseguían a los carlistas.”
25 de marzo: campamento de las dos baterías Plasencia (Artillería de Montaña, 1er Regimiento) en la carretera de Somorrostro. Dibujos de M. Ferdinandus, basados en el boceto de M. Dick.
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Los carlistas, que no iban
sobrados de munición, tenían la orden de disparar solo cuando el enemigo
estuviera a unos 50 metros. Tras una primera descarga los republicanos
continuaron avanzando y soportaron una segunda, pero el primer parapeto enemigo
lo defendía un batallón inexperto de soldados guipuzcoanos que ofrecieron poca
resistencia y abandonaron sus defensas. Fue entonces cuando la División a la
que pertenecía Antonio comenzó a avanzar desde la carretera de Valmaseda por
unas pendientes que faldeaban la sierra siguiendo los desmontes del ferrocarril
minero. A las tres de la tarde, después de atravesar una campa de pastores,
tomaron el caserío de Cortes.
Mariscal Serrano y su Estado Mayor pendientes de las operaciones de la batería de cuatro piezas Krupp. Dibujos de M. Ferdinandus, basados en el boceto de M. Dick |
Lo que sucedió lo relataba unas
semanas más tarde, en su edición del 8 de abril, la revista La Ilustración española y Americana: “A las doce, la batalla seguía empeñada seriamente en el centro: la
artillería continuaba batiendo con acierto las posiciones inmediatas á Abanto;
las tropas avanzaban lentamente, pero con pasos seguros; las carlistas
defendían con tenacidad sus trincheras, y si cesaba el fuego en algunas, que eran
tomadas por nuestros soldados, de otras más arrojaban en seguida una lluvia
espesa de balas.”
El tomo II de los Anales de la Guerra Civil (España desde 1868
a 1876) de Nicolás María Serrano nos describe el avance de los soldados
liberales: “La lucha fue entonces
verdaderamente horrible. A pecho descubierto todos, sin vacilar ni un solo
instante, y envueltos por una nube de balas, veíanse avanzar, primero unos 50
soldados, después 100, luego 300 ó más, que sin cesar hacían un fuego certero sobre
las cabezas de los carlistas, único blanco que era posible distinguir. Nuestros
bravos cazadores caían en tierra á docenas á cada descarga del enemigo, pero
avanzaban. Sucédese un momento de terrible silencio. La trinchera ha enmudecido
y se notan muchos reflejos de arma blanca. Era que 30 ó 40 cazadores habían
llegado á la trinchera é intentaban abrirse paso con sus bayonetas.”
A las cuatro de la tarde, los
soldados de Primo de Rivera tomaron las trincheras situadas a la mitad del
monte Galdames y alcanzaron el pico del Cuervo, pero se vieron frenados por
varios batallones navarros y el Mariscal desvió sus tropas a través de un valle
para intentar atacarles por el costado. El error dejó sin cobertura a la
División de Antonio y no pudieron seguir ascendiendo a través de una estrecha y
empinada vereda que estaba desprotegida. Ante la lluvia de disparos que les
venía desde las cimas tuvieron que improvisar un parapeto con los cuerpos de
centenares de cuerpos de ovejas y borregos.
En el Historial del Regimiento se recoge lo sucedido: “Después de porfiada lucha y sensibles pérdidas se tomaron las primeras casas, donde fue preciso detenerse a pesar del buen espíritu de la tropa, porque la meseta del monte era inexpugnable. Este contratiempo surgido por el desconocimiento del terreno en los encargados de dirigir las tropas, el haber estado el Regimiento todo el día 25 y la mitad del 26 sin racionar y bajo el fuego enemigo que lo hacía a mansalva desde una posición inabordable, hubiera destruido la moral de otra tropa menos disciplinada, pero ni un solo soldado abandonó su puesto y todos dieron pruebas de poseer en alto grado el valor de la resignación, que es el más difícil de conseguir en las razas meridionales”
En el Historial del Regimiento se recoge lo sucedido: “Después de porfiada lucha y sensibles pérdidas se tomaron las primeras casas, donde fue preciso detenerse a pesar del buen espíritu de la tropa, porque la meseta del monte era inexpugnable. Este contratiempo surgido por el desconocimiento del terreno en los encargados de dirigir las tropas, el haber estado el Regimiento todo el día 25 y la mitad del 26 sin racionar y bajo el fuego enemigo que lo hacía a mansalva desde una posición inabordable, hubiera destruido la moral de otra tropa menos disciplinada, pero ni un solo soldado abandonó su puesto y todos dieron pruebas de poseer en alto grado el valor de la resignación, que es el más difícil de conseguir en las razas meridionales”
Convoy de heridos en el desfiladero de los Picos de Las Cortes. Dibujo de L. Urgelles para El Estandarte Real |
El mismo Primo de Rivera reconoce
su error cuando, por medio de un su ayudante, dice al General Serrano “Fracasado el objetivo de la operación,
disponga V. E. de estas tropas como tenga por conveniente.” De nada sirvió
ya la orden del general en jefe para que extremara su ataque, puesto que con su
inacción había permitido a los carlistas trazar una nueva línea de defensa en
el pico de Cortes. El error sería clave en el desarrollo posterior de la
batalla, puesto que los carlistas cubrieron su flanco izquierdo desprotegido y
obligaron a los liberales a enfrentarse por el centro con el avispero
infranqueable que representaba San Pedro de Abanto.
Podemos saber cómo acabaron las
acciones que aquel día en el relato de las crónicas: “Eran las seis de la tarde cuando el fuego fue debilitándose poco a
poco, y en cerrando la noche, apenas resonaban algunos disparos en uno y otro
campo. El cuartel general se trasladó a la orilla derecha del rio de
Somorrostro.”
Batería Krupp enfrente del jardín del Marques de Villarías. Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición 15 de marzo de 1874 |
Aunque no se habían alcanzado los
objetivos, las tropas liberales consiguieron avanzar gracias al apoyo de la
artillería, como nos cuenta La Guerra
Civil en España de 1872 a 1876: “Las
operaciones se habían llevado a feliz término con bastante precisión,
demostrando siempre los soldados y jefes
la mayor decisión, y valor en el combate. El buen éxito de la jornada se debió
.en gran parte á la artillería, que siguió sus fuegos durante la tarde,
mandando sus granadas con excelente puntería y era de esperar un buen
desenlace, si en los días siguientes continuaba con el mismo acierto.”
Mientras, en el resto del país se
esperaban con ansia las novedades sobre lo que estaba sucediendo, como podemos
leer en el relato que hizo la revista La
Ilustración Española y Americana en la siguiente edición a los hechos,
publicada apenas unos días después: el 30 de Marzo: “Estas noticias, comunicadas al público por los periódicos de la
noche, despertaron en alto grado el interés, y tuvieron a gran expectación al
público. En las calles, en los cafés, en los teatros, en los círculos
políticos, en todas partes los sucesos anunciados fueron el tema exclusivo de
las conversaciones y la única preocupación de los espíritus.”
Desde el Cuartel General, situado
esa noche a la derecha de la ría, llegó la orden general que resumía lo
sucedido durante la jornada. “Soldados.
La jornada de hoy ha sido ruda, pero honrosa para vosotros, por consiguiente
para la patria; os doy gracias en nombre del gobierno y en el mío, y estad
seguros de que vuestro valor y vuestros sacrificios serán recompensados como lo
merecen. Los generales que mandan la tropa conservarán las posiciones
conquistadas y se establecerán en ellas sólidamente para continuar el ataque al
amanecer de mañana, para lo cual tendrán cuantos cuidados crean oportunos. La
tropa recibirá ración de vino en sus posiciones.”
Estoy seguro de que el vino no
pudo calmar las emociones que Antonio había sufrido en su primer día de batalla.
Esa noche pernoctó en el pueblo de Las Cortes.
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