En el tercer día de la batalla,
festividad de la Nuestra Señora de los Dolores generalísima de los carlistas,
quedó interrumpida la línea telegráfica de Somorrostro provocando que la
ansiedad creciera entre los que esperaban noticias. En toda la jornada sólo
llegó un despacho del frente con un retraso de ocho horas: anunciaba que el
fuego se había roto al amanecer, generalizándose en toda la línea. Semanas más
tarde, en su edición del 8 de abril, La Ilustración Española y Americana
lo contaba de la siguiente forma: “A las
seis de la mañana, como en los dos días anteriores, anuncióse la batalla, que
debía ser horrible, con los fuegos de la artillería y el tiroteo en los puntos
avanzados iniciándose al poco tiempo el movimiento de avance del centro y de la
izquierda, mientras la derecha se preparaba para el momento oportuno.”
Combate de Somorrostro. 26 de marzo de 1874. Cuerpo de Estado Mayor del Ejército. Publicado por el Depósito de la Guerra |
Mariano Araús el corresponsal de guerra de El Impacial , que años
más tarde dirigiría el periódico, firmaba
desde Castro Urdiales, al final de ese mismo día 27, la crónica de la batalla: “Desde el amanecer el fuego se había roto
por ambas partes con igual furia. Los carlistas han reforzado sus trincheras de
San Pedro de Abanto con los batallones de Andechaga, situados hasta ayer al
otro lado del Montaño, entre éste y monte Lucero. Los batallones de Navarrete
habían aumentado igualmente el número de los defensores de las trincheras
situadas en las alturas de nuestra derecha. A las ocho próximamente dos
batallones del segundo cuerpo tomaron una trinchera construida durante la noche
en la parte superior de un valle, y desde la cual se impedía el paso a nuestros
soldados para atacar la gran trinchera angular que por este lado tiene el
enemigo a unos seiscientos metros más arriba de la línea del ferrocarril de
Galdames. Antes ha sido cañoneada la trinchera con ese acierto y precisión á
que se debe la mayor parte del éxito en esta campaña. Cuando nuestros soldados
han entrado en la trinchera todas las obras estaban deshechas, y en el centro
hallaron un montón formado por treinta y dos cadáveres de carlistas.”
Episodio de las Batallas de Somorrostro. Don Carlos pasando revista a sus tropas |
La crónica de M. Araús continúa su narración: “A las diez y media la división Andía ha pasado el rio por el puente de
barcas de Musquiz, empezando a atacar el Montaño por la pendiente oeste. Pero a
juzgar por la escasa fuerza que llevaba (dos batallones) y por el alto que hizo
al llegar a una meseta, situada en la parte media del monte, debo presumir que
el movimiento tenía sólo el carácter de distracción de fuerzas enemigas. Desde
la cresta de rocas del monte unos mil carlistas, tendidos en el suelo,
sostienen un nutrido fuego”
Según nos describe La Ilustración Española y Americana el
enemigo había reforzado las defensas del Montaño: “Aquí debo decir que, según noticias fidedignas, los carlistas han
aumentado recientemente sus obras de defensa en aquel punto, construyendo
nuevas trincheras con barricas llenas de piedras, con masas de mineral, con
ruedas de wagones, y aun haciendo barrenos y minas para hacerles volar cuando
avancen hasta allí las tropas.”
El movimiento sólo había sido un
amago por la izquierda del frente para intentar distraer a los carlistas del
verdadero ataque liberal que va a producirse por el centro. El propio Jefe del
Estado Mayor lo explica en el comunicado que le manda a las nueve y treinta y
cinco de la noche, desde el Cuartel General en La Carreras, al Ministro de la
Guerra: ”Como dije a V.E. en un despacho
de esta mañana, al amanecer se rompió el fuego en toda la línea, que se sostuvo
no muy vivo por el enemigo. A las doce dispuse que toda la artillería jugase
sobre las posiciones de San Pedro Abanto y casas próximas, teniendo ya los
generales Primo de Rivera y Loma dispuestas dos columnas de á cuatro batallones
para atacar por los dos flancos, tanto la iglesia de San Pedro como las casas
llamadas de Murrieta. A la una se lanzaron las columnas con ímpetu á las
posiciones enemigas, de las que se rompió un vivísimo fuego de fusilería de la
doble y triple línea de trincheras en que se guarecían. En tanto dispuse un
amago de ataque por el puente de Musquiz a las posiciones de Montaño.”
Fotografía del Montaño |
Los liberales volvían a
encontrarse en la misma situación: obligados a lanzar todas sus fuerzas por el
centro hacia San Pedro de Abanto, como ya ocurrió en la derrota de Morriones un
mes antes. La batalla se acercaba al momento de mayor intensidad como describe La Ilustración Española y Americana: “A las dos de la tarde el combate presentaba un aspecto imponente: el
fuego por ambas partes era horrible, y el estruendo de la artillería y de las
descargas de fusilería causaban pavor en el corazón más animoso”.
Unamuno también nos
relata este momento de la lucha, desde la perspectiva carlista del protagonista
de su libro Paz en la guerra: “Ignacio
y sus compañeros pasaron la mañana agazapados en un parapeto delantero a
Murrieta. Unos limpiaban el fusil, esperaban calmosamente otros a la faena. A
las doce la artillería liberal concentró sus fuegos contra la ermita de San
Pedro, que iba quedando hecha una criba y contra Murrieta. Pasado el puente de
Musques, disparó el liberal una fuerte columna al Montaño para distraer la
derecha carlista, avanzando en tanto por el centro a San Pedro a abrirles la
línea en cuña. De cuando en cuando se levantaba en la cresta del puntiagudo
Montaño una polvareda y al disiparse esta, veíase los jefes carlistas, en pie,
agitar los brazos y repartir sablazos de plano. Unos mil hombres, pegados como
lombrices al suelo de la cima rocosa, latían contra la tierra, recibiendo las
granadas del Janeo e impidiendo con sus fuegos el avance del enemigo.”
Al mediodía la artillería
republicana vomitó toda su carga contra la colina de San Pedro. Una hora más
tarde, cuando aún no se había acabado de disipar la humareda grisácea, dos
columnas comenzaron a avanzar. La de Primo
de Rivera compuesta por cuatro batallones lo hacía por la derecha. En la
vanguardia iba un batallón de Infantería de Marina, protegido por varios
batallones desplegados en guerrilla. La carretera ascendía en forma de ángulo
hacia una decena de casas que, divididas en dos grupos, uno más alto que otro,
formaban el pueblo de Murrieta.
Situado a menos de un kilómetro de San Pedro de Abanto tenían que ocuparlo para
lanzar desde allí el ataque final. Resguardados por una triple línea de
trincheras, tres batallones carlistas con más de un millar de soldados los
recibieron con un vivo fuego de fusilería.
Batalla de Murrieta, en San Pedro Abanto. Dibujo de J. Alaminos para Historia contemporánea: segunda parte de la Guerra Civil : anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Don Alfonso XII |
La
descripción que hace de ese instante La Ilustración Española y Americana
dibuja el dramatismo de la escena: ”las
tropas avanzaron, despreciando la muerte y electrizadas por el ejemplo, hasta
las posiciones que debían ser conquistadas, tomando a la bayoneta varias
trincheras carlistas y el barrio de Murrieta, importantísima posición a corta
distancia de San Pedro de Abanto. Los batallones de Estella, Las Navas, Barbastro,
Ramales y otros se cubrieron de gloria; el de infantería de Marina, compuesto
de bisoños soldados, hizo verdaderos prodigios de heroísmo; los jefes y
oficiales eran siempre los primeros en el ataque; pero ¡cuántos infelices
perdieron allí su existencia, o sellaron con sangre generosa su amor o las
instituciones liberales!”
Vista de San Pedro de Abanto desde Murrieta. |
La artillería situada en Las
Carreras intentaba proteger el avance: “vomitaba
metralla y granadas a muy corta distancia, reventando en todas las trincheras
carlistas y la polvareda que levantaba y el humo de la pólvora ocultaban a los
combatientes y oscurecía el cielo”.
Batería cubierta a la altura de Pucheta. Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición 30 abril de 1874 |
Primo de Rivera había recibido la
orden de tomar Murrieta a toda costa y, después del error cometido el primer
día, no estaba dispuesto a un nuevo fracaso. Por tercera vez ordenó el ataque.
Sus soldados encontraron más parapetos, tanto a derecha como a izquierda.
Envueltos entre tres líneas de fuego iban hacia una muerte inevitable.
Intentaron buscar refugio entre las casas sin que los oficiales lograran
controlar el caos. Preso de la rabia, el Mariscal desenvainó el sable y se
lanzó hacia sus tropas para obligarles a
avanzar, pero una bala le atravesó la espalda rompiéndole varias costillas y se
lo llevaron herido hacia la retaguardia. A pesar de ello, los carlistas se
vieron obligados a replegarse hacia San Pedro. Mientras la batalla ardía: “El fuego era horroroso en toda la línea:
los carlistas resistían desesperadamente; saltaban en ocasiones de sus
parapetos y cruzaban sus bayonetas con los que les atacaban con la misma arma”
y el General Loma también caía herido en Las Carreras.
27 de Marzo de 1874 el General Primo de Rivera, herido, es transportado a Somorrostro Dibujo de L. Urgelles para El Estandarte Real. Edición Marzo 1890. |
En diversos documentos se habla
de un Batallón de Zamora que avanza en el amago del ataque a primera hora de la
mañana y que luego presencia desde muy cerca lo que sucede en Murrieta. Aunque
imaginé a Antonio López en esa situación y ya tenía toda la escena construida,
la última información que he recibido sobre el historial de su unidad explica
que fue el 1er Batallón de Zamora el que hizo esos movimientos. El 2ª Batallón
donde estaba Antonio López, permaneció hasta medio día en la trinchera de la
tarde anterior, pero cuando la situación del combate era desesperada les pidieron
que fueran hacia Murrieta, donde la lucha era cruenta.
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