17 enero, 2014

Una fotografía del viejo Cine Duque

Hace ahora más o menos un año escribí aquí una entrada que titulé Historias del Cine Duque. En ella viajaba a un vago recuerdo de mi infancia más remota, incluso más lejos: a la niñez de mi padre.

http://dormidasenelcajondelolvido.blogspot.com.es/2013/02/historias-del-cine-duque.html

El viejo cine formaba parte de un pasado difuso que dejó de existir hace mucho tiempo, era el escenario de las historias de hambre y miseria, pero también de sueños, que tanto me gusta oírle contar, el lugar donde la realidad gris y triste de la posguerra quedaba en suspenso por unas horas e invitaba a soñar con personajes magníficos y lugares lejanos. ¿Cómo deberían reflejarse las películas en los ojos llenos de orfandad del niño que no conoció a su padre?

Quise acompañar el texto con alguna fotografía del edificio, pero, por mucho que busqué, no encontré ninguna, ni siquiera en ese océano de internet que tantas veces ha arrojado luz a los textos que escribo.

Ese inmenso océano arroja botellas con mensajes en la playa de este blog. De vez en cuando, en la marea del correo electrónico, encuentro las palabras de algunos desconocidos -hasta ese momento- que encontraron mis textos y querían compartir conmigo sus sensaciones. He encontrado palabras de ánimo para continuar con la escritura de la novela, agradecidos a los que algunos de mis artículos les había traído recuerdos o emociones; personas que también buscaban las historias que duermen en el cajón de su olvido y me pedían consejo sobre cómo rescatarlas, sobre las pistas que deben seguirse o lugares donde pueden encontrar ayuda para encontrarlas; he recibido fotografías, textos, retratos, de los paisajes y personas donde antiguos antepasados comunes combatieron; recomendaciones de libros; detalles que matizan y enriquecen algunas de las historias que cuento y, hasta ahora, solo un comentario desagradable y fanático que no quise publicar. También gracias a este blog contactó conmigo mi tío Pepe de Ronda,  que a los sesenta años descubrió que su padre era mi abuelo y su búsqueda le llevo a un texto donde yo hablaba del José Castro Peregrina que él estaba buscando.

Hace bastantes meses recibí un correo de Carlos desde Málaga. Había reconocido el paisaje de su infancia en el mío y me contaba algunas imágenes cotidianas que habían permanecido en su recuerdo y que despertaron otras muy parecidas que yo conocía. Un tiempo más tarde leyó mis viejas historias del Cine Duque y me escribió para decirme que tenía una fotografía que yo no había encontrado.

Esta mañana en el buzón me he encontrado con un email suyo y en su interior la imagen que aparece más abajo.


Yo no recuerdo el cine, pero si esa esquina, la puerta metálica y el toldo raído. Recuerdo una imagen borrosa a través de esa puerta que se abría a una tienda. En esa imagen, probablemente falsa –la memoria nos traiciona muchas veces- se ven frutas apiladas en cajas, sacos abiertos de legumbres secas y garrafas de aceite.

El paso del tiempo y el olvido aumenta en nuestra imaginación el tamaño que tenían las los espacios de la infancia, engrandece los objetos y las distancias. Yo no imaginaba el cine ocupando esa esquina, sino más al centro de la calle y creía que sería un poco más grande. Pero me ha alegrado mucho poder ver esa fotografía y quiero compartir aquí ese regalo que me ha hecho Carlos. Así, si alguien busca en internet una fotografía del Cine Duque ahora podrá encontrarla y llegar a la orilla de este blog y conocer sus historias y quizás compartirlas…


Posdata.- Mi padre me confirma que en la esquina hubo una tienda, muchos años después de que cerrara el cine, pero que antes allí estaba el bar de Joaquín y que, donde ahora se levanta el edificio que hay a la derecha, antes estaba el solar del cine de verano.

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