30 abril, 2018

Los héroes de La Nueve


El 8 de septiembre de 1944, solo dos semanas después de liberar París, la 2ª División del General Leclerc se puso de nuevo en marcha hacia el este. Antes de entrar en territorio alemán, el avance aliado debería enfrentarse a un gran obstáculo: la Línea Sigfrido, 630 kilómetros de defensas con miles de bunkers y túneles situados en la frontera.

Cuatro días más tarde La Nueve encontró los primeros focos de resistencia alemana en Andelot, donde tomaron más de trescientos prisioneros. La siguiente dificultad iba a ser el Mosela. La Compañía tuvo que dividirse en varios destacamentos para cruzar el río y establecer una cabeza de puente en la otra orilla, en el pueblo de Châtel, pero los alemanes estaban dispuestos a mantenerlo bajo su dominio a toda costa y lanzaron un fuerte contrataque. A pesar del éxito de su acción defensiva, La Nueve tuvo que aceptar, aunque con indignación, la orden de replegarse. El 18 de septiembre los españoles cruzaron, con el agua fría hasta la altura del pecho, de nuevo el Mosela encargándose del flanco sur del ataque final.

En los días posteriores disfrutaron de una cierta calma que aprovecharon para reorganizarse. Cuarenta reclutas reemplazaron a los soldados muertos o heridos. Los alemanes mientras tanto reforzaban sus defensas en la zona de Los Vosgos. El objetivo principal de los aliados en el frente sur era Estrasburgo, pero antes de tomar la capital alsaciana era necesario salvar la línea defensiva situada en Baccarat. Leclerc ordenó entonces un ataque audaz por la ruta más difícil, la menos esperada: a través del bosque de Mondón. El último día de octubre, la vanguardia de La Nueve entró en el pueblo y durante los dos días siguientes fue tomando diferentes localidades a lo largo de un frente de una veintena de kilómetros. La Campaña en Lorena había terminado. A partir de ese momento tenían que avanzar por Alsacia hacia el último objetivo en suelo francés: Estrasburgo.

El 10 de noviembre la Nueve recibió la orden de regresar a primera línea de combate al mando del teniente Amado Granell, ya que el capitán Dronne había obtenido permiso para visitar a su familia por primera vez después de cuatro años. La misión de la 2ª División de Leclerc era apoyar el ataque estadounidense que debía abrir una brecha en el frente, pero había encontrado dificultades imprevistas en la bolsa de Bandonviller. A pesar de tener un tercio de la compañía de permiso en Nancy y la mitad de los vehículos estropeados, Granell consiguió localizar a parte de sus hombres y cumplir una orden que había llegado de forma imprevista. Las numerosas bajas diezmaron la compañía que pasó a la reserva.

Para entonces La Nueve era menos “española” ya que las bajas habían sido cubiertas por reemplazos franceses. El día 22 estaban a las puertas de Estrasburgo después de avanzar más de cien kilómetros en apenas seis días. Granell, con problemas de salud desde hacía semanas, fue reemplazado en el mando. A pesar de ello, la tricolor francesa ondeaba por fin en la Catedral de la capital alsaciana y la Nueve daba por cumplido el juramento que se había hecho en la ciudad libia de Koufra al principio de la guerra: la liberación de Francia.

HalfTrack de la División Leclerc en Estrasburgo

Raymond Dronne, ascendido a comandante, retomó el mando de una compañía muy diferente, formada en su mayoría por jóvenes reclutas. Tras la conquista de Estrasburgo comenzó una dura campaña para la liberación de Alsacia que se iba a encontrar con la fuerte defensa de los alemanes en la zona de Los Vosgos. Sobre un terreno nevado y con temperaturas de 20 grados bajo cero, la División de Leclerc recibió la orden de dirigirse al bosque de Grussenheim, donde se había visto frenado el avance estadounidense. El malestar entre los republicanos españoles había aumentado porque a las duras condiciones de combate se añadía su deseo incumplido de que los aliados atacaran la dictadura de Franco.

Un descanso de La Nueve después de liberar Estrasburgo
El 23 de abril la División se volvió a poner en marcha. Después de cruzar el Rhin y el Danubio recibió la orden de avanzar hasta Berchtesgaden. Se trataba de un objetivo de alto valor simbólico ya que allí se encontraba el Nido del Águila, la residencia de descanso de Hitler y los altos jerarcas nazis. Entonces se inició la carrera entre franceses y americanos por ser los primeros en llegar. Y aunque las películas estadounidenses le atribuyen el mérito a la Compañía Easy de la 101ª División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos, cuya historia se narra en la magnífica serie Hermanos de sangre, fueron los franceses los que llegaron un día antes. La Nueve tuvo que enfrentarse en el desfiladero de Inzell a dos compañías de las SS, los últimos y más fanáticos nazis habían minado la carretera y la vía férrea. Mientras tanto, otra compañía francesa lograba tomar el Nido del Águila por un camino con menos riesgo. En reconocimiento al esfuerzo realizado, los españoles que quedaban en la Nueve encabezaron la entrada de las tropas aliadas en el último santuario del nazismo.

De los 160 hombres que habían desembarcado en Francia apenas un año antes, solo quedaban 14, 35 estaban muertos y el resto habían resultado heridos.

Una vez más esos hombres volvieron a ser traicionados. Habían combatido al fascismo con la ilusión de que, una vez derrotado en toda Europa, los aliados les ayudarían a vencerlo en España. Pero tras el final de la guerra los estadounidenses mantuvieron a Franco en el poder y acabaron así con todas sus esperanzas. Más tarde llegó el olvido. La mayor parte de ellos sobrevivió en Francia durante décadas. Amado Granell recibió la Legión de Honor, la más importante distinción francesa, de manos del propio General Leclerc y rechazó el ascenso a comandante del ejército francés porque, para ello, debía renunciar a la nacionalidad española. Unos años después decidió regresar a Valencia, donde moriría en accidente de tráfico.

Solo queda un superviviente de La Nueve, el almeriense Rafael Gómez Nieto, un zapatero que entró en París sobre el blindado Guernica y que, cuando llegó la paz, se quedó a vivir en las cercanías de Estrasburgo sin contarle demasiados detalles  de sus peripecias a sus propios hijos.

Rafel Gómez Nieto, único superviviente de La Nueva con las alcaldesas Carmena e Hidalgo
Como comentaba al final del artículo anterior, en el año 2004 Francia comenzó por fin a rendir homenaje a los republicanos españoles que lucharon por liberarla, pero en su país, en España, su historia permanecía sin reconocimiento. Hace solo un año, en abril de 2017 las alcaldesas de Madrid y de París, Manuela Carmena y Anne Hidalgo inauguraron en el barrio de Ciudad Lineal el Jardín de los Combatientes de La Nueve.

“Ese día las campanas de muchas ciudades del mundo sonaron por la libertad”, afirmó Hidalgo. “Muchas campanas, pero no las de Madrid. Aquí solo hubo silencio, porque con el franquismo no había libertad”, agregó Carmena. Setenta años después la gloria de los héroes de La Nueve fue recordada en el país que tanto quisieron y al que la muchos de ellos no pudieron regresar. Como dijo la escritora Almudena Grandes en el acto: “los de La Nueve no han llegado a París, sino a Madrid, donde querían llegar”.

“Los hombres de La Nueve habían abrazado nuestra causa espontánea y voluntariamente. Eran, verdaderamente, combatientes de la libertad. Las tumbas de sus muertos jalonan la ruta gloriosa y dolorosa que siguieron desde Normandía a Berchtesgaden, y los supervivientes tuvieron el orgullo y la satisfacción de terminar la guerra en el santuario del nazismo del Nido del Águila”. Raymond Dronne.

Documental titilado La Nueve. Los olvidados de la victoria
https://www.youtube.com/watch?v=sL6u2XdVpz0

22 abril, 2018

Los españoles que liberaron Paris


Unos minutos después de las nueve de la noche del jueves 24 de agosto de 1944 un escuadrón de 160 hombres, de los cuales 146 eran españoles, montados en 22 semiorugas y 3 tanques Sherman, entraban en París por la Porte d’Italie. La plaza estaba llena de personas que huyeron despavoridas ante el estruendo de los vehículos, pensando que solo podía tratarse de las tropas alemanas que, con doce mil soldados, aún controlaban la capital. Más tarde comenzaron a acercarse y vieron que los vehículos eran americanos, pero los nombres que llevaban pintados en el carenado: Ebro, Brunete, Guadalajara… y los banderines tricolores  rojo, amarillo y morado recordaban a batallas en España. Eran los combatientes republicanos que venían a liberar la capital francesa.

Tras unos momentos de entusiasmo, el escuadrón que había llegado hasta allí sin mapas y con la única ayuda de una guía Michelin siguió avanzando tras un motorista armenio que se ofreció voluntario para llevarles hasta su objetivo: el Ayuntamiento. Los blindados fueron dejando atrás calles desiertas, cruzaron el Sena por el puente de Austerlitz y continuaron sin detenerse por los muelles de la orilla derecha. A las 21:22  el destacamento se desplegó en defensa de erizo frente al Hôtel de Ville con órdenes de repeler cualquier contraataque. Dos minutos más tarde las campanas de Notre Dame comenzaban a tañer seguidas por las de toda la ciudad, anunciando su liberación. Una avalancha de gente invadió las calles abrazando a los soldados y el himno de La Marsellesa comenzó a sonar por todo París.
Domingo Barrios, soldado de La nueve en el blindado Guadalajara, frente al Ayuntamiento de París
Amado Granell, un castellonense de Burriana que se había afiliado a la UGT, había sido concejal por Izquierda Republicana y  se alistó como voluntario en la Guerra Civil donde combatió en “el Batallón de Hierro”, era el teniente que estaba al mando. "Las campanas de París nos conmovieron. El combate no nos había endurecido completamente. Todos teníamos lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Yo traté de cantar con los otros pero no pude. Esa enorme emoción, aquel gran entusiasmo, significaba simplemente la libertad, la victoria".

A la mañana siguiente llegaron hasta el Hôtel Meurice en la vía Rívoli, donde estaba situado el cuartel general del gobernador alemán Dietrich Von Choltitz. El general nazi había recibido órdenes claras de Hitler: “Es preciso que París no caiga en manos del enemigo, si no es convertido en un montón de ruinas”. Tres soldados españoles le exigieron la rendición. Ante las protestas del general por tener que rendirse a un soldado sin graduación, el extremeño Antonio Gutiérrez le contestó: “Soy español”. Pero… ¿quiénes formaban ese minúsculo grupo de españoles que se había anticipado en dos días al resto del Ejército de la Francia Libre y había ignorado las intenciones de los Aliados de pasar de largo sin tomar París? La Novena Compañía de la Segunda División Blindada del general Leclerc, más conocida por su nombre en español: La Nueve, era un batallón de choque que siempre combatía en primera línea.

Soldados de La Nueve acompañan a Von Choltiz detenido
Tras el avance alemán sobre Francia y el desastre de Dunkerque al principio de la guerra, la mayor parte de los republicanos españoles que no habían sido apresados por los nazis fueron acuartelados en los centros de instrucción de la Legión Extranjera en el norte de África.  Descontentos con la Francia de Vichy, colaboracionista con el enemigo, muchos de ellos atravesaron el desierto del Sáhara y las selvas ecuatoriales hasta llegar a Libreville para unirse a las fuerzas  del Corps Franc d’Afrique de la Francia Libre comandadas por el General De Gaulle.

Combatieron a los franceses colaboracionistas de Petain en Siria, a los italianos de Mussolini en Sudán y a las tropas del Afrika Korps del General Rommel en los desiertos de Libia y Egipto, participando en las batallas  de Bir Hacheim o El-Alamein y tomaron el puerto de Bizerta en Túnez.

En mayo de 1943, al finalizar la campaña en el norte de África, las diferentes unidades de  las fuerzas combatientes francesas se unieron en la 2ª División Légère Française Libre que no estaba dispuesta a ser una comparsa como querían los Aliados, sino a participar de forma activa en la liberación de su país. Casi dos mil voluntarios españoles acudieron a la llamada de De Gaulle a combatir al fascismo, buena parte de ellos estaban enrolados  en la 9ª Compañía de Marcha del Chad.

Pese a su mala fama de soldados rebeldes y las suspicacias que levantaban sus fuertes ideales de izquierdas, los republicanos españoles se ganaron pronto la confianza de sus mandos. Con experiencia en combate durante la Guerra Civil, mantuvieron algunos de sus principios: elegían a sus propios jefes de sección y arreglaban de forma interna sus problemas disciplinarios. Cuando Leclerc le encargó a Raymond Dronne el mando de la Nueve le advirtió que se trataba de una compañía especial: “esos hombres dan miedo a todo el mundo, pero son buenos soldados”. La hija de Dronne afirmó: “Los soldados españoles eran los preferidos de mi padre. No eran soldados fáciles de dirigir, querían  tener al frente a un oficial que se los mereciera. Capitanearles era un honor”. El idioma oficial era el castellano, en sus uniformes lucían la bandera tricolor republicana y, siguiendo la costumbre francesa de bautizar todos los vehículos, pintaron en los suyos los nombres de las batallas en las que habían combatido en España.

Raymond Dronne, capitán al mando de La Nueve con su segundo: el teniente Amado Granell

La compañía se formó en Didjelli (Argelia) desde donde se trasladaron a Marruecos. En Casablanca fueron equipados con material americano para combatir como infantería mecanizada con unos medios muy diferentes  a los que estaban acostumbrados en la infantería tradicional.  Tras un periodo de formación para adaptarse a sus nuevos vehículos, partieron hacia la zona de Pocklington en el norte de Inglaterra. En agosto de 1944 cruzaron el Canal de La Mancha. Tras varios días de espera, el día 4 desembarcaron en las playas de Normandía cantando “La cucaracha” por la lentitud de la operación.

La Nueve fotografiada en Pocklington


Su primera misión en terreno francés fue apoyar a los estadounidenses en su intento de frenar los contraataques enemigos. Su bautismo de fuego se produjo el 14 de agosto en Ecouché, el pueblo fue tomado tras varios días de combates en los que sufrieron las primeras bajas. Pese a su inferioridad numérica un golpe de mano les permitió capturar a 130 soldados enemigos y a un coronel.

Los mandos aliados habían dado instrucciones de rodear la capital francesa. No querían hacer frente a la logística que representaba abastecer a una ciudad de cinco millones de habitantes, ni tampoco fortalecer el papel de los franceses en la guerra, al menos hasta que De Gaulle no se impusiera al liderazgo comunista de la Resistencia. Sin embargo en París no estaban dispuestos a esperar y el Partido Comunista francés convocó una huelga general. Tras la toma del Ayuntamiento solicitaron la ayuda de las tropas del general Leclerc, que dio la orden a sus secciones de carros de combate  de avanzar sin consultar al mando aliado. Faltaban doscientos kilómetros por la carretera nacional 20 hasta su objetivo que iban a cubrir sin apoyo aéreo. La Nueve iba en cabeza.

Después de vencer los primeros focos de resistencia en Longjumeau  continuaron hasta Antony y Fresnes donde tuvieron que superar las defensas alemanas. A poco más de veinte kilómetros de su objetivo, cuando la ruta parecía abierta, el capitán Dronne recibió de forma inesperada la orden de detener su avance y replegarse hacia al sur de la Croix-de-Berny. Aunque desobedeció la primera vez, tras dos nuevas confirmaciones, se vio obligado a acatar una orden que no compartía. El general Leclerc se dirigió entonces hacia donde se habían detenido para decirle a Dronne que las órdenes absurdas no deben obedecerse y avanzara hacia París con la mayor rapidez posible.

El resto es ya historia, una historia silenciada. Cuando dos días después de la liberación se produjo en París el desfile de la victoria, los vehículos con nombres españoles tuvieron un lugar destacado en la celebración en los Campos Elíseos, donde los soldados republicanos desfilaron con todos los honores, a pesar de que el general estadounidense Gerow había vetado su presencia por desobedecer las órdenes del alto mando aliado. 


Más tarde Francia se olvidó de ellos. A De Gaulle y al chovinismo francés no les interesaba reconocer el mérito y la heroicidad de los españoles. Cuando el diario Libération publicó en portada la foto del encuentro del teniente de la Nueve con el jefe de la Resistencia, se olvidó de que se llamaba Amado Granell y era español.



Durante décadas la gesta de La Nueve durmió en el cajón del olvido hasta que una periodista española, Evelyn Mesquida, rastreó la maravillosa historia de los españoles que liberaron París y, con la ayuda de la entonces concejal de París Anne Hidalgo, una gaditana hija de republicanos, consiguió que se reconociera a nuestros héroes en el año 2004. Sesenta años después se inauguró una placa que reza: “A los republicanos españoles, principal componente de la columna Dronne”. El alcalde de París Bertrand Delanoë recordó en su breve discurso de homenaje: “Si hoy Europa construye su democracia en libertad se lo debemos a quienes en su momento supieron resistir”.

Pero la gloria de la Nueve no acaba con la liberación de París y su gesta merece otro artículo de este blog.