21 enero, 2018

La batalla de Narvik

El 9 de abril de 1940 la Wehrmacht -las fuerzas armadas alemanas- invadió Dinamarca y Noruega. Hitler decidió adelantarse así a los británicos y, con la excusa de «asegurar la neutralidad de ambas naciones», las puso bajo su control. Tenía especial interés en los puertos del norte de Noruega por su importancia estratégica para el transporte del hierro procedente de las minas suecas, vital para la industria bélica alemana.

Dinamarca capituló, pero los noruegos intentaron resistir a un ejército muy superior. El momento histórico queda magníficamente narrado en la reciente película La decisión del rey. Ante esa situación, los británicos, conscientes de que nada podían hacer para impedir el avance alemán, decidieron centrar sus objetivos en los puertos del norte, a donde enviaron un contingente de soldados para ayudar a los noruegos.

Entre ellos se encontraban dos batallones de la 13ª Demi-Brigade de la Legión Extranjera francesa. Esta unidad había sido creada apenas dos meses antes y estaba formada por unos dos mil soldados, más de la mitad de los cuales eran antiguos combatientes republicanos españoles. El general Béthouart, que los comandaba, los describe así: “morenos, alborotadores, difíciles de mandar, pero de una valentía extraordinaria".

Se habían preparado en el calor ardiente del norte de África y, tras embarcarse en Orán y pasar por Marsella, se les acabó de formar en el campo militar de la Vallbone, junto a las montañas fronterizas con Suiza. Embarcaron de nuevo en el puerto de Brest, para acabar zarpando desde Inglaterra entre el 18 y el 20 de abril con la misión de adentrarse sigilosamente en territorio noruego.

El Almirante Darlan inspecciona a las tropas antes del embarcar en el puerto de Brest

El principal objetivo era el puerto de Narvik, situado al fondo del largo fiordo Lofoten. Para acceder a él hay que adentrarse en una abrupta costa moteada de islas, donde las montañas descienden sobre el mar. La ciudad más boreal con ferrocarril se encuentra enclavada sobre un promontorio rocoso en la punta de una península. Las temperaturas suaves de la corriente del golfo impiden que las aguas del mar de Noruega se congelen; a diferencia de los puertos suecos del Golfo de Botnia, que quedaban inutilizados con las bajas temperaturas. Eso provocaba que Narvik –a apenas cuarenta kilómetros de la frontera con Suecia- fuera el puerto natural para el mineral de hierro del país vecino.



Antes de la llegada de los soldados españoles se habían producido la 1ª y la 2ª Batalla de Narvik, un enfrentamiento naval, en el que los barcos de guerra británicos atacaron en el fiordo ocho destructores enemigos. Tras dos horas de combates los barcos alemanes no pudieron maniobrar por falta de combustible y se quedaron sin munición, por lo que sus tripulaciones optaron por encallarlos en las rocas y unirse al ejército de tierra.

Puerto de Narvik tras el primer ataque aliado.

No obstante, para tomar Narvik iba a ser necesario el desembarco de tropas anfibias en las estrechas aguas del fiordo, algo a lo que se negaban los británicos, aún marcados por el fracaso de Gallipoli durante la Primera Guerra Mundial. El General francés Bethouart tomó la decisión de realizar esta delicada operación que le fue asignada a la 13ª Demi-Brigade.

Finalmente en la medianoche del 12 de mayo desembarcaron en Bjerkvik, un pueblo de pescadores a unos quince kilómetros al norte de Narvik.  Fue el primer desembarco bajo fuego enemigo de la contienda: una acción de duró treinta interminables minutos. Los primeros en tomar tierra fueron tres tanques, tras los cuales iban las chalupas y balleneras donde se agolpaban  los legionarios del 1er Batallón. Dada la claridad de la noche en esa época del año sufrieron numerosos ataques aéreos, pero tras dos horas de intensa lucha el puerto en ruinas estaba controlado.



No obstante, el avance iba a ser muy difícil. Allí se encontraron la resistencia de dos Brigadas de Cazadores, las unidades especiales de montaña del ejército alemán, mandadas por el General Dietl, un militar con experiencia de combate en la I Guerra Mundial. Además se vieron obligados a ascender por terrenos escarpados que facilitaban la defensa de sus enemigos.

El testimonio de la batalla lo podemos encontrar en la obra Con la Legión Extranjera en Narvik del capitán francés Pierre Lapie: «Los españoles reconocían en aquellos caminos tortuosos algo parecido a sus propias sierras. Saltaban de un lado para otro como tigres y nunca parecían estar agotados. Si hubo algunos oficiales que tuvieron aprensión de aceptar en la Legión —creyendo que eran comunistas— a los republicanos españoles, ahora estaban orgullosos y satisfechos de su espíritu de lucha».

El 2ª Batallón que había desembarcado detrás del puerto con el apoyo de dos tanques debía tomar la cota 220, donde una unidad de combate alemana cubría la retaguardia con tres ametralladoras. Tras avanzar por un torrente de agua y nieve que les llegaba hasta la cintura consiguieron inutilizar dos de ellas, pero la tercera impedía cualquier avance. Los archivos de la Legión Extranjera en sus carnets de marche describen el heroísmo de los 39 legionarios que participaron en el asalto, la mitad de ellos españoles. “Salir del resguardo de las piedras era exponerse a la muerte segura, pero era necesario hacerlo. El último asalto lo dieron tres legionarios españoles –Málaga, Pepe y Gayoso- dos de los cuales no tardaron en desplomarse barranco abajo segados por los tiros de la cuarta ametralladora; el tercero consiguió poner un pie en la cornisa, derribar la máquina de un puntapié y de un culatazo derribar al oficial alemán. Así fue ocupada la cota 220”. Gayoso recibió la primera medalla militar francesa de las muchas que iban a recibir los legionarios españoles.
Puerto de Narvik

Envalentonados por su éxito, quisieron proseguir el avance hasta Narvik, pero recibieron órdenes de cesar las operaciones. Durante diez días se atrincheraron y se vieron sometidos a numerosos ataques aéreos de los Stukas mientras los enemigos recibían refuerzos de un batallón paracaidista.

La invasión alemana de Francia hizo que un fiordo al norte de Noruega pasara a tener una importancia secundaria. Sin embargo estaban decididos a tomar y destruir el puerto de Narvik. La operación fue diseñada para la medianoche del 28 de mayo y, de nuevo, los encargados de realizarla iban a ser la 13ª.

El 1er. Batallón debía avanzar dos kilómetros por el fiordo antes de desembarcar en la playa, dominada por un abrupto acantilado sobre el que pasaba la vía del ferrocarril. Con el apoyo de la artillería naval, la 1ª Compañía escaló y conquistó las posiciones alemanas, tras cuarenta minutos de dura ascensión bajo los disparos enemigos. Sin embargo, la 2ª compañía tuvo que combatir a una potencia de fuego mayor que le impedía progresar. El segundo ataque a cargo del 2º Batallón debía reforzar la cabeza de playa, pero tuvo que hacer frente a la artillería alemana que se encontraba a cubierto en los túneles del tren. En medio de la confusión lograron encontrar una nueva línea de avance sobre la vía férrea.

Alrededor de las ocho de la mañana un violento contraataque alemán apoyado por la Luftwaffe obligó a las tropas a replegarse, amenazando toda la cabeza de la playa. A pesar de ello, no fueron reembarcadas y se lanzaron nuevamente al combate y a las siete de la tarde habían asegurado todos los puntos críticos del acantilado. Hasta esa hora el 2ª Batallón, reservado para el asalto final, no logró alcanzar su posición a causa de la aviación. El ataque final se pospuso hasta las 4 de la madrugada del día siguiente, lo cual permitió a los alemanes evacuar la ciudad durante la noche. Narvik fue liberada el 28 de Mayo.

Legionarios de la 13ª DBLE cruzan la vía férrea entre Narvik y Suecia

Los aliados continuaron persiguiendo a las tropas alemanas que realizaron una última defensa para evitar refugiarse tras la frontera sueca y tener que pasar allí como internados el resto de la guerra. Cuando los legionarios españoles estaban apenas a una decena de kilómetros de la frontera les llegó la orden de retroceder. A partir del 4 de junio las tropas aliadas fueron evacuadas en el mayor de los secretos. Los legionarios de la 13ª fueron los últimos en embarcar. Los acemileros, la mayoría de ellos españoles, se negaban a abandonar allí a sus animales. Pero el desastre aliado frente a la invasión alemana de Francia confirió extrema urgencia a las órdenes.

El 8 de Junio los alemanes se adentraron en Narvik y solo un día después se produjo la rendición del ejército noruego y la marcha al exilio del rey Haakon VII.

La 13ª llegó a Brest para participar en la defensa de Bretaña, pero se vio obligada a embarcar hacia Inglaterra bajo el ataque de la Luftwaffe. Semanas más tarde, cuando el General de Gaulle les pidió que se unieran a las tropas que iban a combatir al enemigo en las colonias, los legionarios españoles dieron un paso al frente para formar el núcleo de las Fuerzas Francesas libres que iban a luchar en Siria y en el Norte de África.




En Noruega habían caído más de la mitad de sus compañeros combatiendo al fascismo (se calcula que unos 500 españoles). En el cementerio de Narvik aún pueden verse sus nombres.


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