02 agosto, 2013

La batalla de Monte Muro III. Segundo día de lucha.

No hay nada mejor para situarnos en la posición de la batalla en la mañana del 26 de junio de 1874 que la lectura de las órdenes: “El movimiento de hoy 26 será el mismo que se previno en las instrucciones circuladas a los Sres. Generales con las diferencias siguientes: La artillería del Primer Cuerpo romperá el fuego con la batería de a 12 cm contra la posición más importante del enemigo o contra sus baterías; las demás baterías lo harán contra Grocín, cuyo pueblo han de ocupar las fueras del 1er Cuerpo luego que el fuego de la artillería situada en Murillo haya facilitado su ataque haciendo que lo desalojen los enemigos, dejando en él una batería como debe haber otra en Arandigoyen. La señal de ataque y de movimiento se indicará desde Murillo con tres cañonazos, formando a las 6 de la mañana todas las tropas.”

Batalla de Monte Muru. 26 de junio de 1874
Se tocó diana a las cuatro de la mañana para que las tropas estuvieran formadas en sus puestos a las seis como había ordenado Concha. Se había dado la orden de ataque para las siete y media, pero en ese momento se recibió un parte del general en jefe, dirigido a todos los cuerpos, en el que se suspendía el avance por no haber llegado el convoy de provisiones. El retraso favoreció a los carlistas que reaccionaron ante el movimiento envolvente que intentaban los liberales y corrieron algunos batallones hacia Monte Muro para aumentar las defensas de los puntos más amenazados. Las posiciones enemigas, defendidas al principio con siete batallones, habían sido reforzadas, llegando a acumular dieciocho batallones en algunos puntos.

El Marqués del Duero se desesperaba por el retraso del convoy: “¡Qué dirán en Madrid! ¿Qué creerán los carlistas al ver que no les atacamos? Y, sin embargo, no es posible obligar á estos soldados á hacerlo sin alimento.”

El avance liberal se iba a encontrar con más obstáculos como podemos leer en el Tomo II de Los Anales de la Guerra Civil: “Al medio día se supo que el convoy se había extraviado. Pero no fue éste el único entorpecimiento que sufrieron las operaciones, puesto que habiéndose desencadenado aquel día una furiosa tormenta, se convirtieron los campos en lagos en muchos puntos y se pusieron los caminos intransitables y la lluvia, que no dejaba de caer, azotaba los débiles cuerpos de los soldados abrumados bajo el peso de sus empapados uniformes, fusiles y mochilas. Las trincheras carlistas se anegaron también.”

La misma publicación continua el relato: “Viendo que no llegaba el convoy y no pudiendo reprimir su impaciencia, el marqués del Duero resolvió continuar las operaciones con sus extenuadas tropas. Rompió fuego de artillería sobre Zurucain, que fue tomado después a la bayoneta. Al ver los soldados republicanos que no llegaba el convoy de víveres, prorrumpieron en desesperados gritos pidiendo sus raciones, empezando a manifestarse cierto desorden en las filas del ejército republicano, lo cual obligó al marqués del Duero a suspender durante unas horas el ataque que continuó después contra Abárzuza, cuyo pueblo cayó en poder de las tropas republicanas.”

El general Concha lo cuenta así en el telegrama que mandó a Madrid: “Cuartel General de Abárzuza 27 de junio. Ayer, contrariado por la tardanza de un convoy de Oteiza, no pude empezar el ataque hasta las cinco de la tarde. A las siete y medio, y en tiempo de un temporal de agua, fue tomado el pueblo de Zurucaín y a las ocho y media éste de Abárzuza, defendido por ocho batallones, ocupándose al mismo tiempo Zábal. El ejército ha pernoctado en estos pueblos. El primer Cuerpo continúa en Villatuerta y Arandigoyen y una brigada en Murillo. La artillería ha jugado perfectamente. Las tropas se han conducido a satisfacción. Los batallones que recibieron la orden de atacar lo hicieron a la carrera. Nuestras pérdidas han sido de cien heridos. Ignoro en estos momentos los muertos. Espero la llegada del convoy para racionar y continuar mi movimiento”

Compañías de bagajeros del ejército, cerca de Abárzuza.
Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición 15 de julio 1874
Pérez Galdós nos describe también la situación:
“En la mañana del 26 me encontré, sin saber cómo ni por qué, en el Cuartel General de don Manuel de la Concha. Éste tenía todo dispuesto para dar la batalla; pero hubo de retrasarla por la tardanza de un convoy que le era indispensable para racionar y municionar debidamente a las tropas. La impaciencia y malhumor del General en Jefe se comunicaron a cuantos estaban cerca de él. Por fin, a las tres de la tarde, en vista de que el convoy no llegaba, ordenó atacar al enemigo. Yo me retiré a retaguardia porque no había ido a la campaña con miras heroicas. El Sargentico, que todo lo sabía o lo adivinaba, me dijo que la línea carlista se extendía desde Dicastillo hasta el puerto de Eraul, y que el pueblo que atacaban los nuestros era Abárzuza. Hubo un momento en que estuve muy cerca del General Concha; le vi a caballo, revestido de su impermeable, echando los anteojos al lugar del combate.
No bien empezaron a disparar los cañones, estalló en los aires una horrísona tempestad de truenos, rayos, centellas y demonios coronados. El espectáculo que daban juntamente el cielo y la tierra, confundiendo su furor y estruendo, pertenecía ¡vive Dios!, al orden de las cosas más sublimes que pueden verse en la vida. No sabré yo deciros que mis ojos percibieron los pormenores de la lucha, ni tampoco preciso el tiempo que duró. Sólo sé que después de abrasar con incesante fuego a los pueblos enemigos, lanzáronse contra ellos en frenética legión las tropas.”
A las tres de la madrugada llegó la noticia: el convoy que había partido de Oteiza con las provisiones se había perdido y se vio obligado a desandar el camino, pero ya estaba cerca. Concha confirmó entonces las órdenes para tomar las cimas que rodeaban Estella y entrar en la ciudad, mientras algunos de sus habitantes, presos de pánico, comenzaban a abandonarla. El temporal añadió más dificultades a los soldados: “El ejército, que en su mayor parte había tenido que descansar a la intemperie en las posiciones conquistadas con tan grandes esfuerzos, se hallaba rendido de fatiga, hambriento y empapado de agua, que con tal inclemencia  caía sobre ellos. La noche había sido horrible: sólo en el norte de España hace frío en Junio”
A lo largo del segundo día, la 2ª División del 1er Cuerpo se mantuvo en sus posiciones en Arandigoyen. Como ya había ocurrido en San Pedro de Abanto, Antonio López había permanecido como un espectador de las acciones cercanas, pero, una vez más, lo peor le esperaba al tercer día.

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