11 junio, 2020

El Regimiento de Zamora


Hace unas semanas contacté con la Biblioteca del Ministerio del Ejército para solicitar información sobre el Regimiento de Zamora nº 8 en el que combatió mi tatarabuelo Antonio López Martín durante la Tercera Guerra Carlista. Diez años más tarde volvía a retomar la investigación histórica sobre la novela que tenía en el abandono. Había pasado una década desde que la magia de internet me permitió acceder a revistas y libros de la época que narraban con detalles muy precisos aquella guerra, pero aunque aparecían referencias concretas sobre el Regimiento, sus acciones se perdían en la confusa narración de las batallas.

En cuanto las administraciones volvieron a abrir después de la pandemia, recibí la diligente respuesta en la que, con toda amabilidad, me adjuntaban documentación. Con ella he actualizado algunas entradas de este blog relacionadas con la Batalla de San Pedro de Abanto y, en breve, lo haré con las de Monte Muro. Entre el material recibido, me enviaron una copia del libro Historia del Tercio de Zamora y Regimiento de Infantería del mismo nombre, escrito en 1903 por Maximino de Barrio Folgado.

Su lectura me ofreció una maravillosa lección de historia que arranca en el 1580. Ese año se formó el Tercio de Bobadilla con 3000 hombres de la comarca de Zamora. Los soldados, repartidos en 12 compañías, estaban al mando del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla. Los viejos tercios españoles tomaban el nombre de las ciudades o provincias que nutrían sus filas o también de sus comandantes. Su enseña de color bermejo llevaba las armas de la ciudad de Zamora, consistente en el brazo de Viriato y el puente de Mérida. Su bautismo de fuego se produjo en la conquista de Portugal que libraba Felipe II.

Terminada la pacificación de Portugal y de las Azores, el Tercio de Bobadilla, también conocido como el de Zamora, fue enviado a Flandes a combatir bajo las órdenes de Alejandro de Farnesio. Como los británicos dominaban los mares, tuvieron que atravesar medio continente en largas marchas a pie hasta su destino. Nada más llegar participó en la Batalla de Empel. Durante los días 7 y 8 de diciembre de 1858, los hambrientos soldados se vieron acorralados por la subida del agua. Los holandeses habían abiertos los diques obligándoles a refugiarse en el islote de Bommel, situado entre los ríos Mosa y Waal  y cercado por una armada de cien barcos. La helada congeló las aguas. La leyenda cuenta que la intercesión de la Inmaculada Concepción tuvo un papel relevante en la victoria y por ello, desde entonces, fue proclamada patrona de los viejos Tercios y de la actual infantería.

El milagro de Empel, obra del pintor Augusto Ferrer-Dalmau
Tras esa batalla, participaron en acciones militares en ciudades como Amberes, Colonia o Brabante y, más tarde, en las guerras de Religión en Francia luchando contra los protestantes. Tomaron parte en el sitio de Cambrai, la toma de Amiens o el sitio de Ostende.

Décadas más tarde, en 1643 para ser exactos, participaron en la Batalla de Rocroi, la más dolorosa derrota de los tercios y la más heroica, donde todos los soldados del Tercio de Bobadilla murieron en el centro del combate que fue barrido por la metralla enemiga.


Rocroi, el último tercio, por Augusto Ferrer-Dalmau

Durante la Guerra de los 9 años o del Palatinado, en la que la Gran Alianza conformada por la mayoría de los países europeos luchó contra la Francia de Luis XIV, el Tercio combatió en las batallas de Fleurus, Steinkerque, Neerwinden. Finalizó con la Paz de Riswick en 1697 por la que Francia devolvió a España las plazas que había ocupado en Cataluña y Flandes.

Durante la Guerra de Sucesión defendieron los intereses de los Borbones en Flandes luchando contra los ingleses. Las reformas que trajeron la llegada de Felipe V al trono supusieron el fin de los Tercios. Así nació el Regimiento de Zamora que participó en la desastrosa batalla de Ramillies, junto a las tropas francesas que combatían contra un ejército inglés, alemán y flamenco. A lo largo del siglo XVIII combatió en la Campaña de los Pirineos, en las guerras contra Inglaterra y Portugal y en campañas africanas.

La Guerra de Independencia de los EEUU llevó al Regimiento al continente americano, donde más tarde sofocaría revueltas en varios países como México, Santo Domingo o Perú.

Las guerras napoleónicas llevaron a los soldados de Zamora a combatir junto a los franceses en remotas regiones del Norte de Europa como Pomerania o  la península danesa de Jutlandia. Cuando Napoleón invadió España, se encontraron a miles de kilómetros de nuestro país, bajo órdenes del que había pasado a convertirse en el enemigo. Las tropas comandadas por el Marqués de la Romana juraron lealtad a los intereses españoles y, tras un azaroso periplo por varias islas danesas, lograron escapar en botes pesqueros y llegar al puerto de Goteborg, desde donde embarcaron hasta Santander.


El Juramento del Marqués de la Romana, obra de Manuel Castellano
A partir desde entonces el Regimiento fue conocido como El Fiel y bordaron en su bandera su lema La patria es mi norte, la fidelidad mi divisa. Sus soldados estuvieron entre los primeros que combatieron a la invasión napoleónica. Durante meses de marchas y contramarchas se refugiaron en El Bierzo y en Galicia y combatieron junto al Duque de Wellington al ejército francés que por orden de Napoleón iba a conquistar Portugal.

Con el regreso del vergonzoso Fernando VII, el Regimiento fue enviado a Veracruz para luchar contra la independencia de México. Años más tarde, combatió en Cataluña durante la Primera Guerra Carlista, quedando establecido en Barcelona al final de la misma. Bajo las órdenes del General Prim pacificó algunas poblaciones catalanas como Mataró o Reus. Durante el reinado de Isabel II embarcó hacia la Campaña de África siendo uno de los primeros cuerpos en asaltar la trinchera marroquí en la Batalla de Tetuán, distinguiéndose también en la batalla de Wad Ras.


La Batalla de Wad Ras, obra de Mariano Fortuny
Tras participar en los diferentes enfrentamientos cantonales, en 1874 el Regimiento de Zamora estaba al mando del Coronel José Serrano Dávila. El 1er Batallón tenía su sede en Málaga, mientras el 2ª estaba en Granada. Desde ambas ciudades emprendieron su marcha en tren hacia el Norte para levantar el sitio de Bilbao por parte de las tropas carlistas.



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