26 mayo, 2013

El último combate aéreo sobre La Garriga


El día 25 de enero de 1.939 amanece frío en La Garriga, pero, a pesar de ello, el aeródromo de Rosanes bulle de actividad. Los pilotos de los cazas no han parado de realizar salidas durante las últimas semanas. El enemigo cerca ya Barcelona y los Heinkel HE111 de la Legión Cóndor alemana han convertido la capital catalana en su objetivo prioritario, castigando a la población con una cruel lluvia de bombas. Aunque ha pasado ya un mes desde la debacle de la tarde de Nochebuena, en la que desapareció la escuadra de bombarderos Natachas (ver http://dormidasenelcajondelolvido.blogspot.com.es/2013/05/el-ultimo-vuelo-de-los-natachas.html), en el aeródromo la actividad aérea se ha acelerado con la continua llegada de los cazas Polikarpov I16, más conocidos como “Moscas”, especialmente desde hace diez días, cuando los pocos aviones que les queda a la República en Cataluña recibieron la orden de replegarse al norte del río Llobregat.

La “Gloriosa”, como es conocida la aviación republicana, no cuenta ya con bombarderos y esta labor deben realizarla los pequeños “Chatos”, que se han transformado en caza bombarderos. Sus hermanos, los “Moscas” son los encargados de proteger sus acciones de defensa en un cielo a menudo poblado por centenares de aparatos enemigos. En esa situación, con un frente cada vez más amenazante sobre Barcelona, el esfuerzo de los pilotos de la República se vuelve sobrehumano. La presión comienza a acercarse y los bombardeos sobre las poblaciones y las líneas ferroviarias de la comarca del Vallés, situada al Norte de Barcelona, extienden el pánico. Esa misma mañana, el aeródromo de Rosanes se ha convertido en el centro de mando de la aviación republicana que defiende la capital y empieza a abarrotarse con los aparatos que se repliegan desde otros puntos cercanos al frente que están más expuestos al enemigo.

A las nueve y media de la mañana, los Moscas de La Garriga despegan para dar protección a los cazabombarderos que tratan de frenar, con muy escasos medios, el avance de los soldados de Franco. Tres horas más tarde vuelven a salir y se encuentran en el cielo con un centenar de aviones alemanes e italianos. Ven cómo bombardean las estaciones de Canovelles, Granollers y Cardedeu. Cuando aterrizan, a la una y media, un grupo de cazas Fiats italianos aparece en el cielo y comienzan a  ametrallar la pista desde la distancia. No es el primer ataque que sufre Rosanes: el día anterior los Messerschmitt alemanes ya ocasionaron serios daños en la pista, que tuvo que ser reparada a toda prisa.

A las cuatro menos cuarto los aparatos vuelven a despegar de La Garriga para dirigirse al frente. Media hora más tarde aparece un nutrido grupo de Fiats que comienzan a atacar el aeródromo, ahora sin tantas precauciones como unas horas antes. Sólo encuentran enfrente a los pocos aparatos que han quedado de guardia. Al rato, los Moscas, que regresan de su misión, se encuentran con el ataque y se unen a toda prisa a la batalla. El teniente Antonio Calvo Velasco, jefe de la 3ª escuadrilla lo describió así: “Me lancé desde arriba. El combate ya estaba en marcha. Me fijé en un Fiat que no había advertido mi presencia y puede darle. Vi como ardía y el piloto saltaba en paracaídas. Luego el combate prosiguió.”

Se trataba del italiano Marino Massi, cuyo avión se estrelló en Sant Antoni de Vilamajor. Mientras, el mosca de Manuel Plaza, que ha sido alcanzado por el enemigo,  cae en llamas sin que el piloto pueda saltar y se acaba estrellando cerca del Castillo de Samalús.

Durante unos cuarenta minutos más de cincuenta aviones combaten el cielo de forma encarnizada, mientras en las poblaciones vecinas contemplan en espectáculo como si de una película se tratara. Los que eran niños en aquella época aún lo recuerdan.

Los italianos acaban retirándose cuando se quedan sin gasolina y munición. Tras es el combate, los mandos republicanos piensan que el aeródromo está demasiado expuesto y dan la orden de que todos los aparatos se marchen hacia el Ampurdán. El repliegue coincide con la entrada de las tropas nacionales de cuerpo de Navarra y los soldados marroquíes en Barcelona. Solo tres días más tarde, la aviación nazi bombardea La Garriga

Los últimos aviones republicanos en Cataluña quedarían totalmente destruidos en la madrugada del 6 de febrero, cuando un ataque rasante de los Messerschimtt Bf 109 alcanzó los pocos cazas que quedaban en Vilajuïga.

Los pilotos republicanos se consideraban unos privilegiados. Aunque se jugaban la vida en cada vuelo, eran conscientes de que también lo hacían los soldados de infantería, ese pequeño ejército de hormigas que veían desde el cielo. Ellos al menos recibían una buena paga y apuraban su juventud cada vez que podían.

No he logrado encontrar información sobre el destino de algunos de aquellos hombres, sólo que Antonio Calvo Velasco falleció en Francia en mayo de 2.011. Escribo esta entrada en recuerdo de todos los aviadores que trataron con su esfuerzo detener un avance que ya era imposible de parar.


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