05 agosto, 2013

La batalla de Monte Muro IV. El ataque decisivo

Podemos conocer la estrategia del momento decisivo de la batalla de Monte Muro a través de la orden escrita que el Marqués del Duero mandó a finales del día 26 al general Rosell. En ella le mandaba que el 1er Cuerpo se limitara a sostener Arandigoyen y Villatuerta mientras los generales Echagüe y Campos marchaban contra Murugarren: “Queda después la toma de Muru, que decidirá la jornada; se halla sobre la cordillera, con sus bosques a cierta distancia de la subida, pero obrará contra él toda la artillería. Después los carlistas no podrán detener nuestra marcha por la cordillera por el peligro de caer prisioneros. Estoy impaciente por saber del convoy; pero todo lo temo de la Administración Militar, y V.E. no me ha dicho nada desde las cuatro. Ahora llega un oficial y me dice que el convoy ha tomado otro camino. Habiendo en esa tanta caballería, debían ya haberse mandado en su busca”


El convoy llegó a las tres de la madrugada, pero solo traía una sexta parte de las provisiones, ya que varios carros se quedaron atascados en los caminos embarrados. Pese a todas las adversidades no quedaba más remedio que continuar con el avance. El enemigo se había preparado para lo peor, como podemos leer en la carta que Dorregaray mando a su Ministro de la Guerra: “Ahora tenemos al enemigo sobre nuestro flanco... Procuraremos sostenernos todo lo que se pueda; pero no podremos hacerlo hasta lo último, por lo difícil de la retirada, si ellos consiguen avanzar por la línea. En el caso que fuera indispensable abandonar estas posiciones y dejar franca la entrada de Estella, hemos pensado enviar cada división á su provincia, respectivamente, para operar en ella y aguardar los nuevos recursos.”

Murugarren visto desde Monte Muro
Mientras las tropas situadas en Villatuerta amenazaban la izquierda del frente, el ataque debía producirse por la derecha para tomar Murugarren y Monte Muro, cuya conquista debía dar paso a la toma de Estella. Concha situó una batería de treinta cañones protegida por tropas de infantería y caballería frente a los objetivos, dejó dos baterías y seis batallones en Abarzuza para proteger el flanco derecho y organizó dos columnas de seis batallones cada una para atacar ambos puntos, donde los carlistas habían concentrado catorce batallones. Podemos imaginar el terreno a conquistar gracias a la descripción que nos hace el Tomo II de Los Anales de la Guerra Civil: “A las doce púsose en marcha el cuartel general, viniendo á situarse en la loma, frente por frente al caserío de Muru, que, situado en una altura, domina toda aquella zona, teniendo á sus pies y á nuestra izquierda á Murugarren y del otro lado Abarzuza. Los que conocen este país y estos sitios y recuerdan la posición de San Pedro Abanto, dicen que el caserío de Muru es formidable defensa, y no le cede en nada á la nunca olvidada ermita de Somorrostro. Figúrense mis lectores un caserón de piedra y un corralón á él anejo, sobre la meseta de un crestón que corre en dirección de Norte-Sur, paralelo al eje de la loma en que nosotros estábamos. Convertido en fuerte, aspillerado, con su foso y estacada, es el paso de Estella, objetivo del general Concha.”

Caserío de Muro
A las dos de la tarde, cuando toda la infantería estaba en sus posiciones, la artillería rompió el fuego, “pero no era ese fuego cadencioso y acompasado que estamos acostumbrados a oír, sino un cañoneo de que jamás hubo memoria, lanzando proyectiles sin cesar y abriendo brecha en las trincheras inferiores”. Una hora más tarde las tropas comenzaron a avanzar con el mayor frente posible y pronto se encontraron con el primer obstáculo: el arroyo Iranzo: “Se pasó el río, con el agua a la cintura, en medio de una espantosa lluvia de balas, disparadas desde todas las trincheras carlistas en el momento en que las cabezas de las columnas empezaban a bajar al arroyo. Aquel día también caía una copiosa lluvia, acompañada de un viento tempestuoso, que azotaba los soldados republicanos bajo un fuego muy nutrido de frente y flanco que les hacían los carlistas desde sus extensas líneas de trincheras”.

Colina que sube a Monte Muro desde el arroyo Iranzo

También podemos conocer los hechos a través de la narración de Galdós: “Se rompió el fuego y la artillería, corregida el alza, causó enormes estragos en las trincheras carlistas. A galope tendido corrían los oficiales de Estado Mayor con órdenes a las columnas que luchaban en Abárzuza, Villatuerta y Zurucuáin, previniéndoles que sostuvieran el fuego sin tirarse a fondo sobre el enemigo. Los carlistas tuvieron que abandonar sus trincheras varias veces por el horrendo destrozo que en ellos hacían nuestras granadas. Espantosa confusión se produjo en el campo enemigo. La terrorífica escena ponía los pelos de punta.”


Quedaba lo más difícil, la subida a la colina de Monte Muro que nos describe el Tomo II de Los Anales de la Guerra Civil: “Peligrosísimo y difícil era el ascenso por aquellas escarpadas rocas, hoyos y setos de la montaña. Los que subían hacianlo muy lentamente, rendidos de fatiga, teniendo á cada paso que agarrarse á los salientes de las rocas para no ser derribados por el huracán que reinaba, soportando la lluvia que á torrentes caía y que, deslizándose por las laderas del monte con creciente rapidez, formaba verdaderos arroyos que dificultaban el avance. Y mientras, los carlistas, desde sus trincheras, disparaban á mansalva y sobre seguro contra su enemigo”

“Todo esto, unido a lo rápido de la pendiente de la montaña, a la configuración de aquel terreno, sembrado de zanjas, setos y barrancos, obligaba a las tropas para desunirse, rompiendo filas en busca de sitios practicables y a separarlas largos trechos, fraccionamiento que se aumentaba más y más a cada paso que daban para subir aquella áspera vertiente, que dejaban cubierta de muertos y heridos. Hubo una guerrilla que al llegar a la altura contaba tan sólo con 27 hombres.”

“Los soldados, á pesar del piso y de la arcilla y greda que á sus alpargatas se pegaban, subían sin disparar un tiro por la empinada vertiente y destrozaban al enemigo que no podía resistir el ataque, y pagaba cara su vida. La lucha era horrible á las cuatro y media, y por tres veces reforzados los carlistas, vieron sus trincheras ocupadas y nuestra infantería avanzar con denuedo y serenidad hasta la meseta de Muru”. 

Con un brío similar nos narra Galdós la escena: “Los treinta cañones empleados en la altura escupían a torrentes la mortífera metralla. Concha, con gesto de rabia y ronco acento imperioso, daba órdenes y más órdenes. La formidable Artillería logró al fin contener el ímpetu de los valientes realistas, obligándolos a buscar el refugio de sus trincheras. Por segunda vez treparon nuestros soldados con increíble arrojo por las fragosidades de Murugarren y Muru, y de nuevo fueron atajados en su avance. Descompuestos retrocedieron hasta la carretera. Pero los cañones, vomitando fuego, pusieron nuevamente a raya a los bravos batallones de don Carlos.”

El destino del tatarabuelo Antonio se pierde en la confusión de la batalla. Los documentos establecen que la 2ª división, a las órdenes de Melitón Catalán, mantuvo sus posiciones en Arandigoyen y, al igual que el resto de fuerzas del 1er Cuerpo, “rechazaban desde éstas las agresiones del enemigo, que las hostilizaba vivamente; permaneciendo así durante siete horas, o sea desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde”.


No obstante, en La última campaña del Marqués de Duero, la obra que con mayor detalle describe la acción, se refleja el avance de diferentes batallones hacia el punto crítico en la vanguardia de la batalla: “y a las tres y media el General en Jefe, considerándolo preparado, ordenó al general Blanco que con los batallones de Alcolea y Ciudad Rodrigo, cuatro compañías de Guadalajara y cinco de la reserva de Zamora iniciase el ataque de las posiciones atrincheradas de Monte Muro”. Algunos soldados de la unidad del tatarabuelo Antonio volvían a conformar las tropas que debería reforzar a sus compañeros en el peor momento: “quedando las nueve compañías de Guadalajara y reserva de Zamora, como reserva general, a retaguardia del centro para acudir a dónde necesario fuere”.

Aquellos soldados iban a estar en el centro del escenario de la batalla.

2 comentarios:

  1. Quien iba a pensarse que podia llover tanto a finales de Junio? Tuvo que ser horrible el ascenso a Monte Muru, entre el fuego, la lluvia y el barro. Por cierto, no es el dia 26 de Junio cuando matan al general Concha? como ocurrió? Y se dice monte muro o monte muru?

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  2. Eduardo: Efectivamente, el general Concha murió el día 26 de Junio de 1874. Esta mañana he publicado una entrada (la siguiente a ésta) en la que hablo cómo murió. En los textos aparece tanto Muru como Muro. Es un caserío que hay sobre la colina y da nombre a ésta. Probablemente Muru tenga más relación con el euskera, al parecer así le llamaban sobre todo los carlistas. Un saludo.

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