No hay nada mejor para
situarnos en la posición de la batalla en la mañana del 26 de junio de 1874 que la lectura de las órdenes: “El
movimiento de hoy 26 será el mismo que se previno en las instrucciones
circuladas a los Sres. Generales con las diferencias siguientes: La artillería
del Primer Cuerpo romperá el fuego con la batería de a 12 cm contra la posición
más importante del enemigo o contra sus baterías; las demás baterías lo harán
contra Grocín, cuyo pueblo han de ocupar las fueras del 1er Cuerpo luego que el
fuego de la artillería situada en Murillo haya facilitado su ataque haciendo
que lo desalojen los enemigos, dejando en él una batería como debe haber otra
en Arandigoyen. La señal de ataque y de movimiento se indicará desde Murillo
con tres cañonazos, formando a las 6 de la mañana todas las tropas.”
Batalla de Monte Muru. 26 de junio de 1874 |
Se tocó diana a las cuatro
de la mañana para que las tropas estuvieran formadas en sus puestos a las seis
como había ordenado Concha. Se había dado la orden de ataque para las siete y
media, pero en ese momento se recibió un parte del general en jefe, dirigido a
todos los cuerpos, en el que se suspendía el avance por no haber llegado el
convoy de provisiones. El retraso favoreció a los carlistas que reaccionaron
ante el movimiento envolvente que intentaban los liberales y corrieron algunos
batallones hacia Monte Muro para aumentar las defensas de los puntos más amenazados.
Las posiciones enemigas, defendidas al principio con siete batallones, habían
sido reforzadas, llegando a acumular dieciocho batallones en algunos puntos.
El Marqués del Duero
se desesperaba por el retraso del convoy: “¡Qué
dirán en Madrid! ¿Qué creerán los carlistas al ver que no les atacamos? Y, sin
embargo, no es posible obligar á estos soldados á hacerlo sin alimento.”
El avance liberal se iba a
encontrar con más obstáculos como podemos leer en el Tomo II de Los Anales de
la Guerra Civil: “Al medio día se supo
que el convoy se había extraviado. Pero no fue éste el único entorpecimiento
que sufrieron las operaciones, puesto que habiéndose desencadenado aquel día
una furiosa tormenta, se convirtieron los campos en lagos en muchos puntos y se
pusieron los caminos intransitables y la lluvia, que no dejaba de caer, azotaba
los débiles cuerpos de los soldados abrumados bajo el peso de sus empapados
uniformes, fusiles y mochilas. Las trincheras carlistas se anegaron también.”
La misma publicación
continua el relato: “Viendo que no
llegaba el convoy y no pudiendo reprimir su impaciencia, el marqués del Duero
resolvió continuar las operaciones con sus extenuadas tropas. Rompió fuego de
artillería sobre Zurucain, que fue tomado después a la bayoneta. Al ver los
soldados republicanos que no llegaba el convoy de víveres, prorrumpieron en
desesperados gritos pidiendo sus raciones, empezando a manifestarse cierto
desorden en las filas del ejército republicano, lo cual obligó al marqués del
Duero a suspender durante unas horas el ataque que continuó después contra
Abárzuza, cuyo pueblo cayó en poder de las tropas republicanas.”
El general Concha lo
cuenta así en el telegrama que mandó a Madrid: “Cuartel General de Abárzuza 27 de junio. Ayer, contrariado por la
tardanza de un convoy de Oteiza, no pude empezar el ataque hasta las cinco de
la tarde. A las siete y medio, y en tiempo de un temporal de agua, fue tomado
el pueblo de Zurucaín y a las ocho y media éste de Abárzuza, defendido por ocho
batallones, ocupándose al mismo tiempo Zábal. El ejército ha pernoctado en
estos pueblos. El primer Cuerpo continúa en Villatuerta y Arandigoyen y una
brigada en Murillo. La artillería ha jugado perfectamente. Las tropas se han
conducido a satisfacción. Los batallones que recibieron la orden de atacar lo
hicieron a la carrera. Nuestras pérdidas han sido de cien heridos. Ignoro en
estos momentos los muertos. Espero la llegada del convoy para racionar y
continuar mi movimiento”
Compañías de bagajeros del ejército, cerca de Abárzuza. Dibujo de José Luis Pellicer para La Ilustración Española y Americana. Edición 15 de julio 1874 |
Pérez Galdós nos describe
también la situación:
“En la mañana del 26 me
encontré, sin saber cómo ni por qué, en el Cuartel General de don Manuel de la
Concha. Éste tenía todo dispuesto para dar la batalla; pero hubo de retrasarla
por la tardanza de un convoy que le era indispensable para racionar y municionar
debidamente a las tropas. La impaciencia y malhumor del General en Jefe se
comunicaron a cuantos estaban cerca de él. Por fin, a las tres de la tarde, en
vista de que el convoy no llegaba, ordenó atacar al enemigo. Yo me retiré a
retaguardia porque no había ido a la campaña con miras heroicas. El Sargentico, que todo
lo sabía o lo adivinaba, me dijo que la línea carlista se extendía desde
Dicastillo hasta el puerto de Eraul, y que el pueblo que atacaban los nuestros
era Abárzuza. Hubo un momento en que estuve muy cerca del General Concha; le vi
a caballo, revestido de su impermeable, echando los anteojos al lugar del
combate.
No bien empezaron a
disparar los cañones, estalló en los aires una horrísona tempestad de truenos,
rayos, centellas y demonios coronados. El espectáculo que daban juntamente el
cielo y la tierra, confundiendo su furor y estruendo, pertenecía ¡vive Dios!,
al orden de las cosas más sublimes que pueden verse en la vida. No sabré yo
deciros que mis ojos percibieron los pormenores de la lucha, ni tampoco preciso
el tiempo que duró. Sólo sé que después de abrasar con incesante fuego a los
pueblos enemigos, lanzáronse contra ellos en frenética legión las tropas.”
A las tres de la
madrugada llegó la noticia: el convoy que había partido de Oteiza con las
provisiones se había perdido y se vio obligado a desandar el camino, pero ya
estaba cerca. Concha confirmó entonces las órdenes para tomar las cimas que
rodeaban Estella y entrar en la ciudad, mientras algunos de sus habitantes,
presos de pánico, comenzaban a abandonarla. El temporal añadió más dificultades
a los soldados: “El
ejército, que en su mayor parte había tenido que descansar a la intemperie en
las posiciones conquistadas con tan grandes esfuerzos, se hallaba rendido de
fatiga, hambriento y empapado de agua, que con tal inclemencia caía sobre ellos. La noche había sido
horrible: sólo en el norte de España hace frío en Junio”
A lo largo del segundo
día, la 2ª División del 1er Cuerpo se mantuvo en sus posiciones en Arandigoyen.
Como
ya había ocurrido en San Pedro de Abanto, Antonio López había permanecido como
un espectador de las acciones cercanas, pero, una vez más, lo peor le esperaba
al tercer día.dormidasenelcajondelolvido by José María Velasco is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
Cool!
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