06 agosto, 2013

La batalla de Monte Muro V. La muerte del General Concha.

Al atardecer del 27 de junio de 1874 los soldados liberales intentaron por segunda vez la toma de Monte Muro, pero “cubiertos de lodo y rendidos de cansancio, se vieron súbita y rudamente atacados a la bayoneta por las fuerzas carlistas” según nos describe el Tomo II de Los Anales de la Guerra Civil que continúa la descripción: “El momento era supremo, y nadie medía la distancia ni se ocupaba del peligro común. Con la vista fija en el cerro de enfrente, y envueltos humo denso, era imposible seguir el movimiento de las tropas. Se tocó alto al fuego de la artillería y disipada la niebla, vimos aparecer por la cresta de Muru masas compacta de carlistas, que avanzaban sobre los bravos soldados, obligándoles a retroceder hasta la cañada. Volvió la artillería a destrozar trincheras y á causar bajas al enemigo, pero sin contener su ataque, que era brusco, sostenido y ordenado. Nuestros oficiales, nuestros jefes y nuestros brigadieres y generales estaban allí alentando á todos; los ayudantes iban y venían para trasmitir órdenes; el Estado mayor corría á través del fuego y dejaba a alguno de sus individuos muerto ó herido en el campo.”



Las palabras de Galdós también nos relatan los hechos: “Los treinta cañones empleados en la altura escupían a torrentes la mortífera metralla. Concha, con gesto de rabia y ronco acento imperioso, daba órdenes y más órdenes. La formidable Artillería logró al fin contener el ímpetu de los valientes realistas, obligándolos a buscar el refugio de sus trincheras. Por segunda vez treparon nuestros soldados con increíble arrojo por las fragosidades de Murugarren y Muru, y de nuevo fueron atajados en su avance. Descompuestos retrocedieron hasta la carretera. Pero los cañones, vomitando fuego, pusieron nuevamente a raya a los bravos batallones de don Carlos.”
Colina que sube a Monte Muro
La situación era crítica para los soldados republicanos que se retiraron hacia la carretera, donde el coronel Castro consiguió reunir los restos de los batallones junto a las tropas de reserva. Hacia allí se dirigió a las siete de la tarde el general Concha. Su ejército, diseminado y batido con dureza desde las trincheras carlistas, corría además el riesgo de perder la cobertura de la artillería, que comenzaba a quedarse sin munición. En ese instante desesperado, el jefe del ejército decidió ponerse al frente de las tropas de vanguardia que iban a intentar el tercer ataque sobre Monte Muro. Cuando llegó junto al arroyo Iranzo concentró las fuerzas que allí quedaban en una sola columna y comenzó a ascender.

La obra Relación histórica de la Última Campaña  del Marqués del Duero nos describe el momento: “Al llegar al puentecillo, el general en jefe se separó de la carretera hacia la derecha y, pasando junto a un grupo de chopos que crecen en la margen del arroyuelo, comenzó a ganar la pendiente accidentada. Ya a la mitad de ella, era imposible la subida a caballo y el general Concha y su comitiva echaron pie a tierra, dejando los caballos reunidos en una ligera inflexión del terreno, algo resguardada del fuego de flanco que los carlistas haciéndose la parte de Murugarren. No iba escolta alguna para el cuartel general y los caballos quedaron sueltos, bajo la vigilancia del asistente del general. Poco antes de llegar a la meseta, coronadas trincheras que para su defensa habían abierto los carlistas, mandó detenerse a los que le acompañaban.”

Don Benito Pérez Galdós adorna así la narración: “Cansado de esperar a los batallones del General Reyes, se decidió Concha a intentar el esfuerzo supremo. Dejó los tres Regimientos de Caballería en la altura donde estaban emplazados los cañones, para que protegiesen esta posición y aseguraran el flanco derecho. Llevose consigo los dos batallones de Infantería y con ellos se unió a los diez y ocho que acababan de reconcentrarse. Al frente de estas fuerzas se lanzó al asalto, cuando ya el sol, enrojeciendo las nubes de Occidente, se hundía en el horizonte. Arreció el combate con creciente furia. Las tropas de Reyes no llegaban. Concha enviábale de continuo órdenes apremiantes para que acudiera pronto en apoyo de sus movimientos. Y decidido a jugar el todo por el todo, ascendió al frente de sus tropas hacia las trincheras carlistas.” 

Cuando llegó a cincuenta metros de las trincheras carlistas, viendo que se acercaba la noche y que no había recibido los refuerzos necesarios para mantener el ataque, decidió posponer las operaciones para el día siguiente. Regresamos a la novela galdosiana: “La artillería continuaba teniendo a raya a los carlistas, que ya no se atrevían a salir de sus trincheras. El avance de Concha fue tan rápido que llegó a cincuenta metros del enemigo cuando aún no se le habían incorporado los batallones del General Reyes. Por falta de este apoyo no se pudo dar fin y remate al supremo esfuerzo. A las siete y media de la tarde, Concha no tuvo más remedio que aplazar el ataque definitivo, dando por frustrada en aquel día la operación. Empezó a descender, dirigiéndose con los demás Jefes a donde aguardaban los caballos.”

No muy lejos de allí se encontraban los soldados del Regimiento de Zamora, como queda reflejado en la obra Relación histórica de la Última Campaña  del Marqués del Duero: “Entretanto, el Coronel Castro que dirigía la reserva, creyendo hace más eficaz su acción con apoyar la marcha del General por su flanco derecho, ganaba la altura por una inflexión de la montaña, donde no experimentaría los efectos de la fusilería enemiga hasta ponerse ya muy cerca de las trincheras que iba a atacar. Y con efecto, ya asomaba a la cumbre y se disponían las parejas de guerrilla, que iban a la cabeza, a romper el fuego, cuando después de de nutridas y mortíferas descargas de los que defendían las trincheras, les asaltó una masa de infantería navarra para lanzarse sobre nuestros soldados a la bayoneta y con una espantosa gritería”

De nada serviría ya el último esfuerzo. En ese preciso instante se producía el fatal hecho que iba a cambiar la batalla: la muerte del general Concha: “Le acercó el caballo y los situó de través con la pendiente a fin de que el general lo montase mejor; y, al cruzar éste la pierna derecha para dejarla descansar en el estribo, una bala de fusil fue a atravesarle el pecho derribándole sobre la espalda derecha del caballo sin que bastasen apenas las fuerzas del criado, que quiso recogerlo en brazos, para amortiguar el terrible golpe de su caída en tierra”.

Capitán Grau y el Teniente de Húsares Montero trasladan el cadáver del General Concha
Galdós novela el momento con gran maestría:
Las voces de Tordesillas acudieron los que estaban más próximos. El cuerpo del General en Jefe cayó en tierra. Tal fue la consternación y el espanto de los primeros espectadores de la terrible escena, que todos quedaron un momento mudos. Los ayudantes de Concha, creyendo que aún vivía el caudillo, le desabrocharon el impermeable y levita, haciendo saltar botones y rasgando ojales. Nada vieron que no indicase la seguridad de una muerte instantánea. Pronto se formó un grupo espeso en el cual nadie osaba determinar cosa alguna. ¿Qué pensar, qué decir, qué hacer...?
Por fin, entre los ayudantes y Tordesillas discurrieron lo único práctico en trance tan fatídico. Ante todo urgía apartar de allí el cadáver. Con gran trabajo, por la pesadumbre del recio cuerpo exánime, colocaron éste sobre un caballo y sigilosamente fue conducido al pueblo de Abárzuza, evitando que las tropas pudieran darse cuenta de la catástrofe. La triste caravana, fatal término y desenlace de un acto militar que debió ser glorioso, deslizábase furtiva por los campos como una decepción horrenda, o una burla del Destino que quiere sustraerse a la mirada humana, y aun a los ojos de la Historia. La media luz crepuscular, alumbrando este paso solemne y medroso, daba a la escena la intensa melancolía de las grandezas caídas súbitamente en los abismos de la nada.

Muerte del Marqué de Duero
Finalmente llegaron a Abarzuza, desde donde el general Echagüe dirigió sin pérdida de tiempo al ministro de la Guerra el siguiente despacho telegráfico: “General en jefe interino al ministro de la Guerra. Ejército rechazado. General en jefe muerto. Pérdidas sensibles. Me ocupo en levantar la moral de las tropas, mientras llega mi relevo. Padezco mucho. Echagüe.”

Gloriosa Muerte del Marqué de Duero


Desconozco la posición que ocupaba el soldado de segunda Antonio López Martín. Quizá formaba parte de una de las cinco compañías del Regimiento de Zamora que avanzaban con las tropas de reserva, muy cerca de Concha en el momento de su muerte. O tal vez aún permanecía en Arandigoyen. En ambos casos, al tatarabuelo  le esperaba una noche muy dura, una madrugada muy larga…

1 comentario:

  1. Excelente una vez mas. Aqui va mi aportación, el monumento al general concha tal y como esta hoy en día

    http://arte-historia-curiosidades.blogspot.com.es/2012/11/monumento-al-general-concha-abarzuza.html

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