Podemos
conocer la estrategia del momento decisivo de la batalla de Monte Muro a través
de la orden escrita que el Marqués del Duero mandó a finales del día 26 al
general Rosell. En ella le mandaba que el 1er Cuerpo se limitara a sostener
Arandigoyen y Villatuerta mientras los generales Echagüe y Campos marchaban
contra Murugarren: “Queda después la toma
de Muru, que decidirá la jornada; se halla sobre la cordillera, con sus bosques
a cierta distancia de la subida, pero obrará contra él toda la artillería.
Después los carlistas no podrán detener nuestra marcha por la cordillera por el
peligro de caer prisioneros. Estoy impaciente por saber del convoy; pero todo
lo temo de la Administración Militar, y V.E. no me ha dicho nada desde las
cuatro. Ahora llega un oficial y me dice que el convoy ha tomado otro camino.
Habiendo en esa tanta caballería, debían ya haberse mandado en su busca”
El
convoy llegó a las tres de la madrugada, pero solo traía una sexta parte de las
provisiones, ya que varios carros se quedaron atascados en los caminos embarrados.
Pese a todas las adversidades no quedaba más remedio que continuar con el
avance. El enemigo se había preparado para lo peor, como podemos leer en la
carta que Dorregaray mando a su Ministro de la Guerra: “Ahora tenemos al enemigo sobre nuestro flanco... Procuraremos
sostenernos todo lo que se pueda; pero no podremos hacerlo hasta lo último, por
lo difícil de la retirada, si ellos consiguen avanzar por la línea. En el caso
que fuera indispensable abandonar estas posiciones y dejar franca la entrada de
Estella, hemos pensado enviar cada división á su provincia, respectivamente, para
operar en ella y aguardar los nuevos recursos.”
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Murugarren visto desde Monte Muro |
Mientras las tropas situadas en Villatuerta amenazaban la izquierda del
frente, el ataque debía producirse por la derecha para tomar Murugarren y Monte
Muro, cuya conquista debía dar paso a la toma de Estella. Concha situó una
batería de treinta cañones protegida por tropas de infantería y caballería frente
a los objetivos, dejó dos baterías y seis batallones en Abarzuza para proteger
el flanco derecho y organizó dos columnas de seis batallones cada una para
atacar ambos puntos, donde los carlistas habían concentrado catorce batallones.
Podemos imaginar el terreno a conquistar gracias a la descripción que nos hace
el Tomo II de Los Anales de la Guerra Civil: “A las
doce púsose en marcha el cuartel general, viniendo á situarse en la loma,
frente por frente al caserío de Muru, que, situado en una altura, domina toda
aquella zona, teniendo á sus pies y á nuestra izquierda á Murugarren y del otro
lado Abarzuza. Los que conocen este país y estos sitios y recuerdan la posición
de San Pedro Abanto, dicen que el caserío de Muru es formidable defensa, y no
le cede en nada á la nunca olvidada ermita de Somorrostro. Figúrense mis
lectores un caserón de piedra y un corralón á él anejo, sobre la meseta de un
crestón que corre en dirección de Norte-Sur, paralelo al eje de la loma en que
nosotros estábamos. Convertido en fuerte, aspillerado, con su foso y estacada,
es el paso de Estella, objetivo del general Concha.”
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Caserío de Muro |
A las dos de la tarde,
cuando toda la infantería estaba en sus posiciones, la artillería rompió el
fuego, “pero no era ese fuego cadencioso
y acompasado que estamos acostumbrados a oír, sino un cañoneo de que jamás hubo
memoria, lanzando proyectiles sin cesar y abriendo brecha en las trincheras
inferiores”. Una hora más tarde las tropas comenzaron a avanzar con el
mayor frente posible y pronto se encontraron con el primer obstáculo: el arroyo
Iranzo: “Se pasó el río, con el agua a la
cintura, en medio de una espantosa lluvia de balas, disparadas desde todas las
trincheras carlistas en el momento en que las cabezas de las columnas empezaban
a bajar al arroyo. Aquel día también caía una copiosa lluvia, acompañada de un
viento tempestuoso, que azotaba los soldados republicanos bajo un fuego muy
nutrido de frente y flanco que les hacían los carlistas desde sus extensas
líneas de trincheras”.
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Colina que sube a Monte Muro desde el arroyo Iranzo |
También podemos conocer los
hechos a través de la narración de Galdós: “Se
rompió el fuego y la artillería, corregida el alza, causó enormes estragos en
las trincheras carlistas. A galope tendido corrían los oficiales de Estado
Mayor con órdenes a las columnas que luchaban en Abárzuza, Villatuerta y
Zurucuáin, previniéndoles que sostuvieran el fuego sin tirarse a fondo sobre el
enemigo. Los carlistas tuvieron que abandonar sus trincheras varias veces por
el horrendo destrozo que en ellos hacían nuestras granadas. Espantosa confusión
se produjo en el campo enemigo. La terrorífica escena ponía los pelos de punta.”
Quedaba lo más difícil, la subida a la colina de Monte Muro que nos describe el Tomo II de Los Anales de la Guerra Civil: “Peligrosísimo y difícil era el ascenso por aquellas escarpadas rocas, hoyos y setos de la montaña. Los que subían hacianlo muy lentamente, rendidos de fatiga, teniendo á cada paso que agarrarse á los salientes de las rocas para no ser derribados por el huracán que reinaba, soportando la lluvia que á torrentes caía y que, deslizándose por las laderas del monte con creciente rapidez, formaba verdaderos arroyos que dificultaban el avance. Y mientras, los carlistas, desde sus trincheras, disparaban á mansalva y sobre seguro contra su enemigo”
“Todo
esto, unido a lo rápido de la pendiente de la montaña, a la configuración de
aquel terreno, sembrado de zanjas, setos y barrancos, obligaba a las tropas
para desunirse, rompiendo filas en busca de sitios practicables y a separarlas
largos trechos, fraccionamiento que se aumentaba más y más a cada paso que
daban para subir aquella áspera vertiente, que dejaban cubierta de muertos y
heridos. Hubo una guerrilla que al llegar a la altura contaba tan sólo con 27
hombres.”
“Los soldados, á pesar del piso y de la arcilla y greda que á sus alpargatas se pegaban, subían sin disparar un tiro por la empinada vertiente y destrozaban al enemigo que no podía resistir el ataque, y pagaba cara su vida. La lucha era horrible á las cuatro y media, y por tres veces reforzados los carlistas, vieron sus trincheras ocupadas y nuestra infantería avanzar con denuedo y serenidad hasta la meseta de Muru”.
Con un brío similar nos narra Galdós la escena: “Los treinta cañones empleados en la altura escupían a torrentes la mortífera metralla. Concha, con gesto de rabia y ronco acento imperioso, daba órdenes y más órdenes. La formidable Artillería logró al fin contener el ímpetu de los valientes realistas, obligándolos a buscar el refugio de sus trincheras. Por segunda vez treparon nuestros soldados con increíble arrojo por las fragosidades de Murugarren y Muru, y de nuevo fueron atajados en su avance. Descompuestos retrocedieron hasta la carretera. Pero los cañones, vomitando fuego, pusieron nuevamente a raya a los bravos batallones de don Carlos.”
El destino del tatarabuelo Antonio se pierde en la confusión de la batalla. Los documentos establecen que la 2ª división, a las órdenes de Melitón Catalán, mantuvo sus posiciones en Arandigoyen y, al igual que el resto de fuerzas del 1er Cuerpo, “rechazaban desde éstas las agresiones del enemigo, que las hostilizaba vivamente; permaneciendo así durante siete horas, o sea desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde”.
No
obstante, en La última campaña del Marqués de Duero, la obra que con mayor
detalle describe la acción, se refleja el avance de diferentes batallones hacia
el punto crítico en la vanguardia de la batalla: “y a las tres y media el General en Jefe, considerándolo preparado,
ordenó al general Blanco que con los batallones de Alcolea y Ciudad Rodrigo,
cuatro compañías de Guadalajara y cinco de la reserva de Zamora iniciase el
ataque de las posiciones atrincheradas de Monte Muro”. Algunos soldados de
la unidad del tatarabuelo Antonio volvían a conformar las tropas que debería
reforzar a sus compañeros en el peor momento: “quedando las nueve compañías de
Guadalajara y reserva de Zamora, como reserva general, a retaguardia del centro
para acudir a dónde necesario fuere”.
Aquellos soldados iban a estar en el centro del escenario de la batalla.