En las reuniones familiares de mi infancia a veces hablaban del tío Paco y siempre acompañaban su nombre con el comentario “el que mataron en la guerra”. Así fue como descubrí que, mucho tiempo atrás, hubo una guerra y un familiar que desconocía, pero cuyo recuerdo pesaba en el ambiente, había muerto en ella. Fueron pasando los años y, a través de las narraciones orales contadas muchas veces en voz baja, fui conociendo los detalles de su sufrimiento: Su detención en una céntrica plaza granadina cuando, camino de su trabajo como tornero en un taller mecánico de la ciudad, unos falangistas le registraron y encontraron entre su documentación el carnet de las Juventudes Socialistas. También su negativa a huir de la prisión cuando, en una de sus salidas para trabajos forzados, su cuñado Ernesto le pidió que le acompañara en su huida a la zona republicana. Él, que nunca había cometido ningún delito, tenía la conciencia tranquila y no esperaba ninguna desgracia. Pero su suerte estaba marcada desde algunos años antes, cuando, en una de las huelgas de campesinos que se produjeron durante la República para solicitar mejoras de las condiciones laborales, obligó, en mitad de la plaza de su pueblo, a repartir pan que calmara el hambre de las familias de los huelguistas.
Hace apenas unos años y después de solicitarlo muchas veces, la familia obtuvo una copia de su certificado de defunción. Allí consta que murió a las seis de la mañana del 22 de Octubre de 1.936 “por causa de armas de fuego”. Un día antes de que cumpliera 21 años, fue fusilado frente a las tapias del Cementerio de Granada.
Sólo existe una fotografía suya. En ella posa de forma despreocupada con un cigarrillo en su mano izquierda, un elegante traje y corbata. Pese a ser hijo de una familia de campesinos humildes, su cualidad más recordada era la elegancia. Aquel retrato arrugado y parcialmente cortado se amplió y corrigió, mucho tiempo antes de que existiera el photoshop y otras herramientas informáticas. La ampliación difuminó su rostro, las solapas de su americana y le dio un brillo dorado a la aguja de su corbata, pero sobre todo, prescindió de su pose tranquila y del detalle del cigarro. Los retratos de los que han sido asesinados guardan el testimonio de su tragedia durante décadas.
Desde ayer, la foto, el acta de defunción y los datos básicos del tío Paco forman parte de la lista de represaliados del franquismo, que está confeccionando el diario Público a partir de la información contenida en el sumario instruido por el juez Garzón. Para mí es un orgullo y un honor y me emociona verlo
Y precisamente ayer, como cada 20 de Julio, muchos familiares se congregaron frente a la tapia para recordar a los casi cuatro mil fusilados allí. Una vez más, ya es la cuarta, dejaron una pequeña placa en memoria de las víctimas. Una vez más se espera que el PP, que gobierna en el Ayuntamiento de Granada, la retire. A los nietos de los verdugos les sigue doliendo que se recuerden a las víctimas.
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Me suscribo a tu blog y me uno a la memoria que mantiene al tío Paco tan vivo como cuando fue fusilado.
ResponderEliminarPor él, por todos los tíos Pacos, nuestra memoria y nuestro testimonio.
Juanjo Ibáñez.
Mi blog: www.juanjoibanez.es
Gracias. Me pasearé por tu blog en cuanto pueda
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