11 febrero, 2010

El héroe desconocido

Tras la caída de Málaga en febrero de 1.937, más de cien mil personas iniciaron “la desbandá”, una huida desesperada por la carretera hacia Almería. Hay un personaje, Norman Bethune, que se convirtió en uno de los héroes de esa carretera y que, hasta hace pocos años, era un desconocido en nuestro país. Creo que merece la pena saber más de él...

El 3 de noviembre de 1.936, Norman Bethune llegaba a España. Era un médico canadiense de cincuenta y seis años, que abandonó su acomodada posición como jefe de un hospital de Montreal para luchar por la causa de la República porque, como él mismo dijo, “la democracia se debate entre la vida y la muerte. Si no los detenemos en España, ahora que aún podemos hacerlo, convertirán el mundo en un matadero”.



En la primera línea del frente de Guadarrama, observó que muchos de los heridos, que podrían sobrevivir, morían por las distancias con los hospitales. Es entonces, cuando organiza por primera vez en la historia, un servicio móvil de transfusiones de sangre. A principios de febrero consciente de que la caída de Málaga está próxima, se dirige hacia allí con una ambulancia y acompañado de su equipo. Su idea era atender a los milicianos heridos, pero cuando llega a Almería se entera de que Málaga ya ha sido tomada por los fascistas, pese a ello, continúa su viaje. Lo que se encuentra a continuación es el mayor drama que había visto: “ a unas cuantas millas más allá nos encontramos con la cabeza de la lamentable procesión. Aquí estaban los más fuertes con todas sus pertenencias sobre los burros, las mulas y los caballos. Los pasamos, y cuanto más lejos íbamos, aún más penosa era la vista. Miles de niños, contamos unos cinco mil de menos de diez años, y al menos, mil de ellos iban descalzos y, muchos de ellos cubiertos con una sola prenda. Estos iban recolgados de los hombros de sus madres o agarrados a sus manos.” Bethune y su equipo vaciaron su ambulancia y durante varios días estuvieron evacuando a los más necesitados, mientras la aviación alemana seguía ametrallando a los refugiados.

Cuatro meses más tarde, Bethune volvió a Canadá donde realizó una gira para contar los horrores que había visto en aquella carretera. En 1.938 se marchó a China como médico de las tropas de Mao, que luchaban contra la invasión japonesa. Allí, como cirujano de campaña, salvó nuevamente a multitud de personas pese a los escasos medios con los que contaba. Se cortó un dedo en una operación de urgencia cuando llevaba algo más de un año. La infección se propagó y murió. El pueblo chino siempre le estuvo agradecido. Bethune es la persona con más estatuas en ese país, sólo por detrás del omnipresente Mao.

Pero nuestro país no tiene memoria. En España su nombre cayó en el olvido hasta que, hace pocos años, un historiador descubrió su historia, fue tirando del hilo y se organizó la maravillosa exposición “La huella solidaria” que, después de visitar varias ciudades españolas, explica ahora su historia en otros países. Aunque España olvidó a Bethune, él nunca la olvidó, “España es una herida en mi corazón. Una herida que nunca cicatrizará. El dolor permanecerá conmigo, recordándome siempre las cosas que he visto”.

Pese al esfuerzo de muchas personas como Bethune, España y, años más tarde, el mundo entero se convirtieron en lo trataban de evitar, en un matadero. En la mayoría de los países, las democracias vencieron al fascismo, pero nuestro país tuvo que soportar durante más de cuarenta años la derrota. Hoy los callejeros de las ciudades están, en ocasiones, llenos de nombres de personas sin mérito. Setenta y tres años después, la ciudad de Málaga ni siquiera ha dedicado una calle al hombre que salvó a muchos de sus hijos.

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