Hacía tiempo que pensaba, preocupado, que la prisa de la vida me había inyectado esa enfermedad extraña que hace perder la pasión por los libros.
Pero en esta tarde larga de octubre descubrí, mientras me iba quedando sin la luz del día, angustiado porque no quería abandonar la lectura para ni siquiera encender una luz, que no había perdido el gusto por desgranar las palabras hasta poder oírlas, lo que ocurre sólo con los pocos libros que no se leen escritos, sino que te sorprenden en tu propio susurro de placer por la literatura, tampoco me había olvidado de la capacidad para inventar las imágenes que me producía, ni la sensibilidad ante el olor suave del papel de esas páginas impresas…
Simplemente se trataba que llevaba demasiado tiempo sin leer una maravilla.
Escrito al acabar de leer Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez
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