Como la esperanza es lo último que se pierde, me he vuelto a presentar esta semana al concurso de microrelatos de la Cadena Ser. Ya sabeis: a partir de una frase incial ya determinada (esta vez: Cielos, como brilla hoy el valle) y, en un máximo de cien palabras más, hay que construir una historia.
Cielos, como brilla hoy el valle. El torrente murmura las frías aguas de febrero. Liberados de los fusiles, las patatas calman el hambre de nuestra huida. Tuvimos suerte de alejarnos de aquella carretera maldita. Aún recuerdo las caras despavoridas de las mujeres y los niños en desbandada, el batallón motorizado de los italianos en el resuello, portando ese entusiasmo de los que acaban de entrar en guerra. La felicidad del miliciano siempre es breve. Imagino lo que están pensando esos falangistas, pero no lo que sentirá quien encuentre en una fosa mi cadáver y el de diecisiete compañeros. Esa otra espera durará más de setenta años.
Quiero agradecer a mi primo, Ernesto Rosales, que me explicara esta historia sobre como la Asociación Granadina para la Recuperación de Memoria Histórica recuperó el pasado verano los cuerpos de 18 milicianos fusilados sin juicio y enterrados en una fosa común. Tambien a mi mujer Laura, por su crítica siempre constructiva. Si quieres saber más sobre esta historia puedes leer:
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