25 septiembre, 2012

Corazones tenebrosos


Berdichev es una ciudad ucraniana que, a lo largo de la historia, ha formado parte de diferentes países, uno de esos territorios de frontera que cambian la grafía de sus pueblos, la lengua que hablan sus habitantes y, a pesar de una historia babélica, alumbran a escritores magníficos. Allí vino al mundo Vassili Grosman un judío que escribió en ruso una de las mejores novelas del siglo pasado: Vida y destino, de la que he hablado varias veces en este blog.


También nació un polaco que no aprendió inglés hasta los veinte años y hoy está considerado como uno de los mejores novelistas en esa lengua: Josef Teodor Konrad Nalecz Korzeniowski, más conocido como Joseph Conrad.

Su novela El corazón de las tinieblas es un viaje al interior de la selva, al interior más oscuro de del corazón humano. Relata una travesía por el río Congo en busca de un personaje enigmático: Kurtz, una presencia rodeada de misterio, de angustia, que representa lo peor del colonialismo. Conrad sabía de lo que hablaba. Había trabajado en barcos mercantes de la marina británica durante muchos años, antes de retirarse para escribir unos libros que dibujaban sus experiencias y exorcizaban sus fantasmas. 




Ya desde la escena inicial, nos atrapa con el uso del lenguaje, limpio, cuidado, como el motor que nos va a conducir por toda la novela:

"El Nellie, un bergantín de considerable tonelaje, se inclinó hacia el ancla sin una sola vibración de las velas y permaneció inmóvil. El flujo de la marea había terminado, casi no soplaba viento y, como había que seguir río abajo, lo único que quedaba por hacer era detenerse y esperar el cambio de la marea. El estuario del Támesis se prolongaba frente a nosotros como el comienzo de un interminable camino de agua. A lo lejos el cielo y el mar se unían sin ninguna interferencia, y en el espacio luminoso las velas curtidas de los navíos que subían con la marea parecían racimos encendidos de lonas agudamente triangulares, en los que resplandecían las botavaras barnizadas. La bruma que se extendía por las orillas del río se deslizaba hacia el mar y allí se desvanecía suavemente. La oscuridad se cernía sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo."

Al comienzo del viaje, con el tono de confidencia que otorga un paisaje en penumbras, aparece el personaje que nos va a contar la historia: Marlow, del que primero nos cuenta que “era un hombre de mar, pero también un vagabundo” y, con sólo girar una página, nos aclara que “no era el típico hombre de mar (si se exceptúa su propensión a contar historias) y, para él, el significado de un episodio no estaba dentro, en la médula, sino fuera, envolviendo la anécdota que le daba la luz de la misma manera que el resplandor ilumina la bruma, a semejanza de esos halos de niebla que algunas veces vuelve visibles la luz espectral de la luna”. Yo no podría encontrar mejor definición para una voz narradora que nos maravilla no sólo por lo que nos cuenta y por la forma en la que lo hace, sino también por lo que calla, lo que insinúa como mecanismo continuo para generar misterio. Va utilizando sucesivos resplandores para iluminarnos a medias a Kurtz que, mientras el barco asciende por el río en su búsqueda, permanece entre halos de niebla.

De hecho no hay un único narrador, sino dos, que rápidamente se confunden en uno solo. La primera persona del plural, ese “nosotros” que nos presenta a Marlow y le cede la voz para que nos cuente la historia con el estilo fluido de una narración oral de marineros. A partir de ahí, transcurre en una primera persona del singular que se aproxima no sólo a los hechos que nos está contando y que, según nos dice en el tono de la confesión, vivió como testigo en el pasado, sino también al lector que ya forma parte de ese nosotros como si fuera uno más de los que desciende por el estuario del Támesis en la cubierta de la Nellie.

El corazón de las tinieblas es ante todo una crítica al colonialismo, a la ambición desmedida de los hombres como camino hacia el mal, a la alienación en mitad del caos. En la primera entrevista que tiene Marlow con el director de una factoría donde se almacena el marfil éste le confiesa: “Los hombres que vienen aquí no deberían tener entrañas”. El trato del hombre blanco, “los peregrinos” hacia los nativos se describe de forma dantesca. Marlow descubre entre las sombras el lugar donde los nativos explotados hasta el borde de la muerte decidían afrontarla “Unas sombras negras estaban acurrucadas, tumbadas, sentadas en los árboles, apoyadas contras los troncos, adheridas a la tierra, visibles a medias, a medias borrosas bajo la pálida luz, en todas las actitudes posibles de dolor, abandono y desesperación”

El poder de sugestión en las descripciones que hace Conrad en la novela es tan abrumador como la propia jungla. “La corriente era fluida y veloz, pero una muda inmovilidad poblaba las riberas. Los árboles vivientes, entrelazados por plantas trepadoras y todos aquellos arbustos de la maleza parecían haberse petrificado hasta en la rama más delgada, hasta en la hoja más liviana. No dormían; aquello parecía sobrenatural, como si estuviéramos en estado de trance. No se oía ni el más leve sonido. Uno miraba asombrado y parecía haberse vuelto sordo… Entonces, repentinamente, cayó la noche, y me quedé también ciego.”

Toda la acción, las descripciones de los paisajes y de los personajes conduce hacia el misterio “Observar una costa que se va deslizando  junto al barco es como pensar en un enigma”, hacia una realidad distorsionada que nos interna en las tinieblas de la locura donde se perdió para siempre el enigmático Kurtz.

La novela continúa viva. Francis Ford Coppola se basó en ella para construir una película magnífica: Apocalipsis Now, que transcurre en otro tiempo y en otro lugar, la guerra del Vietnam, pero donde se vive el mismo viaje hacia la locura, hacia el corazón de las tinieblas. Es un espejo donde los aprendices de escritor pueden aprender mucho sobre la importancia del uso del lenguaje y la voz narradora para atrapar al lector.



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