17 diciembre, 2009

El Plan P. El último intento de la república para ganar la guerra

A menudo los libros de historia se centran en las grandes batallas, sin dibujar los detalles que ocurrieron a su alrededor. A principios del otoño de 1.938, la batalla del Ebro se estaba perdiendo y la república diseñó un plan para tratar de cambiar el curso de la guerra, cuyo inicio sería un desembarco en el pueblo granadino de Motril. Los desacuerdos entre los mandos republicanos hicieron abortar esta operación en el último momento y meses después se perdería la guerra. Nunca podremos saber qué habría pasado si el plan se hubiera llevado a cabo...


Al inicio del otoño de 1.938 aún se combatía en el Ebro, pero la batalla ya estaba perdida para la República. A principios de ese año, tras la caída de Teruel, las tropas nacionales habían llegado hasta el mar, dividiendo en dos el territorio republicano. El 25 de Julio, festividad de Santiago y el día que se había marcado Franco para conquistar Valencia, las tropas cruzaron el Ebro y se adentraron en territorio controlado por los fascistas, pero sólo una semana más tarde el avance republicano se desinfló como otras veces, sin lograr sus objetivos por falta de continuidad del ímpetu de sus tropas y, sobre todo, por la falta de medios.

Franco estaba ganando la batalla. Había dispuesto una estrategia de desgaste total del enemigo, aunque eso conllevara una enorme pérdida de vidas por ambas partes. A finales de Septiembre la situación internacional abrió una nueva esperanza para los republicanos: Alemania reclamaba la región de los Sudetes a Checoslovaquia y eso estaba poniendo a toda Europa al borde de la guerra. Si finalmente estallaba, el curso del conflicto en España podía cambiar totalmente. Pero el 30 de Septiembre, en la Conferencia de Berlín, las democracias claudicaron ante el nazismo y días más tarde, Franco pactó con Hitler el envío de numeroso material de guerra. El mismo día 30 se reunieron las Cortes republicanas en el Monasterio de Sant Cugat del Vallés. El presidente del gobierno Negrín inició una postura más conciliadora que abriera alguna vía futura a la paz, se decidió la marcha de las Brigadas Internacionales y proponer canjes de prisioneros, como ya había propuesto unos días antes en la Sociedad de Naciones.

Pero la suerte en el Ebro estaba echada y, a la vista de la situación, el general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central republicano, diseñó un plan para obligar a los nacionales a distraer fuerzas del frente catalán. El “Plan P” se venía gestando desde unos días antes. Rojo envió una carta a Negrín, fechada el 9 de septiembre de 1938, en la que le informaba de sus planes para realizar un desembarco en Motril, con el objetivo de conducir un avance por sorpresa, mediante una columna motorizada, sobre las provincias de Málaga y Granada. Ese mismo día se dieron instrucciones al Grupo de Ejércitos de la Región Central, para que preparara un ataque local sobre Motril, en combinación con el que desarrollaría la Flota, al mando del almirante Buiza. El objetivo era atraer las tropas nacionales de Queipo de Llano. Entonces comenzaría la segunda fase del plan: un ataque de tres Cuerpos de Ejército desde el frente Peñarroya-Córdoba en dirección a Badajoz y Sevilla hasta llegar a la frontera con Portugal, partiendo así en dos el territorio controlado por los nacionales. Eso obligaría a Franco a movilizar sus tropas del frente del Ebro y además, de tener éxito, podía dar un giro a la contienda.

El 18 de octubre de 1938 se emitió una instrucción reservada dirigida al Grupo de Ejércitos de la Región Central en la que se ordenaba el despliegue de un mínimo de tres Cuerpos de Ejército de reserva. Además, se ordenaba acumular recursos y abastecimientos para asegurar la acción ofensiva de un ejército de 200.000 hombres, de acuerdo con una ofensiva que consistiría en sendas maniobras secundarias en Motril y en un escenario de la zona central, junto con el ataque principal en Extremadura. Éste es uno de los pocos documentos en los se denomina a dicho plan P, "principal". Diez días más tarde, Barcelona se engalanó para despedir a las Brigadas Internacionales. La despedida fue uno de los actos más emocionantes de toda la guerra, habían dejado 5.000 muertos en el combate y su contribución a la causa republicana quedaría para siempre en la historia.

Los detalles del desembarco previsto en Motril se desarrollan en un documento fechado el 10 de noviembre de 1938. En dicho estudio se analizaban las posibilidades del puerto y se detallaban las naves que intervendrían en la operación. El desembarco estaba planificado con el objetivo de que una división atacaría y rompería el frente en dirección Motril-Málaga, mientras la Brigada especial Y, compuesta por cuatro batallones de hombres seleccionados especialmente, sería transportada por mar desembarcando en Motril detrás de las líneas enemigas.

El 17 de noviembre el gobierno notificó el fin de la batalla del Ebro. La noche anterior se habían evacuado las últimas tropas. Lo que el ejército republicano había conquistado en una semana lo defendió durante 120 días y todo quedaba como estaba a final de Julio, eso sí con 60.000 bajas republicanas y 40.000 nacionales. Franco tenía abierto su camino hacia Cataluña y el Plan P era lo único que podía pararlo y tratar de cambiar el curso de la guerra.

El 30 de Noviembre se emitió la instrucción reservada nº 87 para el Jefe del Ejército de Andalucía, cuyo objeto eran las operaciones ofensivas en el sector de Motril. Los medios suplementarios que se dedican son el Cuerpo de Ejército XVII integrado por las divisiones 19-64 y 14, la brigada especial Y con sede en Cartagena, cuatro grupos de artillería, una o dos compañías de tanques y el soporte de la aviación, que se fijará a posteriori de la forma oportuna. Los fines de la misión son: desconcertar al enemigo mediante un golpe de audacia, desorganizar lo más profundamente su dispositivo en este sector, obligarle a movilizar la mayor cantidad de reservas. Las características necesarias son: secreto absoluto durante su preparación y máxima decisión, audacia y energía durante su desarrollo. Se establece que gran parte del éxito radica en aprovechar al máximo el tiempo y los efectos de la sorpresa. La maniobra consiste en un desembarco por sorpresa de la Brigada Y que debía ocupar el puerto y el pueblo de Motril, cubriendo los accesos a Málaga y progresando hacia Vélez de Benaudalla. Dicha acción de desembarco debía ser protegida por la flota y acompañada de una acción de ruptura del frente enemigo en el sector de Lújar en dirección Órgiva-Lanjarón. También se establece que la radio y las palomas mensajeras debían inicialmente desempeñar una importante misión. Si las circunstancias se presentaran favorables, se estudiaría explotar la acción llevándola hasta Granada. Se daba orden de que las tropas que debían participar en la acción debían someterse a un plan intensivo de instrucción para combate de pequeñas unidades en terreno montañoso, marcha en montaña y empleo de la brújula.

El 6 de diciembre, Rojo informó a Negrín que parecía inminente un ataque de los nacionales sobre Cataluña y le propuso iniciar el Plan P dos días después. El 9 de diciembre se envió la instrucción reservada nº 92 para el jefe de la flota, cuya misión fundamental era colocar sobre los muelles de Motril, a las 6 de la mañana del día fijado, a la Brigada Y, que estaba en Cartagena y que debía ser embarcada en Almería la noche antes. Se le ordenaba informar de la salida del puerto, de las novedades extraordinarias que pudieran suceder durante la travesía y del desembarco de los primeros elementos. Se establecía que iban a contar con una cobertura aérea formada por una escuadrilla de “chatos”, tres de “natachas” y una de “katiuskas”.

Como sólo contaban con nueve divisiones muy mermadas, se vieron obligados a retrasarlo al día 11. El general Rojo envió un telegrama fechado el 10 que dice literalmente "Radio de las 11 horas hoy Jefe Grupo Ejércitos Región Central dice Urgentísimo y Reservado. Por dificultades surgidas para envío punto destino transporte y embarque del material de la Brigada a petición Jefe Flota con quien celebré entrevista, se ha aplazado plan hasta noche 11 al 12". La instrucción reservada nº 93, que se le envió al Jefe de las fuerzas aéreas ese mismo día, comunicaba la fecha de la acción, cuya misión es proteger la flota.

El día en el que estaba previsto el inicio de la operación Rojo recibió una carta de Miaja, Jefe del Grupo de Ejércitos de la Región Central. Éste consideraba que las condiciones eran desfavorables debido a que la luna llena incrementaba la visibilidad en el mar y opinaba que no había información suficiente sobre el puerto de Motril, ni garantías de conseguir el factor sorpresa, ya que la concentración y el transporte de tropas había dado como resultado que los equipos de los barcos y los jefes supiesen que iba a realizarse un desembarco. Finalmente alegaba que la aviación enemiga suponía una amenaza considerable para los barcos. González de Ubieta, el Jefe de la Flota que estaba cercada en Cartagena, apoyaba estas ideas y es posible que el consejero soviético de aviación se negara a destacar aviones. Miaja se volvió a oponer al envío de tropas para una operación proyectada como parte de un ataque combinado por mar y tierra
A estas alegaciones contestó el Jefe del Estado Mayor de la Marina con un telegrama dirigido a los mandos de la Flota en el que, aunque indicaba que se comprendían las razones de la negativa, se recordaba que la operación formaba parte de un plan general que había que aplicar antes de que el enemigo desencadenara la próxima gran ofensiva. Nada menos que Negrín tuvo que insistir, mediante un telegrama dirigido al Jefe de la Flota en la necesidad de realizar el ataque. Pero ante las discrepancias sobre la operación, el Presidente del Gobierno tuvo que cancelarla en el último momento.

Esto produjo el enfado de Rojo. Miaja conocía la operación desde un mes y medio antes y esperó a último momento para manifestar su desacuerdo. Las fuerzas republicanas habían puesto en marcha los preparativos y pequeños barcos se habían hecho a la mar desde Almería transportando los soldados. Embarcaron de noche y antes habían provocado explosiones con el fin de que la población civil almeriense se asustase y se metiera en los refugios para que nadie los viera partir y aumentar así el factor sorpresa. Los soldados estuvieron esperando en los barcos hasta las dos de la mañana, hasta que de pronto les comunicaron que la operación había sido cancelada.

Rojo decidió salvar parte del proyecto atacando por tierra Granada hacia el día 24. La difícil improvisación se complicó por las malas comunicaciones de la zona. Por si fuera poco, se desencadenó en Madrid una crisis alimentaria y el mando de transportes, que no dependía del ministerio de defensa, decidió que los camiones que debían transportar las tropas hasta Granada marchasen hacia Madrid para transportar alimentos. También esta operación fue suspendida.

El general Rojo dedica varias páginas en su obra "¡Alerta a los pueblos!" a explicar las lamentables consecuencias negativas de la suspensión del desembarco. Ciertamente, por desfavorables que fuesen las circunstancias, y por elevadas que fuesen las bajas previsibles, como señala el propio Rojo, más se iba a perder en el caso de que se consumase la derrota militar de la República, como finalmente ocurrió. El desembarco en Motril podía haber atraído las reservas enemigas para facilitar, así, el ataque en Extremadura. Sin embargo, Abraham Guillén, que estudió las operaciones desde un punto de vista afín a los anarquistas, creía que el desembarco "era una aventura guerrillera tardía, sin cobertura política ni programa de liberación para la retaguardia franquista, sin unidad política entre socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos".

Con el fin de respetar el pensamiento del general Rojo, lo mejor es transcribir lo que escribió sobre la operación de Motril en su libro Alerta a los pueblos: "Habíamos hecho, personalmente, el general jefe del Estado Mayor del Grupo de Ejércitos y yo, el reconocimiento de la zona de maniobras, elegido la línea de ruptura del frente enemigo y comprobado la posibilidad de lograr esa ruptura en cuanto había asegurado el jefe de la Flota que dejaría las tropas en el puerto. La razón principal de la dificultad que este jefe señalaba era el temor de que fuesen descubiertos los transportes por la luna; dificultad que yo apreciaba también, pero que no estimaba suficiente para suspender el ataque, ni siquiera para aplazarlo, pues la eficacia del plan radicaba en su oportunidad (...)"

Luego, insistiendo sobre las posibilidades de éxito, Rojo prosigue: "Por el mar iba a actuar una brigada reforzada y especialmente preparada para la operación, apoyada por toda la Flota, en condiciones de superioridad sobre la adversaria y no digamos sobre el puerto, que contaba con pocas y malas defensas. A tal amenaza seria iba a unirse un ataque por tierra en un frente estrecho, con una división, para cortar las comunicaciones enemigas, cosa calculada y posible, como en otras operaciones realizadas, a pocas horas de comenzada la operación; apenas teníamos enfrente cuatro batallones de reservas locales, repartidos en diversos puntos para acudir a los lugares amenazados; unidades éstas acreditadas por su pasividad y con mandos cuya suficiencia no se había contrastado aún en la guerra..."

Lo cierto es que el plan, que tuvo su origen en el Estado Mayor Central, era de gran osadía y visión estratégica. Descabezado por el desembarco frustrado, la otra parte del Plan P, la ofensiva de Peñarroya se demoró demasiado tiempo, hasta Enero, dando tiempo a Franco a anticiparse. Negrín intentó entonces pactar una tregua con motivo de la Navidad, propuesta que recibió un buen eco por parte del Vaticano y algunas cancillerías europeas. Franco se negó ya que en las navidades anteriores el gobierno republicano aprovecho para iniciar la batalla de Teruel. Las acciones del Plan P sobre Extremadura se acabaron realizando y fueron un fracaso.

El año 39 comenzó y la guerra se estaba acabando de perder. En Enero caía Cataluña y semanas más tarde comenzaban las noticias sobre los campos de refugiados del sur de Francia. En Febrero, Inglaterra y Francia reconocieron al régimen franquista. Aunque Negrín y su gobierno seguían apostando por la resistencia, Casado daría en Marzo un golpe de estado dentro de la República con el objetivo de acercarse a Franco y negociar la derrota. Éste, que había alargado la guerra con el objetivo no ya solo de ganarla, sino también de aniquilar lo máximo posible al enemigo, asegurándose así una postguerra tranquila para sus intereses, sólo estaba dispuesto a una rendición incondicional. A finales de marzo las tropas republicanas se desmovilizan. La guerra había terminado, el sufrimiento continuaría durante cuarenta años.


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1 comentario:

  1. El Plan P la gestó su autor (el mismo Vicente Rojo), en realidad, como continuidad y aprovechamiento de la brillante (y de extremadamente irracional fin forzado) victoria en la Batalla de Pozoblanco, en abril de 1937.
    Al final de dicha batalla, según gran parte de los testigos, "si les hubieran dejado", el ataque habría seguido por el mundialmente famoso Cerro Muriano y hasta Córdoba, ya que "los moros corrían, y los cazábamos, como si fueran conejos".
    Dicen que Sevilla estaba prácticamente desguarnecida y que, por tanto, cayendo Córdoba, prácticamente caería Sevilla como fruta madura, siendo así gran parte de lo que esperaba conseguir Vicente Rojo.
    Creían y querían que, de caer Córdoba y Sevilla, habría, a consecuencia de la anterior y sanguinaria en extremo represión franquista a la población andaluza (más de 900 asesinados en Constantina, cerca de 2.000 en Baena, más de 9.000 en Sevilla, más de 1.000 en Puente Genil, también varios miles en Huelva y varios miles en Cádiz, entre 4.000 y 7.770 [cifra de documentos de la Cruz Roja, "muy misteriosamente" desaparecidos en los años noventa] en Córdoba capital), una sublevación popular general que pondría en jaque a las tropas fascistas de Andalucía, facilitando así la vuelta de toda la región a poder del gobierno de la República, lo cual pondría en jaque al ejército de los sediciosos.
    Un abrazo desde Córdoba.

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