31 diciembre, 2018

Mi felicitación para el 2019


Ahora que se malbaratan palabras como exilio o preso político, que los nacionalismos -de todo tipo- nos hacen creernos mejores que nuestros vecinos, impulsando a levantar fronteras y a cerrar puertos, a rechazar a todo el que viene de fuera, ahora que las ideas parecen polarizarse hacia extremos en los que no es fácil ni entenderse, ni encontrarse… Conviene recordar que los extremismos nunca traen nada bueno y que nadie huye de su casa por gusto.

A principios de febrero de 1937, las tropas franquistas iniciaron su avance hacia la ciudad de Málaga desde todos los frentes. La población civil inició lo que se llamó “la desbandá” para huir del sufrimiento y, en muchos casos, de la muerte. Mi abuela María tuvo que abandonar su casa de Jayena, un pueblo del sur de Granada, donde se habían refugiado al inicio de la guerra, y cruzar las Sierras de Tejeda y Almijara. Lo hizo en compañía de su hija –mi madre- que tenía menos de dos años. El mal tiempo frenó el avance enemigo durante unos pocos días, dándoles la oportunidad de escapar. Los documentos que pude encontrar certifican esa huida y confirman las narraciones orales de la familia. Solo después de algunas semanas, María pudo reencontrarse con su marido y también con dos de sus hermanos.

Los cuentos de Navidad hablan de una huida en burro. Con este texto –que en realidad forma parte de una escena de esa novela que sigue varada desde hace tiempo- quiero desearte mis mejores deseos para el 2019. Disfruta mucho de la vida, pero no te olvides de combatir con tus palabras, tus votos, tus actos… la intolerancia, la xenofobia, el racismo, el machismo y las nuevas caras que traen los nacionalismos y los fascismos.

El camino se empinaba sin descanso, se retorcía a lo largo de decenas de curvas que parecían llevar al fin del mundo. La lluvia caía más despacio a medida que avanzaban y, a la altura del puerto, se había convertido en aguanieve: los primeros copos empezaron a caer con un murmullo lento de tristeza. Suspendidos del aire helado, se prendían con suavidad sobre las ropas mojadas, pero también con una constancia desesperante que calaba hasta los huesos. A pesar de ello, la nieve escasa se negaba a dejar huellas sobre el pasado que iban dejando atrás sin saber qué les depararía el futuro, tan incierto que ya no existía más allá del día siguiente, de la próxima curva.

Un frío espantoso bramaba entre los barrancos y dificultaba el avance de los que huían en mitad de la tormenta. María observaba la cara de su hija, envuelta en mantas, protegida por la pleita de esparto. Miraba el rostro de la inocencia dormida, ajena por un instante a la desgracia de la guerra; sus manos que abrazaban con toda la fuerza de su instinto protector una pequeña muñeca de cartón, mojada, casi rota. Rendida en el balanceo del mulo, trataba de proteger a su único juguete.

Una familia de campesinos se apiadó de ellas cuando la lluvia comenzó a arreciar al principio de la cuesta y la pequeña lloraba en el suelo ante los brazos agotados de su madre. El hombre la cogió con sus manos grandes y la metió dentro del único hueco que quedaba en el cujón, los otros tres estaban ocupados cada uno por un niño. El mulo iba con las cinchas bien apretadas, tan cargado con las criaturas que muchas veces se detenía, remoloneándose hasta que su dueño amenazaba su terquedad con la fusta.

Con el paso de las horas los grupos se fueron disgregando. Los que caminaban delante desaparecían en los recodos que dibujaba la carretera. Los más fuertes caminaban sin mirar atrás, y se perdían a lo lejos. Las  familias, en cambio, acomodaban el paso para permanecer juntas, para buscar la pequeña e ilusoria protección que ofrece en los momentos difíciles la compañía de los seres queridos. Así, se fueron quedando rezagados y, cuando quiso darse cuenta, María caminaba acompañada tan solo por el matrimonio de labriegos y el mulo con los críos.

10 diciembre, 2018

Doscientas mil visitas

Los mejores caminos son los que nos sorprenden a cada paso y nos llevan por territorios inesperados, los que nos cruzan con compañías que enriquecen el trayecto, los que no tienen un destino establecido, ni una duración precisa. 

Hace más de 10 años inicié este blog. Tardé nueve meses en tener mis primeras 1.000 visitas y dos años en llegar a las 10.000, el mismo tiempo que necesitó el contador en alcanzar las 50.000. Seis meses más tarde la cifra se había doblado. En ese tiempo he vivido un divorcio, tres cambios de trabajo y –curiosamente- ninguna mudanza. La novela que acabó dando motivo al camino se reduce solo a un par de centenares de páginas emborronadas, algunas llenas de dudas, pero otras con la luz necesaria para que la convicción y el deseo de terminarla sigan intactos. 

Cuando hago la suma, la cifra de entradas alcanza casi las trescientas y, aunque en los tres últimos años solo he publicado una veintena, ahí sigue… como todos… viviendo. 

Hace unas semanas se superaron las 200.000 visitas y quizás sea un buen momento para repasar el viaje y destacar, a modo de resumen, diez entradas. 

El día que murió Franco fui un niño muy feliz https://bit.ly/2CSa0YN

Éste fue el primer paso del camino, el primer texto que escribí para el blog. Su título era una declaración de intenciones. Describía la muerte de Franco desde la mirada de un niño que no entiende las lágrimas de su abuela. Hoy, que el Congreso ha aprobado la exhumación del dictador, me he vuelto acordar una vez más de ella. Hace décadas que murió, pero María Álvarez López quizás también hubiera llorado (su dolor debía ser inmenso). 

La verdadera protagonista de mi novela https://bit.ly/2CPi4JX

Esta microbiografía de mi abuela materna intenta resumir una historia llena de pequeños detalles. Fue publicada por la organización Todos los nombres https://bit.ly/2D0ixJ8 que rescata del olvido las vidas de miles de personas. Y lo hace inspirada en las últimas palabras que Julia Conesa, una de las Trece Rosas, le escribió a su hija: “que mi nombre no se borre en la historia”. 

Mi lista de novelas sobre la guerra civil https://bit.ly/2CUBY6p

Es la entrada más visitada de mi blog. Hubo un momento en el que Google la situó la primera de su lista cuando consultabas sobre este tema. Sin buscarlo fui trending. Luego mis amigos del blog Cita en la Glorieta me pidieron desarrollar la idea y publicaron una serie de reseñas más detalladas de algunas novelas ambientadas en ese momento histórico. https://bit.ly/2CTC12g

Los verdaderos héroes de Dunkerque https://bit.ly/2N7HhE2

Aún desconozco el motivo: coincidió con el estreno de la película Dunkerque y fue compartida en redes sociales de temas históricos, pero esta entrada alcanzó las diez mil visitas en apenas una semana, unos registros que multiplicaban por 50 la media de las cifras del blog. Cuenta una de esas maravillosas historias olvidadas que a mi tanto me apasionan. Ésta y otras historias sobre el exilio republicano fueron también recogidas en el blog de mis amigos Cita en la Glorieta. https://bit.ly/2NbAc5t

La causa 595 https://bit.ly/2CRDc2f

Cuando inicié la investigación histórica para la novela no podía imaginar que aún existiesen documentos como el Consejo de Guerra que siguieron contra mi abuela y otras personas que habían ayudado a la resistencia antifranquista. Dentro del maquis, el grupo de los Hermanos Quero (donde participó mi abuelo) “eran la Champion League, los más grandes”, me dijo un día Almudena Grandes cuando en una firma de libros le hablé brevemente del tema. Tras la muerte de Franco, en su archivo personal solo encontraron 9 documentos relacionados con los 40 años de oposición y 4 de ellos estaban relacionados con los Quero. 

Las viejas fotos de Cuba https://bit.ly/2NEQmnh

Cuando encuentras un hilo del que tirar luego no puedes parar aunque el ovillo sea mucho más grande de lo esperado. Es lo que me sucedió: encontré documentos sorprendentes que aportaban detalles minuciosos sobre mi abuela María, pero la historia llegó mucho más lejos. En el expediente militar del tatarabuelo Antonio López encontré sus vicisitudes como soldado raso en la Tercera Guerra Carlista y, décadas más tarde y ya como teniente, en una guerra caribeña y lejana. Aprovechando viajes de trabajo al País Vasco y Navarra pude visitar los escenarios de sus batallas carlistas -aún queda pendiente visitar Cuba-, pero el tatarabuelo solo permanecía en la imaginación: no había encontrado ninguna foto suya, hasta que una prima descubrió algunas. 

Más vale tarde… https://bit.ly/2NIC8lw

A lo largo de los años han sido bastantes las personas (muchas de ellas desconocidas para mi) que han contactado conmigo a través del blog. Algunos me contaban historias de sus antepasados que habían vivido las mismas circunstancias que los míos, otros simplemente me decían que me leían a miles de kilómetros de distancia. Una mañana leí un mensaje de mi tío Pepe, al que no conocía y que pudo encontrar a sus hermanas y sobrinos gracias a una única pista y a la magia de internet que le llevó a mi blog. Parece una historia de novela, pero como en casi todas las que me han ido apareciendo, la realidad ha superado a la ficción. 

Salvoconducto para la esperanza https://bit.ly/2NLat38

Hay fotografías que son un tesoro y que esconden mensajes maravillosos que descubres por casualidad muchas décadas después… 

“Los personajes que no caben en mi novela” da nombre a una sección del blog donde cuento las historias de personajes que fui admirando a medida que investigaba. De todas ellas hay 3 que me gustaría destacar: 

Arthur Koestler, el último mohicano de la prensa en la caída de Málaga https://bit.ly/2Ga2dHF

El héroe desconocido https://bit.ly/2x7FFQT

El último vuelo de los natachas https://bit.ly/2MvW9a6