Hace ahora poco más de un año acudí a la poesía como los borrachos
acuden al bar: buscando consuelo para la soledad y el miedo. Los poemas de los
maestros velaron mi duelo. De aquel magma de sentimientos nacieron unos versos.
Como siempre, no me gustaron y los olvidé en el cajón. Hace unas semanas los
rescaté, les saqué brillo y tiré lo mucho que no servía. Siguen sin gustarme,
pero -pese a todo- aquí están. Sirvieron para ahuyentar los fantasmas. Entendí
por qué llevaba tanto tiempo sin escribir poesía. Duele. Creo que tardaré en
hacerlo de nuevo. Es mejor vivir.
Hoy -un año más tarde- soy un hombre feliz. Acaba el 21 de marzo, día mundial de la poesía,
no sé si será un mal día para que vean la luz.
Así que cuando sufras –y lo harás-
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizás ingrato.
Y aprende que la vida sólo tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota
Agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura
Felipe Benítez Reyes
1
La soledad camina
por los pasillos de
la noche insomne
vestida de
fantasma.
Arrastra los pies
fríos
y esconde los
retratos incómodos
que duermen boca
abajo.
Testigos de pasados
recientes que
duelen como un mordisco
y siempre deja
marca.
2
Puedes borrar la
queja de tu boca,
musa de los versos
que no existieron.
Eras afortunada.
La felicidad nunca
te convierte
en personaje de un
poema.
Aunque sigas sin
creerme,
yo insisto una vez
más:
es mejor no
enamorarse de mí.
Desnudo
sentimientos
amargos sólo
para sobrevivir.
3
Hay cosas en la
vida
que se aprenden muy
tarde,
cuando la solución
ya no es posible.
No se deben ignorar
los avisos,
descuidar los
geranios,
ni malversar el
tiempo de los besos
en cosas que no
importan.
Pero no se puede
domesticar
el alma loca del
poeta
que necesita su
espacio
para soñar
y no dejar de
soñarte.
La vida es un
bolero
triste y desafinado
que no siempre
alcanza el final previsto.
Los horóscopos
nunca
se cumplen en el
amor.
5
No es verdad. Se
equivocan.
Los poetas nunca le
escriben al amor:
maldicen las
ausencias.
Por eso odio los
versos que te escribo.
Me parecen manuales
de autoayuda.
Mienten, el brillo
infame del espejo
devuelve unos ojos
vacíos.
La cura está en la
herida.
6
Como las ramas
secas del invierno
podamos el viejo
amor
maldiciendo el
recuerdo de los frutos
que saboreamos
juntos.
No todos los versos
le sobreviven
a mi memoria sorda.
Te agradezco los
besos,
las caricias, la
pasión que se nos fue.
Soy un hombre
agazapado
que huele la
primavera.