31 diciembre, 2013

A beneficio de inventario

A menudo las ideas se iluminan en los momentos más extraños, cuando nuestros pensamientos merodean alrededor de una dispersión absurda de conceptos que se cruzan. Hace un par de días, mientras conducía sin la prisa habitual que casi siempre nos envuelve, la mañana soleada de invierno se pintó en el parabrisas como un regalo inesperado. Llevaba días tratando de encontrar sin éxito un pequeño hilo de inspiración del que poder tirar para escribir un texto con el que felicitar el nuevo año. La radio vomitaba palabras absurdas: las mentiras de la última comparecencia del Presidente del Gobierno, las promesas de una nueva patria llena de utopía, el anuncio de una lotería que pintaba el nuevo año como un libro en blanco donde podríamos por fin escribir la historia que siempre quisimos vivir…

Gracias a la tecnología digital se agolpaban sin el carraspeo ronco que tenían los sintonizadores de los aparatos de otra época. Por mucho que mi dedo pulsara el cómodo botón del volante buscando otras emisoras, todas insistían en una palabrería que trataba de ocultar la realidad y encontrar una ficción no demasiado dura para estos años de plomo en los que la crisis ha destrozado tantas esperanzas.

A beneficio de inventario: la expresión se iluminó de repente en una esquina de la memoria mientras conducía, regresó del magma de conceptos que aprendí en la universidad, uno de tantos que luego no me ha servido para nada útil en la vida. Siempre preferí el Derecho Civil a otras asignaturas porque, ahora que está tan de moda utilizar el plural colectivo para hablar de los derechos de los pueblos o el mayestático con el que hablan sus mesías, yo sigo prefiriendo los derechos que les asisten a sus ciudadanos, los datos minúsculos que forman parte de sus vidas y que no aparecen en las estadísticas y las cifras macroeconómicas con las que intentan aturdirnos la mayoría de los políticos.

La expresión pertenecía a una de las materias del derecho civil: más concretamente el derecho sucesorio. Cuando regresé a casa la busqué en internet porque no podía precisar con exactitud su significado y entonces descubrí qué fantástico hubiera sido estudiar con el apoyo de googles, wikipedias y herramientas parecidas. Allí todo era mucho más claro: “El beneficio de inventario es una declaración de voluntad en la que se trata de saber cómo está una herencia, a través de un inventario de los bienes que la componen y de las cargas que hay sobre ellos. La diferencia entre una herencia aceptada a beneficio de inventario y una herencia aceptada pura y simplemente es que, aceptando la herencia sin beneficio de inventario, el heredero se convierte en responsable de todas las deudas del fallecido, además de con los bienes de la herencia, con los suyos propios. Con el beneficio de inventario el heredero está obligado a pagar las deudas y las demás cargas de la herencia sólo hasta donde alcanzan los bienes de la misma.”
Aquella idea perdida, la expresión olvidada sin aparente nexo con la realidad se iluminó porque un deseo larvado se revolvía en mi interior contra tanta palabrería: mi subconsciente me gritaba que, por una vez, estaría bien recibir el 2014 a beneficio de inventario, sin la pesada carga que hereda de los años anteriores. Era consciente de que en ese maravilloso libro en blanco que prometía el anuncio de loterías se iban a escribir páginas de tristeza, de rabia frente a las injusticias, de frustraciones ante los fracasos, de desengaños por las propias incapacidades, de listas de propósitos incumplidos, de sueños que volverán a quedarse a medias, de momentos perdidos en la prisa de los días, de despedidas más o menos dolorosas.
Pero en ese libro en blanco que será el 2014 también tendrán cabida un montón de sensaciones que nos harán felices, aunque sea de forma breve: los besos y los abrazos, los reencuentros con los seres queridos, un atardecer de inolvidable belleza, la tibieza agradable del sol de invierno, la brisa refrescante de una noche de verano, el sabor de un plato delicioso, el poso que deja la lectura de un libro maravilloso, esa sensación de felicidad que nos dejan las buenas películas cuando salimos por la puerta del cine, una caricia, la compañía de las personas que nos quieren y a las que queremos, el futuro de nuestros hijos…
Mientras conducía de regreso a casa, el coche, cansado por la cuesta, redujo la marcha y me dio la oportunidad de ver una pintada en un muro en la que no había reparado hasta entonces: “Para tocar el cielo no hacen falta alas”.

Te deseo que el nuevo año llegue a beneficio de inventario y que la lista de cosas que te hagan sufrir sea mucho, mucho menor que todas aquellas que van a hacerte feliz. Te deseo que encuentres las alas para poder volar muy lejos y hacer realidad tus esperanzas. 

18 diciembre, 2013

Somos grandes

Son grandes, somos grandes. Me alegra haber colaborado -con mi minúsculo grano de arena- a hacer realidad estos proyectos. A veces luchar contra las injusticias da resultados y solo nos lleva unos segundos, el que cuesta que nuestra solidaridad haga click a una petición. Hoy los de Change.org me han mandado este vídeo que me ha emocionado. Mas allá de los políticos mediocres que nos gobiernan, otro mundo -más justo- es posible. Os invito a conocerles

09 diciembre, 2013

Mi lista de novelas de la Guerra Civil (2)

“No sé quien dijo que los novelistas leemos las novelas de los otros sólo para averiguar cómo están escritas. Creo que es cierto. No nos conformamos con los secretos expuestos en el frente de la página, sino que la volteamos al revés para descifrar las costuras. De algún modo imposible de explicar desarmamos el libro en sus piezas esenciales y lo volvemos a armar cuando ya conocemos los misterios de su relojería”.  
Gabriel García Márquez.

En unas horas mi blog alcanzará las setenta y cinco mil visitas, una cifra insignificante, minúscula, perdida en el tráfico que genera la red, pero cuando empecé a escribir aquí, en abril de 2.009, no podía imaginar todo lo que iba a pasar: las historias, algunas muy cercanas y otras desconocidas, que despertarían del cajón del olvido para emocionarme; los personajes que conocería y que no iban a caber en la novela que escribo;  las lecturas maravillosas de las que iba a disfrutar y aprender en igual medida…

De las 232 entradas que forman parte hoy de este blog, una de ellas ha acaparado casi una cuarta parte de las visitas, hasta el punto de que hoy, cuando alguien introduce en el cuadrado de google novelas sobre la guerra civil, el océano de internet y el viento con el que sopla el azar de las tendencias les arroja a este entrada:


Desde julio de 2.010 ha ido acumulando visitas, pero lo cierto es que, en todo ese tiempo, he creído que aquella lista destacaba sobre todo por las ausencias, que he tratado de paliar con más lecturas y más entradas en el blog. Ahora las agrupo aquí, junto con un link para aquellos que quieran leerlas completas:

La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina: La trama se teje a través de continuos saltos en el tiempo, conformando un puzle por el que se mueven unos personajes construidos gracias a infinitas capas de pintura, todas ellas suaves, pero que acaban definiendo un trazo fuerte que los define de forma rotunda. Y todo ello contado desde la voz de un narrador protagonista que nos relata, en presente y en primera persona, una historia que ha pasado durante los últimos meses, los previos a la guerra y los primeros de la misma, sin perder en ningún momento el foco necesario. El destacable el esfuerzo que hace su autor por tratar de meternos en la mente de aquellas personas normales, que ven como su realidad cotidiana se hace añicos en mitad de la espiral de locura. http://bit.ly/1aMn5bp


Inés y la alegría, de Almudena Grandes: La historia se cuenta, en primera persona, a través de las voces de tres narradores. Las dos primeras son las de la pareja protagonista: Inés y el hombre de su vida, Galán, un excombatiente republicano que se niega a rendirse. Ambos van enlazando la trama a través de escenas que se complementan, cosiendo los diferentes puntos de vista, que ayudan a tener una visión más global, más rica de lo que ocurre. La tercera voz es la de la propia escritora que cuenta directamente los hechos políticos que acontecen alrededor de la ficción. Este intervencionismo omnisciente de la autora puede sorprender, máxime porque son incisos muy claros que van separando, o quizás me atrevería a pensar que uniendo, la realidad histórica y la inventada. Pero la propia Almudena lo aclara en las últimas páginas, aunque los personajes históricos se mezclan con los que proceden de su invención y logran interactuar para explicar la trama, ella no puede resistirse a contar a través de su propia voz unos hechos reales que, por desconocidos y novelescos, casi parecen inventados: la historia de cuatro mil republicanos españoles, que después de participar en la expulsión de los nazis del territorio francés, deciden cruzar los Pirineos con el objetivo de extender la confrontación, que se libraba en todo el mundo, a a su propio país.  http://bit.ly/1d3PvQM


Riña de gatos de Eduardo Mendoza y Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez-Barlett: ambas para mí son dos novelas fallidas. http://bit.ly/1faD206

A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales: En las páginas del prólogo, de esta colección de nueve relatos, podemos encontrar algunas de las opiniones más lúcidas sobre nuestra guerra civil. “Cuento lo que he visto y he vivido más fielmente de lo que yo quisiera.” Desde su exilio en un arrabal parisino, rodeado de los desarraigados de toda Europa, que habían llegado hasta allí huyendo de todos los totalitarismos, Chaves nos describe una galería de personajes que nos hacen tener una visión coral de lo que estaba pasando. Lo hace lejos de posturas maniqueas. La locura de la guerra no distingue entre buenos y malos. En todos los bandos siempre aparecen personas despreciables que aprovechan el momento para ejecutar sus acciones más ruines, también los idealistas que tratan de defender una causa mientras se desmorona ante los ataques de todos. Chaves los retrata como nadie ha conseguido hacerlo. http://bit.ly/1kqjB3U


Homenaje a Cataluña, de George Orwell: La voz narradora en primera persona de su autor nos cuenta los hechos de los que había sido no sólo testigo directo, sino también protagonista. Lo extraño es que para ello no utiliza el presente, un tiempo verbal que puede llegar a ofrecerle a un novelista mayor cercanía y credibilidad y que, probablemente, se acercaba más a aquellos acontecimientos tan próximos. Orwell despliega, a través del pasado, una historia que puede parecer muy remota, como si hubiera ocurrido mucho tiempo atrás. Aunque sólo habían pasado unos pocos meses, la intensidad de los sentimientos vividos, el dramatismo de la historia, la amargura frente a las diferentes derrotas que se estaban produciendo, le resultaron un espacio de tiempo demasiado grande y le ofrecieron un punto de vista magnifico desde el que narrar. En esa distancia, logró tener cabida, con una enorme proximidad para el lector, ese poso de desengaño que destila el texto. http://bit.ly/18NqufZ

Luna de lobos, de Julio llamazares: Esta novela es pura poesía. La estructura gramatical, la puntación, el uso del lenguaje, todo en ella está marcado por una cadencia que acompaña con suavidad al lector a lo largo de su capítulos. El estilo es magnífico, genera una voz propia, distinta. El vocabulario está cuidado, adaptado al mundo que nos quiere contar. En el lirismo de ese entorno se produce la lucha más instintiva, la más cotidiana, la búsqueda de la supervivencia. En esa dualidad, a medio camino entre la belleza y la hostilidad, transcurre la subsistencia desesperada de cuatro antiguos combatientes republicanos que, tras la derrota, tratan de encontrar refugio para algo tan simple, y a la vez tan difícil en aquel contexto histórico, como era seguir con vida.  http://bit.ly/1aMeS77

El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes: Es una narración sobre el maquis, sobre los hombres que se echaron al monte después de la guerra, pero la vemos a través de los ojos de Nino, un hijo de guardia civil. Gracias a su mirada infantil, que evoluciona de forma continua, nos acercamos mejor a las contradicciones, a una lucha en la que los dos bandos comparten las mismas miserias, parecidos miedos, donde los verdugos no siempre tienen capacidad de elegir y a veces descargan su brutalidad no sólo por motivaciones políticas sino también a causa de sus inmensas frustraciones. Una voz narradora maravillosa.  http://bit.ly/1gQviAP


Réquiem por un campesino español: En la iglesia vacía, a punto de celebrar el réquiem por un campesino, un año después de su fusilamiento, Mosén Millán repasa la vida de Paco, casi un hijo para él. En los minutos de la espera vemos, a través de la mirada del sacerdote, los hechos más significativos de la vida del protagonista que transcurren durante la Primera República y los primeros días de la guerra. Relectura de la primera novela que leí siendo casi un niño para descubrir la maestría en el uso del tiempo narrativo.  http://bit.ly/18Nq4pU





También me gustaría recomendar la Trilogía de la Guerra Civil, que reúne tres obras de Juan Eduardo Zúñiga: Largo noviembre de Madrid, Capital de la gloria y La tierra será un paraíso,donde se recogen una variedad de relatos que componen un gran mural, pleno de matices y miradas diferentes sobre el conflicto o La defensa de Madrid de Manuel Chaves Nogales, una de las mejores y más realistas crónicas del asedio de la capital.









Le he oído a varios escritores, a algunos de los que me gustan mucho, decir una cita de Chesterton: “La literatura es un lujo: la ficción, una necesidad”. En estos años de plomo, en los que la crisis económica ha llenado la realidad de una grisura casi insoportable, necesitamos más que nunca que nos cuenten historias, algo tan antiguo como la humanidad.

A veces la literatura puede convertirse en un lujo: cuando era un adolescente miraba los escaparates de las librerías con un deseo que mi bolsillo no podía saciar. Afortunadamente la juventud es un ca  bnmpo por arar que acepta todas las semillas y las bibliotecas públicas estaban llenas de ellas. Los libros prestados tienen un sabor especial que no puede comprarse. Luego mi pequeña biblioteca fue creciendo con los años y recuerdo la época de bienestar en la que podía salir con una bolsa llena de libros, lecturas en abundancia que no siempre me gustaron. Ahora que la crisis obliga a desprendernos de muchas cosas, no siempre innecesarias, he recuperado el sabor de los libros prestados y de las relecturas, a darle una segunda oportunidad a los libros inacabados. Ahora que el otoño comienza a ser frío y gris siempre nos queda la posibilidad de zambullirnos en alguna historia maravillosa. Las que están ambientadas en la guerra civil o la posguerra suelen ser duras, apasionantes y están llenas de personajes que tratan de sobreponerse a una realidad hostil, aunque no siempre lo consigan. Por eso, hoy más que nunca, me parecen novelas maravillosas.