Hace ahora más o menos un
año escribí aquí una entrada que titulé Historias del Cine Duque. En ella
viajaba a un vago recuerdo de mi infancia más remota, incluso más lejos: a la
niñez de mi padre.
http://dormidasenelcajondelolvido.blogspot.com.es/2013/02/historias-del-cine-duque.html
El viejo cine formaba parte
de un pasado difuso que dejó de existir hace mucho tiempo, era el escenario de
las historias de hambre y miseria, pero también de sueños, que tanto me gusta
oírle contar, el lugar donde la realidad gris y triste de la posguerra quedaba
en suspenso por unas horas e invitaba a soñar con personajes magníficos y
lugares lejanos. ¿Cómo deberían reflejarse las películas en los ojos llenos de
orfandad del niño que no conoció a su padre?
Quise acompañar el texto con
alguna fotografía del edificio, pero, por mucho que busqué, no encontré ninguna,
ni siquiera en ese océano de internet que tantas veces ha arrojado luz a los
textos que escribo.
Ese inmenso océano arroja
botellas con mensajes en la playa de este blog. De vez en cuando, en la marea
del correo electrónico, encuentro las palabras de algunos desconocidos -hasta
ese momento- que encontraron mis textos y querían compartir conmigo sus
sensaciones. He encontrado palabras de ánimo para continuar con la escritura de
la novela, agradecidos a los que algunos de mis artículos les había traído recuerdos
o emociones; personas que también buscaban las historias que duermen en el
cajón de su olvido y me pedían consejo sobre cómo rescatarlas, sobre las pistas
que deben seguirse o lugares donde pueden encontrar ayuda para encontrarlas; he
recibido fotografías, textos, retratos, de los paisajes y personas donde
antiguos antepasados comunes combatieron; recomendaciones de libros; detalles
que matizan y enriquecen algunas de las historias que cuento y, hasta ahora,
solo un comentario desagradable y fanático que no quise publicar. También
gracias a este blog contactó conmigo mi tío Pepe de Ronda, que a los sesenta años descubrió que su padre
era mi abuelo y su búsqueda le llevo a un texto donde yo hablaba del José
Castro Peregrina que él estaba buscando.
Hace bastantes meses recibí
un correo de Carlos desde Málaga. Había reconocido el paisaje de su infancia en
el mío y me contaba algunas imágenes cotidianas que habían permanecido en su
recuerdo y que despertaron otras muy parecidas que yo conocía. Un tiempo más
tarde leyó mis viejas historias del Cine Duque y me escribió para decirme que
tenía una fotografía que yo no había encontrado.
Esta mañana en el buzón me
he encontrado con un email suyo y en su interior la imagen que aparece más
abajo.
Yo no recuerdo el cine, pero
si esa esquina, la puerta metálica y el toldo raído. Recuerdo una imagen
borrosa a través de esa puerta que se abría a una tienda. En esa imagen,
probablemente falsa –la memoria nos traiciona muchas veces- se ven frutas
apiladas en cajas, sacos abiertos de legumbres secas y garrafas de aceite.
El paso del tiempo y el
olvido aumenta en nuestra imaginación el tamaño que tenían las los espacios de
la infancia, engrandece los objetos y las distancias. Yo no imaginaba el cine
ocupando esa esquina, sino más al centro de la calle y creía que sería un poco
más grande. Pero me ha alegrado mucho poder ver esa fotografía y quiero
compartir aquí ese regalo que me ha hecho Carlos. Así, si alguien busca en
internet una fotografía del Cine Duque ahora podrá encontrarla y llegar a la
orilla de este blog y conocer sus historias y quizás compartirlas…
Posdata.- Mi padre me
confirma que en la esquina hubo una tienda, muchos años después de que cerrara
el cine, pero que antes allí estaba el bar de Joaquín y que, donde ahora se
levanta el edificio que hay a la derecha, antes estaba el solar del cine de
verano.
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