Lo breve es dos veces bueno
dice un refrán. A menudo el miedo al papel en blanco me hace escribir páginas
innecesarias, como si pensara que un buen escritor tuviera que alargarse en
detalles prescindibles y confundo, de forma errónea, que la capacidad narradora
no siempre se traduce en el talento de llenar hojas sin descanso. Por fortuna
en esos casos, trato de recordar la frase de Hemingway que ocupaba la portada
de la carpeta que me entregó la Escola d’Escriptura en mi primer curso novela: “la papelera es el primer mueble en el estudio
del escritor”.
Siempre he creído que a un
libro de más de quinientas páginas le sobran unas cuantas, aunque también
defenderé el derecho del escritor a conferirle a su historia el tamaño que crea
más conveniente. Hay bastantes obras que
superan el millar, como Vida y destino de Vassili Grossman, que son magníficas.
Jean Echenoz en su última novela, titulada 14, es un gran ejemplo de concisión
ya desde el propio título. En ella nos describe la Primera Guerra Mundial, un
tema de aniversario y ampliamente tratado en la literatura, con una mirada
diferente, seleccionado con precisión los hechos en los cuales se quiere
detener y obviando otros ya manidos por otros muchos que le antecedieron, como
el propio narrador nos advierte:
“Habiéndose descrito mil
veces, puede ser que no valga la pena demorarse más en esa ópera sórdida y
pestilente. Puede ser, incluso, que no sea útil ni pertinente comparar la guerra
a una ópera, y menos aún si no nos gusta la ópera y si, como es, es grandiosa,
enfática, excesiva, llena de esperas penosas que hacen mucho ruido, y a menudo,
a la larga, son bastante aburridas”.
Nunca había leído a Echenoz. Le descubrí por la
admiración que siente la crítica hacia su obra: los suplementos literarios de
los periódicos hablaban maravillas de él y, por una vez, estaban en lo cierto.
Su estilo, que en ocasiones se muestra
muy flaubertiano, sabe encontrar la palabra precisa y el ritmo exacto. La
primera escena, que nos presenta al protagonista: un contable gris de
veintitrés años que pedalea contra el viento una tarde de verano, me parece una
gran entrada a la historia. Con cierta frecuencia los escritores –incluso los
más alabados- no saben contar los grandes acontecimientos de la guerra sin
incluir a algunos de sus personajes más famosos: generales, políticos,
héroes…Echenoz se limita a contarnos la realidad a la que se ven obligados a
enfrentarse un grupo de amigos del que podríamos formar parte cualquiera de los
lectores.
Una guerra que todos, incluidos
los propios personajes, pensaba que iba a durar quince días y se convirtió en
la primera masacre industrializada a gran escala, que no iba a respetar ninguna regla y que “Como todo el mundo, pero sin acabar de
creérselo, Anthime se la esperaba un poco, pero no se imaginaba que pudiese
caer en un sábado”.
Fotografía de Frank Hurley Hulton Archivo Getty |
A partir del primer festivo de
agosto en el que Anthime oye a lo lejos, entre la furia del viento, el rebato
de las campanas que llama a la movilización mientras asciende con su bicicleta
una pequeña colina, su vida y la de sus amigos cambiará para siempre y Echenoz
nos lo cuenta con una precisión casi minimalista, no exento de una fina ironía
que convierte la guerra en un absurdo ridículo como podemos leer en uno de los
primeros ataques a bayoneta mientras a retaguardia suena la música: “Entretanto, mientras la
orquesta cumplía su cometido en el combate, el brazo del barítono resultó
atravesado por una bala y el trombón cayó gravemente herido: el corro fue
estrechándose y, aunque su formación hubiera quedado mermada, los músicos
continuaron tocando sin emitir una nota discordante, hasta que al retomar la
estrofa en que se alza el estandarte sangriento, el flauta y el viola cayeron
muertos”…
Desde la llamada a filas, los desfiles felices y las
despedidas, el autor encuentra una voz omnisciente fría y neutra que adquiere
la suficiente distancia para contarnos una historia coral donde tienen cabida
el hambre, el fango, las trincheras, las explosiones, los piojos y la muerte, pero
también la vida en la retaguardia, las avenidas que se vacían de hombres, las
mujeres que lloran en silencio a sus muertos o el éxito empresarial de una
fábrica de zapatos de cada vez peor calidad que se enriquece con el sufrimiento
de los soldados. En definitiva todo un mosaico de la realidad contado en poco
más de noventa páginas que se leen en un suspiro y alcanzan una sencillez que podría parecer fácil, pero que
requiere de muchísimo oficio. Una maestría que podemos ver en los diálogos –no
hay ninguno en toda la novela-, pero las conversaciones de los personajes
suenan - ¡y de qué manera!- a través de la voz del propio narrador.
Fotografía de Walter Koesller |
Muchos críticos recuerdan otros libros que tratan la
Primera Guerra Mundial, ahora que se cumple el centenario de su inicio. A mi 14
me trae a la memoria a uno de las que nadie habla: Sin novedad en el frente de
Eric María Remarque, un libro magnífico que leí hace ahora un año y que sólo la
pereza y el trajín de las obligaciones cotidianas impidió una reseña en este
blog. Encuentro ciertos ecos de él en Echanoz: su visión amplia desde el inicio
de la contienda hasta su final a través de un grupo de soldados –en este caso
alemanes- y la mirada de uno de ellos que, malherido en el frente, también
prueba el sinsabor de las secuelas en la retaguardia. Pero, a diferencia de
Remarque, que nos cuenta sucesos que vivió en carne propia, Echenoz los narra
–según contó en alguna entrevista- tomando como punto de partida las vivencias
que un familiar anotó en una agenda.
No obstante, no creo que 14 alcance el grado de perfección
del que habla la mayoría de la crítica. Ese narrador omnisciente pierde para mí
el foco cuando narra los hechos desde un presente mentiroso, como sucede en el
capítulo del combate aéreo, o en algunos relacionados con la vida cotidiana de
Blanche, el personaje femenino o también cuando, conocedor de todos los
detalles, se instala en un futuro ventajoso que nos advierte de las
consecuencias que acabará teniendo la guerra. Eso no impide que sea una
magnífica novela, de una lectura totalmente recomendable, en la que los
aprendices de escritores podemos entender el imprescindible uso de la papelera para
los detalles superfluos.dormidasenelcajondelolvido by José María Velasco is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.
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