Si buscamos en wikipedia el significado de genocidio podemos encontrar: “el genocidio o asesinato de masas es un delito internacional clasificado dentro del género crímenes contra la humanidad. Se entiende por genocidio cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal.” La definición del Diccionario de la Real Academia Española es prácticamente idéntica: “exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, de etnia, de religión, de política o de nacionalidad”.
En base a estas definiciones, creo que hoy ya nadie puede negar que el general Gonzalo Queipo de Llano cometió genocidio con el pueblo andaluz.
Queipo de Llano fue seminarista y luego ingresó en el ejército como soldado voluntario, participando, ya como oficial, en la Guerra de Cuba. Se mostró positivo inicialmente con la dictadura del General Primo de Rivera, pero posteriormente aumentó sus críticas con su tradicional lenguaje poco educado e imprudente. En respuesta a una de sus diatribas, José Antonio, hijo del dictador y fundador de Falange, le abofeteó en público. No fue la única vez que esto le ocurrió a Queipo, debido a su lengua poco comedida. La proclamación de la República benefició a los militares contrarios a Primo de Rivera, incluido Queipo, que se convirtió en Capitán General de Madrid y colaboró en las reformas militares de Azaña. En aquel momento, se mostraba como republicano convencido y se fotografiaba con políticos socialistas en numerosas ocasiones públicas. Le habían ido otorgando ascensos y los conspiradores no contaron con él inicialmente, pero, al enterarse Queipo de la preparación del golpe, se ofreció a colaborar.
Le asignaron Andalucía, lo cual le sorprendió. El triunfo del golpe de Sevilla fue de vital importancia, pues significó un enclave importantísimo al ser la cabeza de desembarco del ejército de África. Esto reforzó la situación de Queipo, al que alguien describió como “valiente, expansivo, expansivo, burlón y mordaz”. Inmediatamente Queipo inició sus charlas radiofónicas diarias y cada noche inundó las ondas con sus comentarios. Sus mentiras no tenían final, horas después del “Glorioso Alzamiento” dijo que los “rojos” habían bombardeado la Alhambra, la Mezquita y el Pilar de Zaragoza. Tampoco estaban exentos de crueldad, el 23 de Julio dijo: “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado los rojos lo que es ser un hombre. De paso también a las mujeres de los rojos, que ahora, por fin, han conocido a hombres de verdad y no castrados milicianos. Dar patadas y berrear no las salvará”
Sus alocuciones rápidamente fueron jaleadas por sus partidarios, que veía en él a un hombre “simpático”. Pero Cabanellas, uno de los generales golpistas, no opinaba lo mismo de él: “De Queipo circula por España una noticia muy distinta a la realidad. Se le pinta como alcohólico inveterado, cuando era muy raro que bebiera. Se le retrata como un hombre de gran simpatía, de carácter abierto y jovial, cuando era acre, propenso a expresiones desagradables e introvertido. Se le describe como inteligente, cuando no era demasiado hábil ni siquiera en la intriga”. El propio Cabanellas le decía en una carta: “Muchas veces los que te rodean te jalean, te hacen hablar para después utilizarlo. Tienes la desgracia de pensar en voz alta y todo ello te acarrea graves perjuicios”.
Las alocuciones por radio de Queipo de Llano pronto mostraron un destinatario recurrente: “La primera sentenciar que firmemos en Málaga ha de ser pena de muerte”. Su intención era amedrentar, socavar la moral de sus habitantes, provocar la incertidumbre de éstos ante las consecuencias que pudiera deparar la entrada de sus tropas. El general anticipaba las represalias, la venganza que acompañaría a la llegada de su ejército. Queipo disponía de una herramienta temible: su lenguaje insultante, provocador y soez, su capacidad de imponer, de generar un mensaje del miedo que calaba lentamente en el ánimo de los malagueños. “Es verdad que ellos son unos canallas y nosotros somos caballeros. Ellos son los asesinos que abren el vientre a las mujeres, queman a los niños en las rodillas de sus madres y realizan actos de los que nosotros no seríamos capaces… ¡Idiotas! os van a salvar para que continuéis cometiendo crímenes, pero ya tendréis vuestro merecido, aunque se escondáis debajo de la tierra, porque de allí los sacaré. Continuad vuestras hazañas, que más pronto o más tarde pagaréis los crímenes cometidos. ¡Canallas! ¡Cobardes!”.
El discurso de Queipo generaba angustia y conseguía que la población nunca se sintiera a salvo, que no pudieran olvidar que estaban indefensos frente a los aviones. En los hogares, cada noche, con una discreción absoluta, algunos malagueños sintonizaban la frecuencia de radio Sevilla, unos llenos de inquietud otros, los que esperaban con impaciencia su llegada, con devoción.: “Si, vosotros, canallas, vosotros anarquistas de Málaga, esperad a que llegue allí dentro de diez días. ¡Esperad! Me sentaré en un café de la calle Larios a beber mi cerveza y por cada sorbo que tomé, caerán diez de los vuestros. Fusilaré a diez de vosotros por cada uno de los nuestros (berrea), aunque tenga que sacarlos de la tumba para fusilarlos”.
La escritora inglesa Gamel Woosley, que era la esposa de Gerald Brenan, vivía en un pueblo en las afueras de Málaga en aquel momento y en su libro “Málaga en llamas” describe perfectamente el sentimiento ambiguo que le despertaban aquellas charlas “Resulta muy difícil describir hay Queipo de Llano, hay que oírle. Nunca se había escuchado ni se escuchará algo semejante. Ha creado un personaje en el que combina la ferocidad y un cierto tipo de humor fiero y tempestuoso en un tiempo. Dicen que es abstemio, pero tienen la voz suave y suelta y el tono alegre y disperso del bebedor habitual […] Después, unos periodistas italianos que le habían visto hablar nos contaron que siempre retransmitía uniformado, con todas las medallas puestas y sus soldados, igualmente uniformados, se alineaban detrás de él. Es imposible dar a quienes no lo han oído una imagen ajustada de cómo era en el aire. Nosotros sentíamos por él una tremenda fascinación, nos parecía irresistible. Era como un tirano de un antiguo melodrama. Pero desgraciadamente era real”
Queipo fue el máximo responsable de las acciones de represión el ejército nacional en toda Andalucía. "El ochenta por ciento de las familias de Santa. Lucia está ya de luto. Y no vacilaremos en adoptar medidas más rigurosas para asegurar nuestra victoria.... "He dado orden de fusilar a tres familiares de cada uno de los marineros del guardacostas que ha vuelto a bombardear La Línea". El colmo del cinismo se produjo mientras más de cien mil personas, en su mayoría mujeres y niños, huían en desbandada de Málaga mientras eran atacados por la aviación y la flota nacional, Queipo decía: "Un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó incendiando algunos camiones". Más de cinco mil personas dejaron su vida en aquella carretera mientras al genocida simpático le reían las gracias u lo nombraban hijo adoptivo y predilecto de la ciudad de Sevilla.
Ante la victoria y el desorden republicano, Queipo de Llano pretendió continuar la operación con el objetivo de conquistar toda Andalucía, pero Franco ordenó detener el avance y ya empezaba a ser una costumbre que frustrara las operaciones militares en su momento más favorable. La relación entre ambos nunca había sido buena, Queipo llamaba en privado a Franco “Paca la culona”, pero una vez conseguidos los objetivos militares en el Sur, Franco fue relegando al “virrey de Andalucía”. El 30 de Enero de 1.938, cuando la Junta de los sublevados se convirtió en Gobierno, acabaron las emisiones radiofónicas de Queipo de Llano. El país se ahorró por fin los comentarios “graciosos” del genocida.
La escritora inglesa Gamel Woosley, que era la esposa de Gerald Brenan, vivía en un pueblo en las afueras de Málaga en aquel momento y en su libro “Málaga en llamas” describe perfectamente el sentimiento ambiguo que le despertaban aquellas charlas “Resulta muy difícil describir hay Queipo de Llano, hay que oírle. Nunca se había escuchado ni se escuchará algo semejante. Ha creado un personaje en el que combina la ferocidad y un cierto tipo de humor fiero y tempestuoso en un tiempo. Dicen que es abstemio, pero tienen la voz suave y suelta y el tono alegre y disperso del bebedor habitual […] Después, unos periodistas italianos que le habían visto hablar nos contaron que siempre retransmitía uniformado, con todas las medallas puestas y sus soldados, igualmente uniformados, se alineaban detrás de él. Es imposible dar a quienes no lo han oído una imagen ajustada de cómo era en el aire. Nosotros sentíamos por él una tremenda fascinación, nos parecía irresistible. Era como un tirano de un antiguo melodrama. Pero desgraciadamente era real”
Queipo fue el máximo responsable de las acciones de represión el ejército nacional en toda Andalucía. "El ochenta por ciento de las familias de Santa. Lucia está ya de luto. Y no vacilaremos en adoptar medidas más rigurosas para asegurar nuestra victoria.... "He dado orden de fusilar a tres familiares de cada uno de los marineros del guardacostas que ha vuelto a bombardear La Línea". El colmo del cinismo se produjo mientras más de cien mil personas, en su mayoría mujeres y niños, huían en desbandada de Málaga mientras eran atacados por la aviación y la flota nacional, Queipo decía: "Un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó incendiando algunos camiones". Más de cinco mil personas dejaron su vida en aquella carretera mientras al genocida simpático le reían las gracias u lo nombraban hijo adoptivo y predilecto de la ciudad de Sevilla.
Ante la victoria y el desorden republicano, Queipo de Llano pretendió continuar la operación con el objetivo de conquistar toda Andalucía, pero Franco ordenó detener el avance y ya empezaba a ser una costumbre que frustrara las operaciones militares en su momento más favorable. La relación entre ambos nunca había sido buena, Queipo llamaba en privado a Franco “Paca la culona”, pero una vez conseguidos los objetivos militares en el Sur, Franco fue relegando al “virrey de Andalucía”. El 30 de Enero de 1.938, cuando la Junta de los sublevados se convirtió en Gobierno, acabaron las emisiones radiofónicas de Queipo de Llano. El país se ahorró por fin los comentarios “graciosos” del genocida.
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