En el siglo II el geógrafo y
astrónomo griego Ptolomeo situó el meridiano 0 en el punto más
occidental del mundo conocido, en la última de las Islas Canarias. Con el paso
de los siglos diversos países se apropiaron del meridiano que define los husos
horarios, ubicándolo en diferentes puntos, pero en 1634 los matemáticos y
astrónomos por orden del Cardenal Richelieu volvieron a emplazarlo en El
Hierro. Aunque años más tarde quedaría fijado definitivamente en la ciudad inglesa
de Greenwich, El Hierro es conocida como la isla del meridiano.
Lo cierto es que es un lugar
maravilloso donde perderse, lejos de las aglomeraciones de turistas que
abarrotan destinos a los que no apetece volver.
La carretera que bordea el Mar
de las Calmas muere en el Parador, un alojamiento situado en uno de
los lugares de mayor tranquilidad que he conocido y todo un acierto para
establecerlo como campamento base desde el que conocer toda la isla. Desde allí
se divisa el Roque de la Bonanza, un islote de caprichosas formas
esculpidas por la lava y se escucha el continuo embate de las olas de espumas blancas
sobre las piedras negras.
Tabaibas en el Mar de las Calmas |
Las montañas se precipitan sobre
el océano creando muchos paisajes que admirar y miradores para hacerlo.
Justo sobre el Parador nos encontramos dos: el de Isora y el de las
Playas, magníficos balcones donde las laderas se deslizan de forma abrupta
hacia el Atlántico. Pero la isla está repleta de lugares donde calmar la vista.
En el Mirador de la Peña, César Manrique volvió a dejar señal de
su genialidad diseñando un restaurante de panorámicas envidiables. Desde el de Jinama
se admira todo el golfo de Frontera, donde se agrupan buena parte de los
caseríos de la isla. Para acceder al Mirador de El Julán hay que
conducir por una estrecha carretera que se adentra en un magnífico bosque de
pinares canarios, rezando -aunque no seas creyente- en cada una del centenar de
lentas curvas para no encontrarte con ningún circulando en sentido contrario.
Desde allí se divisa el inhóspito sur de la isla, laderas de lava sin apenas
casas ni habitantes a lo largo de varios kilómetros.
El Mar de las Calmas desde el Mirador de Isora |
En El Hierro podemos encontrar paisajes
volcánicos de extrema belleza. La palabra española malpaís existe
también en otros idiomas para definir una zona volcánica de rocas poco
erosionadas de difícil paso e inútil para la agricultura. En la isla hay tres
malpaíses que son una gozada para los ojos. El camino de apenas un kilómetro
que nos lleva desde el precioso pueblecito costero de Tamaduste hasta el
Roque de las Gaviotas, atraviesa un paisaje de rocas que dibujan
esculturas irreales y diminutas calas donde el baño es imposible pero los
acantilados de basalto son maravillosos.
Malpaís junto al Roque de las Gaviotas |
Para llegar a la preciosa Playa de
El Verodal, una de las dos que hay en la isla- la otra con la que compite
en belleza es la de Temirijaque-, hay que conducir por un camino de
tierra entre paisajes marcianos. Y el tercer malpaís imprescindible se llama Los
Lajiales y se encuentra camino de la Cala de Tacorón, donde el magma
se solidificó dibujando formas anulares y encordadas de tonos diferentes y una
belleza indescriptible.
El Lajial |
El Hierro es una isla de
miradores, malpaíses y también de charcos, como llaman aquí a esas
piscinas, a veces completamente naturales y en otros casos diseñadas por el hombre,
donde lugareños y turistas pueden disfrutar de baños marinos en una costa
abrupta. De todos ellos, el más impresionante es el Charco Azul, uno de
esos lugares de ensueño del que es imposible no enamorarte, una impresionante
piscina totalmente natural construida por la erosión de las olas sobre un tubo
volcánico, creando una poza de aguas turquesas bajo una gruta de rocas de
basalto. A poca distancia nos encontramos con el Charco de los Sargos y La
Maceta, donde relajarnos con la frescura del agua mientras contemplamos los
Roques de Salmor, uno de esos imposibles paisajes de nombres extraños que
podría parecer salido de El señor de los anillos.
El charco azul |
Al noreste de la isla, nos
encontramos el Pozo de las Calcosas, que visto desde arriba es un
piscina encerrada entre los caprichosos dibujos concéntricos de las coladas de
lava. La panorámica es aún mejor desde el Restaurante las Calcosas.
Comer en una de sus escasas tres mesas es lo más parecido a hacerlo en la casa
de tu madre. La señora nos avisó de que solo podía ofrecernos lapas, queso,
papas arrugadas con mojos y pescado, platos que pueden resumir lo básico de
la gastronomía herreña. Apareció con un sargo y un peto, y hubo discusiones
para decidir cuál de los dos pescados nos gustaba más…. o el alfonsito, un pez
rosáceo de ojos saltones, que saboreamos en el puerto de La Restinga. Y
es que los nombres y las especies de peces canarios son muy diferentes a los
“peninsulares”.
Otra delicia gastronómica de la
isla es la quesadilla, un pastel de bizcocho, queso y almendra. Dicen
que las mejores las hacen Adrián Gutierrez e hijas en la villa de
Valverde. Cuando fuimos a comprar fueron muy amables y nos enseñaron el horno
donde las hacen.
El Faro de Orchilla |
Y por supuesto… no puedes irte de
El Hierro sin visitar el Faro de Orchilla, el fin del mundo conocido de
la antigüedad. La estrecha carretera curvea a lo largo de un paisaje
espectacular, inhóspito, donde solo se escucha el sonido del viento. El faro se
alza junto al cono de un viejo volcán y el paisaje se pinta con las diversas
tonalidades ocres de la arena y las coladas de lavas , moteado por los puntos
verdes de las tabaibas, unos arbustos de belleza austera que crecen
solitarios en el litoral de toda la isla.
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