Antonio López llega a Cuba con las tropas de refuerzo que manda el gobierno para tratar de reconducir la evolución de la guerra. El esfuerzo no fue pequeño. España mandó a las Antillas a 250.00 hombres, el mayor ejército que nunca había cruzado un océano. Habría que esperar hasta la Segunda Guerra Mundial, con el desplazamiento de tropas estadounidense a Europa, para que ese hecho se viera superado. Pero el reclutamiento de soldados fue una de las mayores injusticias de la época. Aunque en teoría, el servicio militar era obligatorio, en la práctica sólo los pobres iban al ejército. Aquellas familias que tuvieran 300 duros podían pagar la redención que evitaba que sus hijos fueran llamados a filas. En 1.896 el destino era una guerra lejana, lo cual hizo que se incrementara espectacularmente el pago de dichas redenciones en metálico. Las familias pudientes no tuvieron el menor problema en hacerlo y los jóvenes de clase alta evitaron tener que combatir. Las clases medias se embarcaron en el pago de créditos, generando grandes beneficios en toda una estructura de empresas crediticias e hipotecarias que se rápidamente se montó a tal efecto. Las familias con recursos empeñaron sus tierras y cosechas. Los pobres en cambio no tuvieron ninguna salida y así, el ejército español en Cuba estaba formado en su mayor parte por desposeídos.
Las familias más pobres con la marcha de sus hijos perdían también su capacidad de trabajo y de generar ingresos. Ante esa situación las protestas se generalizaron y la prensa obrera se posicionó frente a la política de un gobierno que sacrificaba a sus hijos en una guerra que defendía los intereses de unos pocos. El Socialista, órgano de prensa del partido fue el que más claramente denunció esta situación. Su lema “o todos o ninguno” trataba de combatir la injusticia. Pero, una vez más, las clases acomodadas no estaban dispuestas a perder sus privilegios.
Muchos reclutas trataron de sustantivar sus nombres masculinos en femenino para evitar, sin suerte en la gran mayoría de los casos, su marcha hacia la guerra. El número de jóvenes que huían para evitar el servicio militar aumentó en gran medida. El gobierno optó incluso por conceder a los prófugos de la justicia el indulto a cambio de su reclutamiento, lo cual significó el ingreso en el ejército de aventureros, que salva en contadas ocasiones donde predominó el romanticismo, primaron las falta de escrúpulos. Sin embargo el contingente no puede limitarse sólo a los reclutas, sino también a un buen número los voluntarios. Se emitió una circular autorizando a todos los jefes de unidades a cursar las solicitudes de los sargentos que pidieran reenganche, a cambio de lo cual se les concedería el grado de teniente. Éste fue el caso de mi tatarabuelo Antonio.
Los medios de comunicación, que tomaron una actitud beligerante y miope frente a la realidad del conflicto y de la situación del propio país, se encargaron de publicitar los fastos de la marcha de los soldados españoles, que iban a luchar con gallardía en la defensa del honor del país. La realidad era bien distinta: se enviaba a la guerra a un ejército de pobres, que no habían sido entrenados y no contaban con los medios más elementales para el conflicto y con ello se abrió una brecha social, que incidiría posteriormente en la historia del siglo veinte.
El General Weyler llegó a Cuba con un objetivo muy concreto: ganar la guerra al precio que fuese. Había sido nombrado para ejecutar las prácticas que su antecesor en el cargo, atendiendo a criterios humanitarios, no había querido realizar. Cambió la estrategia de la guerra. Ahora sólo importaba eliminar al enemigo, pero también a la población civil que le apoyaba. Por ello, promulgó un bando que obligaba a la población a recluirse en campos de concentración, que son un invento de esta guerra. La orden se cumplió de manera brutal provocando hambre y epidemias. Se construyó además una segunda trocha, una fortificación que iba de costa a costa, para evitar el movimiento de tropas sublevadas. En torno a las cuales se concentró a las mejores tropas, haciendo que estas barreras resultaran infranqueables, pero dejando inmensas zonas de territorios rurales en manos del enemigo.
La estrategia parecía inicialmente que iba a conseguir los resultados que pretendía, pero pasó el segundo año de guerra sin que la victoria pareciera próxima y la batalla de la propaganda se estaba perdiendo sin remedio. Los periódicos estadounidenses se encargaron de encender la opinión pública, denunciando las condiciones de vida de la población cubana. Su país quería comenzar entonces una expansión colonial que le llevaría a convertirse en la mayor potencia muchos años después. El objetivo no era humanitario, sino sustituir a España como metrópoli en Cuba.
En España, un anarquista atentó contra el presidente del gobierno, el conservador Cánovas de Castillo. Con su muerte se produjo la llegada al poder de los liberales de Sagasta, que no estaban de acuerdo con la estrategia sucia de Weyler. Pero la destitución de éste ni siquiera alteró las ambiciones estadounidenses, que no dudaron de prender la mecha de la guerra. Mandaron a Cuba a un buque, el Maine que estalló por los aires el 15 de febrero de 1.898. Aunque luego se supo que la explosión fue por causas internas y no por un ataque español, fue la chispa que prendió el conflicto.
Antonio mientras tanto permanecía en la ciudad de Manzanillo, aunque había cambiado de unidad el 20 de Julio de 1.897, siendo destinado a la 7ª Compañía, y donde estuvo desempañando el servicio de convoyes hasta fin de Febrero de 1.898. La edición del 27 de noviembre de 1.897 de La Correspondencia Militar da la noticia de la concesión de la Cruz de primera clase del Mérito Militar pensionada.
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