Lo que vale para un roto, vale para un descosido. Utilizando un fragmento de un relato que escribí hace más de un año, más un par de pespuntes, he enviado este microrelato al concurso de esta semana de la Cadena Ser. Después de una docena de fracasos, se me está acabando mi lista de palabras...
Seguimos sin hablarnos. No dialogo con ellos porque administro mi tiempo. Cada persona nace con un número predeterminado de palabras que le conducen hacia la muerte. Ésta no se origina en la enfermedad, ni en la vejez, tampoco en el destino. La vida se marcha cuando la lista acaba. Unos la tienen llena de palabras, otros sólo tienen una cantidad reducida. Algunos preferimos callar y administramos sus recursos con paciencia. Ellos las usan en discursos sin sentido, precipitando su fin de antemano, sin ser conscientes del tesoro que están derrochando. Ahora lo empiezan a descubrir. Hasta en el manicomio piden silencio.
Seguimos sin hablarnos. No dialogo con ellos porque administro mi tiempo. Cada persona nace con un número predeterminado de palabras que le conducen hacia la muerte. Ésta no se origina en la enfermedad, ni en la vejez, tampoco en el destino. La vida se marcha cuando la lista acaba. Unos la tienen llena de palabras, otros sólo tienen una cantidad reducida. Algunos preferimos callar y administramos sus recursos con paciencia. Ellos las usan en discursos sin sentido, precipitando su fin de antemano, sin ser conscientes del tesoro que están derrochando. Ahora lo empiezan a descubrir. Hasta en el manicomio piden silencio.
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