Nunca imaginé que ocurriría mientras nadaba. Me había levantado temprano y decidí ir al mar. […] Era una mañana hermosa mientras íbamos hacia la playa. Había una brisa fresca, y todo parecía en calma. De esa forma tan apacible puede comenzar una guerra. Y es así como Atef Abu Saib comienza este libro que subtitula como el diario de un genocidio.
Nacido en el campo de refugiados
de Jabalia en 1973, este escritor gazatí que ha publicado varias novelas y
colecciones de cuentos, reside en Cisjordania desde 2019. La guerra le
atrapó un amanecer en una tranquila playa de Gaza. En ese momento de
calma dibuja una imagen que, a pesar ser habitual, encierra un mal
presentimiento: Como siempre, los buques de guerra de Israel usurpaban el
horizonte a la vista de todos.
Acompañado por su hijo de 15
años, lo que era una visita familiar que debía durar unos días, se convirtió en
un infierno narrado como un libro de memorias, para fijar unos acontecimientos
que no deben quedar impunes en el olvido. “Las memorias de la guerra son
extrañamente positivas, porque para tenerlas tienes que haber sobrevivido”
nos cuenta al comienzo del libro, pero Atef iba describiendo el horror al mismo
tiempo que sucedía sin saber si ese día sería el último. En esa situación es
imposible ser positivo.
Una de las reglas que debe
cumplir una buena historia es que los personajes vivan experiencias
transformadoras que los conviertan en algo muy diferente de lo que fueron a su
inicio. En este libro la vida o la muerte cambian a cada párrafo según el azar
va lanzando sus dados, sin dejar apenas ningún espacio para la esperanza: En
tiempos de guerra, los primeros minutos después de despertarte son los más
estresantes. En cuanto te levantas buscas tu teléfono para verificar que
ninguno de tus seres queridos haya muerto.
Con un estilo conciso y una
sucesión de frases cortas, la narración nos va presentando decenas de personas
con sus nombres para recordarnos que no estamos ante una ficción sino ante la
cruda realidad de la guerra: Ya todos los días se han fundido en uno: hoy
como ayer, el mismo bombardeo, las mismas noticias, el mismo miedo, el mismo
olor. Nada cambia.
Es un libro devastador. Obliga en
ocasiones a saltarse párrafos para huir de tanta desesperanza, que su narrador
dibuja con imágenes muy precisas: Algunos niños han inventado una nueva e
ingeniosa forma de que su historia sea contada, o al menos quede registrada,
incluso después de haber sido despedazados por un misil israelí. Para que sus
cuerpos sean reconocidos, han empezado a escribir sus nombres con marcadores en
las manos y en las piernas. Algunos incluso escriben los números de teléfono de
sus familiares para que puedan llamarlos e informarlos de su muerte.
Pero es tan devastador como
necesario. El ejército israelí está perpetrando un terrible genocidio mientras
la mayoría de los gobiernos ”democráticos” miran para otro lado. Dicen que en una
guerra la primera víctima es la verdad y en Gaza los periodistas son los
principales objetivos militares. Por ello me parece honorable que un hombre en
mitad del horror se haya dedicado a escribir un diario para recordarle al mundo
lo que está sucediendo y que las modestas historias de las personales normales,
que están siendo asesinadas en Palestina no acaben en el olvido: Detrás de cada ataque, los recuerdos se
dispersan junto con los escombros y los misiles; las historias se borran.
El libro contiene el relato de
los tres primeros meses de la guerra. Muchas veces sin luz, sin internet, sin
saber si podría llevarse algo de comida ese día a la boca, su escritor no cesó
en su lucha. En los momentos en los que podía, mandaba mensajes de whatsapp,
muchas veces audios, a su editor inglés para componer esta obra. Me vino a la
memoria la imagen de Vassili Grosmann escribiendo Vida y destino
– uno de las mejores novelas que he
leído- sin saber si, en mitad de lo más duro de la dictadura estalinista,
podría sacar lo que estaba escribiendo al mundo exterior para ser publicado.
No se puede encontrar ya Quiero
estar despierto cuando muera en ninguna librería. La edición se ha
hecho sin ánimo de lucro por parte de diez editoriales de varios países. El
importe íntegro se destina a labores humanitarias en territorio palestino y,
para evitar costes innecesarios, solo se imprimía bajo petición en una campaña
a través de internet que, por lo que veo en el siguiente link donde yo hice mi
pedido, ha finalizado.
https://blackiebooks.org/atef-abu-saif-quiero-estar-despierto-cuando-muera/
Al registrar mi pedido recibí una amable advertencia indicando que tardarían algunas semanas en realizar la impresión y el envío. Ya casi no me acordaba de él cuando lo recibí por mensajero, pero no pude evitar el comienzo inmediato de la lectura de un libro que había sido impreso expresamente para mí.
Todo se convierte en normal si
ocurre con suficiente frecuencia, incluso la muerte. Nos dispara en la
conciencia este libro. El 10 de diciembre Atef pudo salir de Gaza en compañía
de su hijo que había cumplido 16 años solo unos días antes. La guerra allí aún
no ha acabado. La cifra de personas asesinadas supera las cuarenta mil y el
gobierno de Netanyahu, el mayor criminal de guerra de las últimas
décadas, amenaza con extenderla al Líbano y a todo Oriente Medio.
Escribo este texto el mismo día en el que Netanyahu intenta justificar su infamia ante la Asamblea General de la ONU. No quiero imaginar los miles de historias que siguen hoy sucediendo en Gaza y espero que algún día la historia condene a los asesinos que están perpetrando este genocidio y también a los políticos que están siendo cómplices.
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