SPRITZ
La bebida para el aperitivo por
excelencia mezcla prosecco (un vino blanco con burbujas), Apperol (una bebida
anaranjada de la marca Campari …..), soda, una rodaja de naranja e hielo. Hay
diferentes versiones sobre las medidas,
pero las proporciones se acercan a un 40% de prosecco, un 30% de apperol
y un 30% de soda. Dicen que uno de los mejores lugares para probarlo es la Cantine
Aziende Agricole, en Rio Terá Farsetti en el Canareggio, no muy lejos del
Ghetto, el barrio judío.
CICHETO
Los que piensan que tapear es un
invento español se sorprenderán de los cicheti (en plural: tapas). Se pueden
tomar con una ombreta, un vino blanco cuya traducción literal sería sombra
porque es donde a los venecianos les gusta tomarlos cuando hace calor. Muy
cerca de la estación de tren podemos encontrar el Bacaretto da Lele, un
minúsculo bar, apenas una barra de poco más de un metro, en una esquina del
Campo dei Tolentini, donde por un euro sirven unos pannini de embutidos locales
deliciosos. Hay que comerlos de pie o usar como mesa alguno de los toneles situados
afuera, junto a la puerta. Frente al Squero, uno de los pocos talleres donde
aún se fabrican góndolas en la ciudad, situado en el Dorsoduro, se encuentra la
Osteria al Squero, donde por un euro y medio sirven cicheti muy ricos.
GIANDUIOTTO
Es una cuña de chocolate con
leche y nueces con la forma de casco de barco. Es imposible resistirse a comer
sólo uno. En la heladería Nico, situada en la Fondamenta Zattere, lo sirven en un vaso envuelto en nata.
Delicioso, salvo en enero cuando la frustración por la persiana cerrada puede
ser aún mayor que el deseo de volverlo a probar.
TIRAMISÚ
De todos los postres italianos,
es mi favorito. La receta auténtica incluye un buen mascarpone y Amaretto, un
licor imprescindible. Fuera de Italia sirven postres con ese nombre, cuyo
parecido con el original en bastantes ocasiones es pura falsedad. Junto al
Ponte della Guerra se encuentra un pequeño local: I Tre Mercanti, donde cuentan
que se vende el mejor tiramisú de Venezia. Además de la original tienen otras recetas.
Yo preferí ser purista. ¿El resultado? Delicioso.
CAPUCCHINO
Cuentan que el nombre viene por
el color de la capucha de los frailes dominicos. Una de las cosas que más echo de
menos cuando viajo al extranjero es un buen café. Muchos países le dan ese
nombre a un potingue aguado; en Italia, en cambio, es soberbio. Y dicen que en
Venezia el mejor café se toma en Torrefazione Cannareggio, en el número 1337 de
la calle que da nombre al barrio. El olor del café recién tostado invita a
traspasar la puerta. Por sólo un euro y medio te puedes tomar un capucchino
delicioso ¡Y luego dicen que Venezia es cara! Los precios en el Florian, en
plena Piazza de San Marco, son elevadísimos, pero allí se paga por algo más que
un café.
MARCO
Venezia comenzó su esplendor
cuando robaron los restos del santo de la ciudad de Alejandría, envueltos en
manteca de cerdo para que los guardias musulmanes no osaran acercarse. De
Teodosio, el anterior patrón ya casi nadie se acuerda, aunque en una de las
columnas cercana a la Basilica nos encontremos una estatua del santo destronado
junto a un cocodrilo. La única Piazza de la ciudad, la que algunos afirman –y
quizás no les falte razón- que es la más hermosa del mundo, lleva su nombre;
también la Basílica, majestuosa y oriental. Creo que no hay mayor símbolo de
belleza, ni otro lugar como éste para sufrir el mal de Sthendal. Esa embriaguez
fascinante que sentía el escritor alemán en Italia.
CAMPO
Si. En Venezia sólo hay una
Piazza, pero toda la ciudad está llena de campi, que es como llaman (en plural)
a los espacios irregulares, de formas muy diferentes, que se abren entre los
edificios. Los más grandes suelen ser los más conocidos como el de Santa
Margharitta, donde se concentran los bares nocturnos; el de Santo Stefano, el
más universitario, presidido por la estatua de Tomasseo, conocida como
cagalibri por los libros que ascienden desde el suelo para aguantarla. En la
mayoría hay un pozo y muy probablemente una iglesia.
SESTIERI
Venezia está dividido en seis
sestieri (barrios). Por ello el dolfin, el famoso adorno metálico que se alza
en la proa de las góndolas, dibuja seis dientes (rebbi). La mayoría de los
visitantes se apelotonan en el itinerario que va desde la Piazzale Roma (donde
los trenes y autobuses vomitan a los turistas) a la Piazza de San Marco,
especialmente cerca de Rialto. Pero en esta ciudad, completamente diferente a
todas, la belleza puede aparecer en cualquier esquina. Hay rincones muy pocos
transitados de Canareggio, Dorsoduro o Castello que guardan edificios, iglesias
o canales admirables. Ver atardecer en la punta de la Dogana de Mare;
maravillarse a la vuelta de una esquina con la visión de la iglesia de Santa
María dei Miracoli; perderse por los claustros y los pasillos del Ospedale o
por las calles del Ghetto , (el nombre italiano que significaba fundición –por
la actividad inicial del barrio- y que acabó convirtiéndose en una palabra para
designar la exclusión religiosa); pasear por el Campo dei Mori o admirar la
fruta y la verdura expuestas en la barcaza
junto al Ponte dei Puni, no muy lejos del Campo
de San Barnabá, (donde Indiana Jones emergió huyendo de un infierno de fuego y
ratas) son algunos de los puntos imprescindibles en mi itinerario veneciano.
TRAGHETTO
La
góndola es quizás el símbolo de Venezia. Esta embarcación, construida con ocho
tipo de maderas diferente y que se pinta de negro para guardar luto desde la
peste de 1562, era el medio de transporte de los antiguos habitantes de la
ciudad, pero actualmente es sólo para turistas. Dicen que un auténtico
veneciano sólo se sube a ella cuando se casa o cuando muere, pero también la
usan para cruzar el Gran Canal por siete puntos, en los que la distancia de los
únicos cuatro puentes aconseja tomar el camino más recto para ahorrarse el
laberinto de callejuelas. Por poco más de 1 euro se puede vivir la experiencia
de los auténticos habitantes de la ciudad y de paso contemplar la hermosura de
los palacios que dan al canal.
CANAL
Venezia
es una ciudad anfibia, que vive sobre las aguas. Los bancales de arena, las
marismas infectadas de mosquitos y enfermedades a las que huyeron los
habitantes de la llanura para escapar de las invasiones bárbaras, acabaron
convirtiéndose con el paso de los siglos en la primera potencia comercial de su
mundo, a medio camino entre oriente y occidente. “Venezia es sucia, huele mal”
dicen algunos turistas insensibles a su belleza extrema e inigualable. Mienten.
Durante siglos el Gran Canal ha sido (sigue siendo) la calle más hermosa del
mundo. Hay que degustarlo a bordo de un vaporetto como esos platos deliciosos,
tan repletos de sabores y matices imposibles de aborrecer. Es cierto que hay
cierta sensación de atrezzo, palacios que, como damas viejas, cuidan sus
fachadas decoradas mientras soportan los achaques del paso de los siglos, pero
el escenario es formidable. En la ciudad hay centenares de canales, algunos
conforman rincones maravillosos y perdidos. En Venezia la lluvia suena
diferente. Se mezcla su sonido en la piedra y en el agua como en ningún otro
lugar. Aún me sorprende ver como se transportan en diferentes tipos de embarcaciones
basuras, alimentos, servicios de bomberos o de ambulancias o incluso difuntos.
Venezia es única, distinta a todas. En eso radica su encanto.
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