01 junio, 2017

Venezia en diez palabras

SPRITZ

La bebida para el aperitivo por excelencia mezcla prosecco (un vino blanco con burbujas), Apperol (una bebida anaranjada de la marca Campari …..), soda, una rodaja de naranja e hielo. Hay diferentes versiones sobre las medidas,  pero las proporciones se acercan a un 40% de prosecco, un 30% de apperol y un 30% de soda. Dicen que uno de los mejores lugares para probarlo es la Cantine Aziende Agricole, en Rio Terá Farsetti en el Canareggio, no muy lejos del Ghetto, el barrio judío.



CICHETO

Los que piensan que tapear es un invento español se sorprenderán de los cicheti (en plural: tapas). Se pueden tomar con una ombreta, un vino blanco cuya traducción literal sería sombra porque es donde a los venecianos les gusta tomarlos cuando hace calor. Muy cerca de la estación de tren podemos encontrar el Bacaretto da Lele, un minúsculo bar, apenas una barra de poco más de un metro, en una esquina del Campo dei Tolentini, donde por un euro sirven unos pannini de embutidos locales deliciosos. Hay que comerlos de pie o usar como mesa alguno de los toneles situados afuera, junto a la puerta. Frente al Squero, uno de los pocos talleres donde aún se fabrican góndolas en la ciudad, situado en el Dorsoduro, se encuentra la Osteria al Squero, donde por un euro y medio sirven cicheti muy ricos.

GIANDUIOTTO

Es una cuña de chocolate con leche y nueces con la forma de casco de barco. Es imposible resistirse a comer sólo uno. En la heladería Nico, situada en la Fondamenta Zattere,  lo sirven en un vaso envuelto en nata. Delicioso, salvo en enero cuando la frustración por la persiana cerrada puede ser aún mayor que el deseo de volverlo a probar.

TIRAMISÚ

De todos los postres italianos, es mi favorito. La receta auténtica  incluye un buen mascarpone y Amaretto, un licor imprescindible. Fuera de Italia sirven postres con ese nombre, cuyo parecido con el original en bastantes ocasiones es pura falsedad. Junto al Ponte della Guerra se encuentra un pequeño local: I Tre Mercanti, donde cuentan que se vende el mejor tiramisú de Venezia. Además de la original tienen otras recetas. Yo preferí ser purista. ¿El resultado? Delicioso.



CAPUCCHINO

Cuentan que el nombre viene por el color de la capucha de los frailes dominicos. Una de las cosas que más echo de menos cuando viajo al extranjero es un buen café. Muchos países le dan ese nombre a un potingue aguado; en Italia, en cambio, es soberbio. Y dicen que en Venezia el mejor café se toma en Torrefazione Cannareggio, en el número 1337 de la calle que da nombre al barrio. El olor del café recién tostado invita a traspasar la puerta. Por sólo un euro y medio te puedes tomar un capucchino delicioso ¡Y luego dicen que Venezia es cara! Los precios en el Florian, en plena Piazza de San Marco, son elevadísimos, pero allí se paga por algo más que un café.



MARCO

Venezia comenzó su esplendor cuando robaron los restos del santo de la ciudad de Alejandría, envueltos en manteca de cerdo para que los guardias musulmanes no osaran acercarse. De Teodosio, el anterior patrón ya casi nadie se acuerda, aunque en una de las columnas cercana a la Basilica nos encontremos una estatua del santo destronado junto a un cocodrilo. La única Piazza de la ciudad, la que algunos afirman –y quizás no les falte razón- que es la más hermosa del mundo, lleva su nombre; también la Basílica, majestuosa y oriental. Creo que no hay mayor símbolo de belleza, ni otro lugar como éste para sufrir el mal de Sthendal. Esa embriaguez fascinante que sentía el escritor alemán en Italia.



CAMPO

Si. En Venezia sólo hay una Piazza, pero toda la ciudad está llena de campi, que es como llaman (en plural) a los espacios irregulares, de formas muy diferentes, que se abren entre los edificios. Los más grandes suelen ser los más conocidos como el de Santa Margharitta, donde se concentran los bares nocturnos; el de Santo Stefano, el más universitario, presidido por la estatua de Tomasseo, conocida como cagalibri por los libros que ascienden desde el suelo para aguantarla. En la mayoría hay un pozo y muy probablemente una iglesia.

SESTIERI

Venezia está dividido en seis sestieri (barrios). Por ello el dolfin, el famoso adorno metálico que se alza en la proa de las góndolas, dibuja seis dientes (rebbi). La mayoría de los visitantes se apelotonan en el itinerario que va desde la Piazzale Roma (donde los trenes y autobuses vomitan a los turistas) a la Piazza de San Marco, especialmente cerca de Rialto. Pero en esta ciudad, completamente diferente a todas, la belleza puede aparecer en cualquier esquina. Hay rincones muy pocos transitados de Canareggio, Dorsoduro o Castello que guardan edificios, iglesias o canales admirables. Ver atardecer en la punta de la Dogana de Mare; maravillarse a la vuelta de una esquina con la visión de la iglesia de Santa María dei Miracoli; perderse por los claustros y los pasillos del Ospedale o por las calles del Ghetto , (el nombre italiano que significaba fundición –por la actividad inicial del barrio- y que acabó convirtiéndose en una palabra para designar la exclusión religiosa); pasear por el Campo dei Mori o admirar la fruta y la verdura  expuestas en la barcaza junto al Ponte dei Puni, no muy lejos del Campo de San Barnabá, (donde Indiana Jones emergió huyendo de un infierno de fuego y ratas) son algunos de los puntos imprescindibles en mi itinerario veneciano.

TRAGHETTO

La góndola es quizás el símbolo de Venezia. Esta embarcación, construida con ocho tipo de maderas diferente y que se pinta de negro para guardar luto desde la peste de 1562, era el medio de transporte de los antiguos habitantes de la ciudad, pero actualmente es sólo para turistas. Dicen que un auténtico veneciano sólo se sube a ella cuando se casa o cuando muere, pero también la usan para cruzar el Gran Canal por siete puntos, en los que la distancia de los únicos cuatro puentes aconseja tomar el camino más recto para ahorrarse el laberinto de callejuelas. Por poco más de 1 euro se puede vivir la experiencia de los auténticos habitantes de la ciudad y de paso contemplar la hermosura de los palacios que dan al canal.

CANAL


Venezia es una ciudad anfibia, que vive sobre las aguas. Los bancales de arena, las marismas infectadas de mosquitos y enfermedades a las que huyeron los habitantes de la llanura para escapar de las invasiones bárbaras, acabaron convirtiéndose con el paso de los siglos en la primera potencia comercial de su mundo, a medio camino entre oriente y occidente. “Venezia es sucia, huele mal” dicen algunos turistas insensibles a su belleza extrema e inigualable. Mienten. Durante siglos el Gran Canal ha sido (sigue siendo) la calle más hermosa del mundo. Hay que degustarlo a bordo de un vaporetto como esos platos deliciosos, tan repletos de sabores y matices imposibles de aborrecer. Es cierto que hay cierta sensación de atrezzo, palacios que, como damas viejas, cuidan sus fachadas decoradas mientras soportan los achaques del paso de los siglos, pero el escenario es formidable. En la ciudad hay centenares de canales, algunos conforman rincones maravillosos y perdidos. En Venezia la lluvia suena diferente. Se mezcla su sonido en la piedra y en el agua como en ningún otro lugar. Aún me sorprende ver como se transportan en diferentes tipos de embarcaciones basuras, alimentos, servicios de bomberos o de ambulancias o incluso difuntos. Venezia es única, distinta a todas. En eso radica su encanto.


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