Hace ahora
tres años publiqué en este blog un artículo titulado La cobardía del coronel
Villalba. Ha sido, con gran diferencia, el que más comentarios ha generado.
Algunos, de ideología fascista, lo han defendido como un valiente que defendió
la causa nacional desde el enemigo, otros, en cambio, tratan de argumentar que
siempre defendió la República y se comportó como un buen militar. Salvo un
comentario fanatizado, que demostraba una total falta de respeto por los
derechos humanos de los miles de civiles que murieron en la desbandada de
Málaga, no he censurado ninguno. Tres años más tarde, quiero matizar algunos
puntos y ratificarme en la mayoría. Para ello, me referiré a bastantes testimonios de algunos testigos de los hechos que, conociéndolos, no detallé en el artículo anterior. No soy historiador.
Tampoco lo pretendo. Quizás en el futuro aparezcan documentos que aporten más
luz a los hechos y nos den una visión diferente, pero hoy sigo ratificando que
la conducta del coronel Villalba me parece cobarde y vergonzosa.
El 14 de
enero de 1.937 el General Martínez Monje fue a Málaga por orden del Presidente
del Gobierno, Largo Caballero que le había obligado a ir para conocer la
situación real del frente que rodeaba la ciudad. Expuso lo que vio: "Este Sector, en
las horas que llevo, presenta una ausencia total de mando y de energía en quien
lo ejerce, por lo que considero urgentísimo el relevo de Coronel Hernández
Arteaga, proponiendo para sustituirle a Villalba, Arana y Verdú por el orden
que indico. La falta de moral se advierte hasta en los mandos subordinados,
pero creo se corregirá con un Jefe Sector adecuado con carácter y energía que
obligue al cumplimiento del deber”.
Lo cierto
es que Villalba no era el hombre adecuado para esa misión y, como señalan
algunos libros, palideció
cuando fue nombrado para el cargo y confesó “que no se consideraba con
capacidad suficiente para asumir el mando”. Al parecer le habían ofrecido al general Kleber dirigir la defensa de
Málaga, pero éste contestó: “no quiero ser el general de la derrota”.
Villalba
llegó a Málaga el 16 de enero. Ese día la situación se complicó con la pérdida
de Marbella. Martinez Monje se marchó inmediatamente y su estampida fue
considerada como una deserción. Por ello, fue cesado del mando del Ejército del
Sur, que se le encargó a Villalba. Un temporal de lluvias detuvo las
operaciones militares y durante ese tiempo llegaron pocos refuerzos: un
batallón de la 20ª Brigada Mixta y otro de Infantería de Marina. Pero lo cierto
es que los medios con los que contaba para defender la ciudad eran escasos:
unos días más tarde cayó abatido el último Polikarpov con lo que no había
ningún avión que defendiera el aire y la anunciada presencia de la armada
republicana nunca se produjo. Sólo un héroe hubiera podido defender con un
esfuerzo sobrehumano lo indefendible y estaba claro que Villalba no lo era. El
General Rojo, en cambio, tuvo una actuación muy diferente en la defensa de Madrid.
Si bien
Villalba no fue el máximo responsable de la caída de Málaga si lo fue, con su
comportamiento vergonzoso, de las pérdidas civiles que se produjeron entre la multitud
que huía en desbandada.
El 5 de
febrero, ante la pregunta del general Martinez Cabrera, Villalba confesó que
desconocía la situación de la línea del frente porque había perdido el contacto
con sus tropas. Según recogen algunos libros, era incapaz de inspirar a sus hombres el valor
necesario y además su temperamento de oficial clásico inspiraba poca confianza
entre la población civil. Uno de los testigos de los hechos que acontecían en
la ciudad, Edward Norton lo describe así: “el recién llegado coronel Villalba era un desastre y estaba muerto de miedo”. Esa misma tarde a las 16:30
convocó una reunión con el asesor soviético Kremen y varios dirigentes
políticos, entre los que se encontraban el anarquista Margalef y el comunista
Bolívar y tomó la decisión de trasladar a Nerja la Jefatura del sector, según
confesó el propio Bolívar en la investigación que se abrió semanas más tarde
para tratar de esclarecer los hechos. Desde allí intentarían comunicarse con el
Ministerio de Guerra.
A continuación se marchó a toda prisa. El momento de su
huida esta descrito por Arthur Koestler que describe el diálogo que mantuvo con
él en ese instante:
“- ¿Qué quiere?
–me pregunta con tono nervioso-. No ve que tengo prisa. Puedo darle la
siguiente declaración. La situación es difícil, pero Málaga se defenderá.”
“- ¿A dónde va? -pregunto. Pero ya ha salido.
“Me acerco rápidamente a una ventana y miro hacia abajo.
Villalba y sus oficiales suben a un automóvil. Todos parecen algo avergonzados.
El automóvil sale del patio.
“- ¿A dónde se fue? –pregunto a un oficial que conozco.
“-Ha desertado” –dice el oficial tranquilamente.
Villalba no comunicó a nadie la salida, ni el lugar
a que se dirigían, ni el objetivo o finalidad de su marcha. Ni siquiera al
Gobernador Civil, a la Base Naval, ni a la propia Comandancia Militar. Dos
horas más tarde, ordenó por teléfono, ya desde Nerja, al Jefe de su Estado
Mayor, que ignorante de todo había quedado en la capital, la retirada de todas
las tropas sobre Vélez Málaga, enviando por delante las municiones. En ese
momento, el responsable de la base naval, que si permanece en su puesto, le
comunicó al Ministro de Guerra Asensio que, pese a la huida las tropas, el
enemigo no ha entrado aún en la ciudad.
Unas horas más tarde, Villalba volvió a reunirse en
Vélez con Bolívar y otros dirigentes. Elisabeta Parshina, que estuvo presente
en la reunión, lo describe: “Encontramos a Villalba sentado cabizbajo, en una
banqueta de madera. Era relativamente joven, sus ojos negros y sombríos no
parecían cansados sino desesperados”
La propia
Parshina lo encontró más adelante en plena huida: “Era difícil avanzar en esta muchedumbre
y el coche apenas se movía. Cerca del mediodía vimos en el arcén a Villalba y a
sus dos ayudantes. Estaba de pie contemplando sombrío a la muchedumbre. Al
lado, su chófer hurgaba desesperadamente en el motor del lujoso coche del
Estado Mayor. El coche empezó a maniobrar intentando llegar hasta el oficial,
pero el camino quedó cortado por un destacamento de caballería. Los soldados
caminaban llevando de las riendas a sus caballos cargados de niños. Por fin
llegamos hasta el coronel. Arthur le ofreció un sitio en el coche. Por primera
vez en todos estos días, en la cara de Villalba se dibujó algo parecido a una
sonrisa”
Cuando
Villalba se puso en contacto con el gobierno en Valencia, Largo Caballero le
ordenó que regresara a la ciudad y la defendiera “a toda tenacidad y todo
trance”. El coronel le respondió que era una locura porque los nacionales ya
habían entrado en la ciudad. Cuando le confirmaron que aún quedaban soldados en
la base naval que decían lo contrario, se negaba a creerlo. La conversación que
mantuvo con Asensio fue la siguiente:
V -Oye, Pepe, he
recibido orden del ministro para que vuelva a Málaga y...
A -Tú no has
debido salir de Málaga.
V -En Málaga han
entrado los fascistas y el que diga otra cosa miente. Yo no he abandonado
Málaga.
A - Mira. Tú no
has debido salir vivo de Málaga, sino que debiste quedarte allí como te ordenó
el ministro.
V -Tú no sabes lo
que pasa en Málaga. ¿Qué yo vuelva a Málaga? Ja, ja , ja. ¿Quieres que me
entregue a Franco?
A -Lo que tienes
que hacer es volver a Málaga, de donde no has debido salir.
V -¡Claro, y que
me coja Queipo! ¡Si eso es lo que queréis!
A -Tu has
recibido orden de volver a Málaga y debes
volver con la tropa .
V -¿Con qué tropa?
Si ya no tengo t ropa, son peleles. Y te advierto una cosa que no ya Málaga,
sino Motril se perderá como no acudáis a tiempo. Pero, mira ¿cómo voy a volver
a Málaga, si en Málaga están ya los fascistas?
A -En Málaga no
están los fascistas.
V -Pero hombre,
¿cómo me vas a decir a mí que no están?
A -En Málaga no
están los fascistas. Estamos en comunicación con el jefe de la base naval.
V -¿Quién es ese?
A -Hay también
cinco marineros de " Ártabro", a uno de los cuales conozco yo y es
persona de toda mi confianza. Además, el parte de guerra faccioso dice que
están a tres kilómetros de Málaga. Te repito, vuelve a Málaga de donde no has
debido salir vivo.
V -Eso es decirme
que me entregue a Franco. Desde ahí se dicen muy bien las cosas. Intentaré
entrar en Málaga; allí vuelvo. Pero conste que esto es una nueva faena que me
hacéis.
A -En el Ejército
no se hacen faenas, se dan órdenes.
Villalba,
que consideraba una locura imposible su vuelta, desobedeció las órdenes y
continuó hacia Motril. Pasada la medianoche tuvo desde allí una conferencia con
Sanmartín, el jefe de la Base Naval de Málaga:
J. B. N. - Oiga
mi coronel, ¿cuál es su decisión sobre Málaga?
Villalba. - ¿Qué
hace usted en Málaga? ¿Dónde está?
J. B. N. - Yo
estoy en las Oficinas de Italcable, en comunicación con el Estado Mayor de la
Armada .
Villalba. - Pero
si están los fascistas en Málaga, ¿cómo va a estar usted ahí?
J. B. N. - Pues
estoy en Málaga. Los fascistas no están en Málaga.
Villalba. -
¡Usted qué va a estar en Málaga! ¿Quién está con usted junto al aparato?
J. B. N. - Un
ordenanza de aquí. Estoy en Málaga, en Italcable. ¿Ha recibido usted mis dos
telegramas?
Villalba. - Pero,
mire, si los fascistas estaban a las nueve y media de la mañana, ya en La
Caleta y habían empezado a detener a gente, ¿cómo me va usted a mí a convencer
de que está en Málaga?
J. B. N. - Pues
yo estoy en Málaga. Está también un capitán de milicias y cinco marineros del
" Ártabro". Además, me acabo de enterar de que en Alhaurín queda
resistiendo un grupo de unos 300. Vuelva usted a Málaga.
Villalba. - Todo
eso es muy posible, como también puede serlo que usted continúe en Málaga, pero
vamos a ver, ¿por qué no salió usted de ahí cuando se dio la orden de
evacuación? ¿Es que no la recibió?
J. B. N. - Sí, la
recibí.
Villalba. - ¿Por
qué no evacuó?
J. B. N. - Porque
no soy aficionado. Bueno, mi coronel, ¿qué va usted a hacer?
Villalba. - Yo
voy ahora para Málaga, otra vez a Málaga.
J. B. N. - Venga
usted pronto, mi coronel. Aquí le espero. Salud.
A la una llamó a Villalba el jefe que mandaba la
columna que operaba en Vélez Málaga. Era un teniente coronel y se apellidaba
Braquey:
Braquey. - Oiga
usted, mi coronel, esto está muy mal.
Villalba. - ¿Pues
qué pasa?
Braquey. - Nada,
la tropa está muerta de miedo. Está muy desmoralizada viendo lo que pasa.
Villalba. -
Manténgase ahí a toda costa que yo voy para allá.
Braquey. - No,
aquí no puede ser, ya tenemos enfrente ocho o diez camiones y no puedo sujetar
a la tropa. El ataque de esta mañana lo he aguantado, pero el que me van a dar
en cuanto amanezca no lo resisto.
Villalba. -
Bueno, si tan mal está, repliéguese sobre Torrox y espere.
Braquey. - Bien,
pero desde luego, lo que no puedo hacer aquí tampoco voy a poderlo hacer en
Torrox. No he visto nunca desmoralización mayor. La tropa está viendo desde
esta mañana el paso de los de Málaga y no está tranquila.
Villalba continuó huyendo. Queipo de Llano en su
charla radiofónica el día de la caída de Málaga dijo esto de él: “iAy Villalba,
qué poco ha faltado para que caigas en nuestras manos! Es trágico tu destino.
Pocos días antes del movimiento, Villalba estuvo con el general De Benito,
indignado con los marxistas y diciendo que si estallaba pronto el movimiento él
se echaba a la calle porque no podía aguantarlos más. De Benito le suplicó que
tuviera paciencia, que pronto llegaría ese momento. ¿Qué pasó después? Pues por
lo visto, como en Barcelona, se retrasó un poco la sublevación, se las dio de
vivo y se hizo rojo por miedo. Fracasó en Cataluña al mando de las columnas que
enviaron contra Huesca y después, para desquitarse quizás, lo mandan para
Málaga. Hay quien dice que Villalba no es rojo y que está dispuesto a fracasar
por propia voluntad. ¿Por qué no ha fortificado Málaga? Y que no ha querido
resistir para congraciarse con nosotros. No; nosotros no aceptaremos a
traidores y criminales como tú a nuestro lado. Sufre tu destino y huye de
España, quizás tengas que ganarte el pan cargando bulto s en algún puerto, si
no haces como tu compa ñero Miaja que se lleva todo lo que puede . Sigue tu
destino y que el peso de tu conciencia te abrume muchos años.”
Villalba era jefe de la 2ª media Brigada de la I
Brigada de Montaña de la guarnición de Babastro. Su carácter derechista se llevó
a afiliarse a la UME y era un firme puntal para el alzamiento del 18 de julio. En
esa fecha, dependía de la V División, con sede en Gerona. Su postura a favor
del Frente Popular, sorprendió a todos pues estaba conectado con Zaragoza, para
poner en marcha el mecanismo de la rebelión, habiendo asistido a primeros de
julio, a una entrevista de Cabanellas, el General De Benito y el Coronel García
Conde. Aunque en un primer momento se mantuvo dubitativo, su falta de apoyo a
la causa rebelde, dejó desguarnecido el flanco que había de contener -de
acuerdo a los planes de Mola- a las fuerzas catalanas y dejó en grave situación
a Zaragoza, Huesca y Teruel. El Coronel VillaIba, iba después a mandar columnas
anarco-sindicalistas que en contacto con Durruti, intentaron el asalto a
Zaragoza y Huesca. La disidencia con los anarquistas le hizo pedir su traslado
y tras una breve estancia en Cataluña, fue destinado al Sur.
Después de
la guerra, se exilió en Francia hasta julio de 1.949, cuando regresó a España y
se presentó voluntario en la Secretaría de Justicia de la Capitanía de Madrid.
El fiscal estimó en primera instancia que durante la guerra había cometido el
delito de rebelión. En su defensa Villalba argumentó que nunca había compartido
las ideas de los republicanos y que había facilitado la caída de Málaga. Aunque
fue condenado a 12 años, fue indultado por Franco.
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