29 diciembre, 2011

La lista de los cuarenta nombres


Hace unos días estuve hojeando un volumen gordo que languidecía en los estantes de una librería. “Los últimos días de García Lorca” no tenía más interés que el de su autor, Eduardo Molina Fajardo, por intentar exculpar a la Falange del asesinato del poeta granadino. Antiguo falangista, el escritor se limitaba a transcribir diversas entrevistas que realizó a varios de sus correligionarios con el paso de los años. En la mayoría de ellas, los viejos camisas azules habían olvidado muchos detalles y trataban de pasar como hombres de honor que no participaron en la locura de la represión que se desató en Granada tras el 18 de Julio de 1.936.

Pero, escondidas entre los varios centenares de páginas, aparece una lista, la de los hombres fusilados en la ciudad durante los años que siguieron al “Glorioso Alzamiento Nacional”. Resulta curioso, pero, mientras mi familia tuvo que esperar muchos años, tras solicitarlo varias veces, para recibir recientemente el documento que certificara la fecha de la defunción de mi tío abuelo Paco, el libro, publicado en enero de 1.932 y reditado el año pasado, muestra un nombre perdido entre otros miles: Francisco Álvarez López.

En el mes de octubre de 1.936 las ejecuciones se habían reducido. Tras la locura de finales de agosto y los primeros días de septiembre, en los que la cifra no bajada de los cuarenta fusilamientos diarios en la ciudad de Granada, la llegada del otoño hizo que las sacas fueran menos numerosas. Las cifras son escalofriantes. Sólo en agosto había fusilado a 358 hombres, 298 en septiembre. Durante esas semanas las familias sufrían por el destino de sus presos. El Ideal, el periódico local, en su edición del primer día de agosto nos habla de una “vibrante alocución” pronunciada por el capitán señor Salvatierra en la que advertía “Si vuelven a venir aviones enemigos se tomarán represalias con los individuos del F. Popular”. Una semana más tarde el titular del periódico anuncia “Fusilamientos en represalia por el bombardeo”. Tres días después enumera más ejecuciones: treinta. Bajo el titular aparece una justificación: el presunto asesinato de doscientos sacerdotes en Madrid y otro titular “En Barcelona el comunismo es absoluto”.

En los seis días previos al veintidós de octubre solo se registraron las muertes de siete hombres desconocidos en las inmediaciones del cementerio, pero esa madrugada regresó el ruido del cerrojo para iniciar la temida ceremonia. Manuel López Guerrero, José Molina López, Antonio Molina Delgado, Manuel Molina del Haro y Gregorio Molina Hernández fueron los primeros en escuchar sus nombres en la lista, los apellidos repetidos que probablemente delataban algún parentesco. Habían sonado ya treinta y cinco nombres, cuando Paco oyó el suyo. Antes de eso el corazón le debió dar dos vuelcos porque era el tercer Francisco que pronunciaban esa mañana. Lo hacían muy despacio para dejar constancia clara de los elegidos y de paso torturarlos con los silencios entre sílaba y sílaba. A las seis de la mañana del 22 de octubre fusilaron a cuarenta hombres frente a la tapia del cementerio. Fueron enterrados en las fosas 255 a 299 del patio de San José.

Después de treinta cinco nombres gritaron el suyo. Setenta y cinco años más tarde nosotros no lo olvidamos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario