El 9 de Febrero a las 2 de la madrugada, Antonio Olmedo, el cronista de guerra del ABC de Sevilla transmitía por teléfono desde Algeciras su crónica al periódico sobre la “conquista” de Málaga por las tropas nacionales. Los datos sobre la hora y la forma del envío de dicha crónica aparecen en el texto del mismo artículo, que pese a llegar a una hora tan tardía, consiguió salir en la primera página de la edición de ese día. “España se asomó por fin al mejor de sus balcones sobre el Mediterráneo para lanzar hacia Europa un grito animador de la santa cruzada contemporánea ¡Rusia no! La púrpura y el oro de la bendita bandera española ha borrado la infamia roja de Málaga […] Esta ha sido la batalla de Málaga que ganó Queipo de Llano como lo había prometido, como ganará otras hasta el rescate total de la hermosa tierra andaluza, que le brinda con su señorío”.
En las páginas posteriores Olmedo firma mas crónicas donde se dan detalles de la toma de Málaga como: “El aspecto de Málaga es animadísimo. Por la tarde, materialmente no se podía transitar por la población en coche, tal era la cantidad de personas que se habían echado a la calle, a respirar a sus anchas después de estos largos meses de terror”. Resulta curioso que pudiera describir estos detalles, puesto que la crónica anterior decía claramente que era telefoneada desde Algeciras, que está a casi 150 kilómetros de Málaga. Las tropas nacionales habían entrado en la ciudad en las primeras horas del día anterior, pero el periodista aún no había llegado.
Durante los días siguientes firmó más artículos sobre los detalles de las operaciones militares tras la caída de Málaga. El día 10, desconozco si aún seguía en Algeciras y escribió otra vez de oídas lo que estaba sucediendo, (el texto vuelve a decir que se trata de una crónica telefónica, pero no esta vez especifica desde donde se realiza), pero lo que está claro es que su crónica no refleja la tragedia que estaba sucediendo. ”Llegan fugitivos por todas partes, gozosos de lograr acogimiento aquí donde se logra la victoria de España”. Y cualquier incongruencia valía con el objetivo de vestir su causa de Cruzada: “El triunfo es de la Cristiandad. España semeja ahora un campo de batalla, donde se dirime la contienda entre dos civilizaciones. Es franca la victoria del Occidente cristiano sobre el Oriente ateo”. Pese a sus palabras está claro que los malagueños que estaban siendo masacrados en la carretera del Almería no eran ningunos “orientales”.
Un día más tarde (el 11 de Febrero) vuelve a enviar su crónica desde Algeciras. Al menos esta vez tiene la decencia de reconocerlo ya que la inicia diciendo “Regresamos de Málaga, ya nuestro espíritu en su centro, de donde le desplazó la emoción del triunfo”. El día anterior en Sevilla le habían hecho entrega a Queipo del título de hijo adoptivo y predilecto de la ciudad, pero Antonio Olmedo, pese a sus palabras, seguía descentrado por la emoción del triunfo y firmaba un artículo que vanagloriaba la figura del general: “La guerra es para artistas machos, como ese general de los andaluces, que ganó en Sevilla la base del movimiento salvador y ahora ha sumado una provincia entera a la bendita causa de la Humanidad civilizada”. En la edición de ese mismo día aprovechaba también para dar nuevamente su “versión” de la tragedia que estaban provocando en la carretera de Almería: “La caravana mueve a piedad. Vienen en ella muchos niños. Se los llevaron los rojos mintiendo a sus padres […] Si Europa escuchase los gemidos de esos niños hambrientos, quizás curase muchas sorderas. Ayer los soldaditos del Generalísimo dieron su pan y sus conservas a los niños y a los ancianos que regresan de la infame aventura decretada por las consignas judías del Kremlin.”
Hasta ayer no sabía quién era Antonio Olmedo, posiblemente un personaje menor destinado a perderse entre los actores secundarios de la historia, pero al leer la crueldad, el machismo y el racismo de sus crónicas decidí investigar su biografía. Mi sorpresa fue al enterarme de que no había sido un periodista menor. El propio ABC, en su edición del 1 de octubre de 1.955, con motivo de la entrega del título de periodista de honor a Antonio Olmedo, de manos del propio Francisco Franco, hace una pequeña biografía: “Nació en Almadén (Ciudad Real). Ingresó en la Academia de Infantería, perteneciendo a la misma promoción que el Caudillo. Prestó valiosísimos servicios en Marruecos, tanto de campaña como políticos. Formó parte de la primera redacción del ABC de Sevilla y pasó por todas las secciones del periódico, desempeñando sucesivamente los cargos de redactor-jefe, subdirector y director. Retirado del ejército por la Ley de Azaña al advenimiento de la República, se incorporó durante la guerra de Liberación, simultaneando sus tareas periodísticas, en las que alcanzó notoriedad en sus crónicas diarias sobre la situación Militar”
Si en el artículo que publiqué ayer hablaba de los que le reían las gracias a Queipo, Olmedo fue uno de los principales en ese “oficio”. Publicó una biografía sobre él titulada: "General Queipo de Llano: aventura y audacia".
A su muerte en 1.957 un diario en su obituario hizo la relación de condecoraciones que poseía: “la Orden del merito Civil, la Orden del Cristo de Portugal, la Encomienda Oficial de la Corona de Italia, la placa de San Hermenegildo, varias cruce rojas del Mérito Militar y otras condecoraciones españolas y extranjeras”. No está nada mal para un periodista que se quedaba a 150 kilómetros de la noticia.
Nota.- Pese a que no comparto la línea editorial del diario ABC, quiero reconocer el magnífico trabajo que han realizado publicando en internet su hemeroteca: http://hemeroteca.abc.es , en la que se puede encontrar cualquier edición desde 1.903. A través de sus páginas se puede ver la historia del último siglo de nuestro país. Especialmente interesante es comparar las ediciones de Madrid y Sevilla durante la Guerra Civil, ya que se pueden ver los puntos de vista de la información de ambos bandos, aunque quizás sería más correcto decir propaganda, ya que en tiempos de guerra (cualquier guerra y cualquier bando) la información es la primera víctima. El problema es que en nuestro país la propaganda se extendiera durante más de cuarenta años.
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