El tiempo se afana en borrar las huellas, la brisa las reduce hasta hacerlas invisibles a cada soplo y las olas impacientes acaban el trabajo. Al final de la playa no quedan los restos del sendero de diminutos pasos, pero no vine a la orilla para dejar rastro, sino para disfrutar del camino andado.
Los años lo van desgastando, se marchita despacio con la inercia de la rutina, pierde frescura y los adornos, a veces la costrumbre lo torna demasiado serio y puede llegar a pudrirse por falta de cuidadados, pero no puedes vivirlo temiendo gastarlo a cada sorbo y hacer recuento en cada recodo del camino porque, desnudo y frágil, sigue latiendo más fuerte de lo que imaginas.
Los años lo van desgastando, se marchita despacio con la inercia de la rutina, pierde frescura y los adornos, a veces la costrumbre lo torna demasiado serio y puede llegar a pudrirse por falta de cuidadados, pero no puedes vivirlo temiendo gastarlo a cada sorbo y hacer recuento en cada recodo del camino porque, desnudo y frágil, sigue latiendo más fuerte de lo que imaginas.
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