El 8 de septiembre de 1944, solo
dos semanas después de liberar París, la 2ª División del General Leclerc se
puso de nuevo en marcha hacia el este. Antes de entrar en territorio alemán, el
avance aliado debería enfrentarse a un gran obstáculo: la Línea Sigfrido, 630 kilómetros de defensas con miles de bunkers
y túneles situados en la frontera.
Cuatro días más tarde La Nueve
encontró los primeros focos de resistencia alemana en Andelot, donde tomaron más de trescientos prisioneros. La siguiente
dificultad iba a ser el Mosela. La
Compañía tuvo que dividirse en varios destacamentos para cruzar el río y
establecer una cabeza de puente en la otra orilla, en el pueblo de Châtel, pero los alemanes estaban
dispuestos a mantenerlo bajo su dominio a toda costa y lanzaron un fuerte contrataque.
A pesar del éxito de su acción defensiva, La Nueve tuvo que aceptar, aunque con
indignación, la orden de replegarse. El 18 de septiembre los españoles cruzaron,
con el agua fría hasta la altura del pecho, de nuevo el Mosela encargándose del
flanco sur del ataque final.
En los días posteriores disfrutaron
de una cierta calma que aprovecharon para reorganizarse. Cuarenta reclutas
reemplazaron a los soldados muertos o heridos. Los alemanes mientras tanto
reforzaban sus defensas en la zona de Los Vosgos. El objetivo principal de los
aliados en el frente sur era Estrasburgo, pero antes de tomar la capital
alsaciana era necesario salvar la línea defensiva situada en Baccarat. Leclerc ordenó entonces un
ataque audaz por la ruta más difícil, la menos esperada: a través del bosque de
Mondón. El último día de octubre, la vanguardia de La Nueve entró en el pueblo
y durante los dos días siguientes fue tomando diferentes localidades a lo largo
de un frente de una veintena de kilómetros. La Campaña en Lorena había
terminado. A partir de ese momento tenían que avanzar por Alsacia hacia el
último objetivo en suelo francés: Estrasburgo.
El 10 de noviembre la Nueve recibió
la orden de regresar a primera línea de combate al mando del teniente Amado Granell, ya que el capitán Dronne había obtenido permiso
para visitar a su familia por primera vez después de cuatro años. La misión de la
2ª División de Leclerc era apoyar el ataque estadounidense que debía abrir una
brecha en el frente, pero había encontrado dificultades imprevistas en la bolsa de Bandonviller. A pesar de tener
un tercio de la compañía de permiso en Nancy
y la mitad de los vehículos estropeados, Granell consiguió localizar a parte de
sus hombres y cumplir una orden que había llegado de forma imprevista. Las
numerosas bajas diezmaron la compañía que pasó a la reserva.
Para entonces La Nueve era menos
“española” ya que las bajas habían sido cubiertas por reemplazos franceses. El
día 22 estaban a las puertas de Estrasburgo después de avanzar más de cien
kilómetros en apenas seis días. Granell, con problemas de salud desde hacía
semanas, fue reemplazado en el mando. A pesar de ello, la tricolor francesa
ondeaba por fin en la Catedral de la capital alsaciana y la Nueve daba por
cumplido el juramento que se había hecho en la ciudad libia de Koufra al principio de la guerra: la
liberación de Francia.
HalfTrack de la División Leclerc en Estrasburgo |
Raymond Dronne, ascendido a
comandante, retomó el mando de una compañía muy diferente, formada en su
mayoría por jóvenes reclutas. Tras la conquista de Estrasburgo comenzó una dura
campaña para la liberación de Alsacia que se iba a encontrar con la fuerte
defensa de los alemanes en la zona de Los Vosgos. Sobre un terreno nevado y con
temperaturas de 20 grados bajo cero, la División de Leclerc recibió la orden de
dirigirse al bosque de Grussenheim,
donde se había visto frenado el avance estadounidense. El malestar entre los
republicanos españoles había aumentado porque a las duras condiciones de
combate se añadía su deseo incumplido de que los aliados atacaran la dictadura
de Franco.
Un descanso de La Nueve después de liberar Estrasburgo |
El 23 de abril la División se volvió
a poner en marcha. Después de cruzar el Rhin
y el Danubio recibió la orden de
avanzar hasta Berchtesgaden. Se
trataba de un objetivo de alto valor simbólico ya que allí se encontraba el Nido del Águila, la residencia de
descanso de Hitler y los altos jerarcas nazis. Entonces se inició la carrera
entre franceses y americanos por ser los primeros en llegar. Y aunque las
películas estadounidenses le atribuyen el mérito a la Compañía Easy de la 101ª
División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos, cuya historia
se narra en la magnífica serie Hermanos
de sangre, fueron los franceses los que llegaron un día antes. La Nueve tuvo
que enfrentarse en el desfiladero de
Inzell a dos compañías de las SS, los últimos y más fanáticos nazis habían
minado la carretera y la vía férrea. Mientras tanto, otra compañía francesa
lograba tomar el Nido del Águila por un camino con menos riesgo. En
reconocimiento al esfuerzo realizado, los españoles que quedaban en la Nueve
encabezaron la entrada de las tropas aliadas en el último santuario del nazismo.
De los 160 hombres que habían
desembarcado en Francia apenas un año antes, solo quedaban 14, 35 estaban
muertos y el resto habían resultado heridos.
Una vez más esos hombres volvieron
a ser traicionados. Habían combatido al fascismo con la ilusión de que, una vez
derrotado en toda Europa, los aliados les ayudarían a vencerlo en España. Pero
tras el final de la guerra los estadounidenses mantuvieron a Franco en el poder
y acabaron así con todas sus esperanzas. Más tarde llegó el olvido. La mayor
parte de ellos sobrevivió en Francia durante décadas. Amado Granell recibió la
Legión de Honor, la más importante distinción francesa, de manos del propio
General Leclerc y rechazó el ascenso a comandante del ejército francés porque,
para ello, debía renunciar a la nacionalidad española. Unos años después decidió
regresar a Valencia, donde moriría en accidente de tráfico.
Solo queda un superviviente de La
Nueve, el almeriense Rafael Gómez Nieto,
un zapatero que entró en París sobre el blindado Guernica y que, cuando llegó la
paz, se quedó a vivir en las cercanías de Estrasburgo sin contarle demasiados
detalles de sus peripecias a sus propios
hijos.
Rafel Gómez Nieto, único superviviente de La Nueva con las alcaldesas Carmena e Hidalgo |
Como comentaba al final del artículo
anterior, en el año 2004 Francia comenzó por fin a rendir homenaje a los
republicanos españoles que lucharon por liberarla, pero en su país, en España,
su historia permanecía sin reconocimiento. Hace solo un año, en abril de 2017 las
alcaldesas de Madrid y de París, Manuela
Carmena y Anne Hidalgo inauguraron en el barrio de Ciudad Lineal el Jardín
de los Combatientes de La Nueve.
“Ese día las campanas de muchas
ciudades del mundo sonaron por la libertad”, afirmó Hidalgo. “Muchas campanas,
pero no las de Madrid. Aquí solo hubo silencio, porque con el franquismo no
había libertad”, agregó Carmena. Setenta años después la gloria de los héroes
de La Nueve fue recordada en el país que tanto quisieron y al que la muchos de
ellos no pudieron regresar. Como dijo la escritora Almudena Grandes en el acto: “los de La Nueve no han llegado a
París, sino a Madrid, donde querían llegar”.
“Los hombres de La Nueve habían
abrazado nuestra causa espontánea y voluntariamente. Eran, verdaderamente,
combatientes de la libertad. Las tumbas de sus muertos jalonan la ruta gloriosa
y dolorosa que siguieron desde Normandía a Berchtesgaden, y los supervivientes
tuvieron el orgullo y la satisfacción de terminar la guerra en el santuario del
nazismo del Nido del Águila”. Raymond Dronne.
Documental titilado La Nueve. Los olvidados de la victoria
https://www.youtube.com/watch?v=sL6u2XdVpz0