Para un malagueño, Ciudad del paraíso de Vicente Aleixandre, es lo más cercano a la gloria del recuerdo de la ciudad de nuestra infancia. Creo que con eso está todo dicho.
Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.
Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules,
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera retenido, un momento de gloria
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.
Pero tú duras nunca desciendes, y el mar suspira
o brama, por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar,
preside sus espumas.
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